En un escenario mundial marcado por la reconfiguración de los flujos comerciales, se llevó adelante la Cumbre de Líderes del G20. De la reunión celebrada en Río de Janeiro, participaron los primeros mandatarios de los 19 países miembros, la Unión Africana y la Unión Europea. América Latina en general y el MERCOSUR en particular no son ajenos a esta reestructuración del comercio internacional.

En el marco de esta reunión, que representa más del 80% del PIB mundial, el 75% del comercio global y el 60% de la población del planeta, el gobierno argentino se rindió -o dicho en jerga libertaria, fue “domado”- ante Brasil y China, que son dos de los países más importantes en términos económicos para nuestro país. Lejos parecen haber quedado todos los peyorativos utilizados por el presidente durante su campaña electoral.

En relación a Brasil, Milei debió acompañar la propuesta de la “Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza” impulsada por el presidente Lula da Silva. ¿Habrá entendido nuestro presidente que tanto el hambre como la pobreza son producto de dejar el bienestar de los pueblos en manos del mercado? Lo dudo mucho. Tan solo fue “domado”.

La verborragia anti-comunista también fue domada: luego de haber dicho hasta el hartazgo que no negociaría con China, Milei -representante político por excelencia de estos tiempos donde se agrede libremente sin ninguna consecuencia y luego se “finge demencia”, como dicen los más jóvenes- tuvo que reunirse con el presidente chino, Xi Jinping.

Más allá de las expresiones coloquiales, Milei tuvo que rendirse ante la evidencia y los datos, de los que tanto disfruta en su carácter de economista.

Solo para tener un panorama, y a partir de los datos del INDEC, para el período enero-abril 2024, Brasil es el primer socio comercial de la Argentina, al cual le exportamos 1056 millones de dólares e importamos 1059 millones de dólares. Por otro lado, China, según el mismo registro, es nuestro tercer socio comercial, al que le exportamos 391 millones de dólares e importamos 730 millones de dólares.

Hacia un nuevo mundo

La reconfiguración de los flujos comerciales mencionada al principio, no están, por supuesto, libres de tensiones. Algunas nuevas y otras históricas. Un protagonista innegable en esta reestructuración es el gigante asiático. China es la potencia asiática que más ha extendido su presencia en el continente y ni Argentina ni Brasil son ajenos a esta realidad.

Con nuestro país vecino nos une una historia en común. Diversos procesos políticos y económicos nos han acercado mucho durante los primeros años del Siglo XXI, pero también han generado tensiones que nos han enfrentado. La expansión de las inversiones chinas inaugura un nuevo capítulo.

Si bien estas inversiones son grandes oportunidades, también surgen interrogantes sobre el impacto de esta relación en el futuro de la integración latinoamericana y en los modelos de desarrollo de la región.

Tenemos por delante, como dirigencia hija de este proceso histórico, estar a la altura de las circunstancias para poder gestionarlas de tal manera que resulten en una mayor integración latinoamericana, aspirando a ser más que una simple sumatoria de intereses nacionales.

Para la Argentina, que China haya emergido como un comprador clave de productos agrícolas -como la soja y el maíz- es un hecho fundamental para la balanza comercial del país. Esto contribuye a aliviar la presión sobre nuestra economía, especialmente en un contexto de deuda externa y recesión.

Los vínculos entre Argentina, Brasil y China no sólo se limitan al comercio de materias primas, ya que el financiamiento chino de grandes proyectos de infraestructura -como el ferrocarril bioceánico en Brasil y el impulso a la construcción de represas hidroeléctricas en nuestro país- dan cuenta del importante rol de la potencia asiática en las inversiones en infraestructura de la región.

No obstante, sin lugar a dudas, el comercio de materias primas pone en discusión qué economías queremos para nuestra región. Indudablemente, quienes creemos en el valor agregado que da el trabajo bregamos por economías industrializadas, con mano de obra calificada y con un amplio abanico de exportaciones.

Es imprescindible continuar en la línea de cooperación Sur-Sur, incluso a pesar de las tensiones que puedan surgir. La Argentina no puede perder terreno en la reconfiguración de los nuevos flujos comerciales, no podemos ser espectadores en esta transformación histórica ni tampoco debemos ceder mercados a otras economías. Dejar que esto suceda sería atentar contra el bienestar de nuestro pueblo.

El proyecto político de Milei es apostar nuevamente a la timba financiera y a la especulación, relajándose de la que tal vez sea una de las discusiones más importantes de las que hasta ahora fue testigo el Siglo XXI: qué rol cumplirá cada país en este rediseño de los flujos comerciales. La Argentina tiene el potencial para ser uno de los principales actores en esta reconfiguración. Por eso mismo, la relación comercial de Brasil y Argentina con China es un factor clave para entender cómo será la evolución de la economía latinoamericana en los próximos años.

Nuestra economía no debe perder terreno y librarse a la apertura indiscriminada sin pensar en todos los sectores productivos de nuestro país, es decir, el campo, la industria y la tecnología. Necesitamos una economía fuerte, con un mercado interno pujante, con una fuerte demanda de bienes y servicios. Así, fortaleceremos nuestra relación comercial con Brasil y con China, actores fundamentales para frenar la desindustrialización y la desigualdad social en nuestro país.

Si logramos gestionar estas dinámicas de manera corporativa y estratégica, fortaleciendo los lazos que nos hermanan con Brasil y profundizando la relación bilateral con China, podremos sacar provecho de las oportunidades que da el comercio con el gigante asiático. Esto se obtiene apostando por una integración que no se limite a la explotación de recursos, sino que impulse un desarrollo más equilibrado y sostenible para la región en su conjunto. Para ello, contamos con dos herramientas fundamentales que deben ponerse en valor: el MERCOSUR y el Parlasur.

La autora es Presidenta de la Comisión de DDHH del Parlasur. Docente Universitaria en la Universidad de La Plata