El género les da miedo. Y cuando no hay capacidad de razonar, es decir de usar el lenguaje que es lo más propio del humano, ese miedo se convierte en violencia.
En 2017, en Brasil, una efigie de Judith Butler fue quemada ante una multitud. La filósofa feminista había viajado con su pareja, Wendy Brown, a dar una conferencia en San Pablo y antes de retirarse del aeropuerto intentaron dañarla. Una de las respuestas y reflexiones posteriores de Butler ante estos hechos tomó la forma de un artículo que se publicó en la revista Folha, de Brasil, y en este suplemento. El acompañamiento amoroso de Brown y el hecho de que un joven anónimo se interpusiera para defenderla motivaron a la autora de “Cuerpos que importan” y “La fuerza de la no violencia” a reunir una serie de textos nuevos bajo la pregunta ¿Quién teme al género?, que ahora llega en forma de libro, gracias a la editorial Paidós.
“¿Quién teme al género” está dedicado a “los jóvenes que me siguen enseñando cosas”, dice el epígrafe del volumen.
La guiaron la necesidad de ejercer un acto de resistencia y de reflexionar sobre la ideología anti-género que surgió en la década de 1990 y en cuyo nombre se cometieron muchos crímenes. Por ejemplo el asesinato de Marielle Franco, en 2018. Franco era una socióloga brasileña que militaba por el empoderamiento de las mujeres negras que viven en las favelas. “¿Quién teme al género?”, de casi 400 páginas, repasa la ideología anti-género y la creación deliberada de un miedo que llegó con las derechas más reaccionarias para instalarse en el inconsciente de las personas e incluso, como en los ejemplos de Brasil, para arrasar los cuerpos.
“¿Quién teme al género” está dedicado a “los jóvenes que me siguen enseñando cosas”, dice el epígrafe del volumen.
Los capítulos van al grano y desmenuzan temas como: el punto de vista del Vaticano, los ataques contra la perspectiva de género en Estados Unidos, Donald Trump, el Tribunal Supremo, el feminismo transexcluyente, entre otros.
No sólo realizan un diagnóstico detallado del actual estado de cosas, sino que cada sección conlleva una visión crítica y en conjunto, una mirada optimista, aunque no ingenua, sobre las posibilidades de transformarlo. Derrotar al fantasma que ha devenido real tiene que ver con decidir como amar, como vivir en el propio cuerpo, como existir sin miedo a la violencia.
Dice Butler que hay quienes piensan en el género como una forma encubierta de hablar de mujeres o de homosexualidad. También que, al interior del feminismo, en tanto movimiento heterogéneo, también hay discrepancias, lo que da cuenta de la pluralidad de enfoques. Algo que no ocurre entre quienes se embanderan contra la ideología de género, que conforman una especie de monolito aterrador que subsume una diversidad de problemas a la ideología de género: medio ambiente, guerras, extinción de especies, etc..
En Rusia, atender al género se considera una amenaza contra la seguridad nacional, en el catolicismo y el evangelismo más conservadores lo toman como un ataque a la familia y entre los grupos más reaccionarios de la derecha estadounidense es casi sinónimo de pedofilia. Circula la idea, vaga pero insistente, de que hay un plan para colonizar el sur global por parte de las metrópolis del norte bajo la ideología de género. Nada más disparatado. Pero, ya lo sabemos en la Argentina el disparate a veces puede ser el resultado del voto y estar ahí, gobernándonos.
Lo que olvida esta férrea posición es la larga y espantosa historia de abusos a menores por parte de sacerdotes. La desmemoria nos recuerda que, en nombre de la seguridad, se han asesinado a personas que no encajaban en el binarismo o que, por leer El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, te convertías en peligroso.
Quienes para atacar el género hablan de ideología se apropiaron de un concepto acuñado por Marx y empleado por la izquierda para referirse al enmascaramiento de la realidad o realidad falsa. Esa costumbre de robar lenguaje y banderas para deformar su sentido también amalgama una amplitud de miedos contemporáneos que convirtieron a la temática en una bomba nuclear. ¿Cómo se entiende esta inflación acelerada y combinación de peligros potenciales que implica el género? ¿Con qué objetivo se agita?
Una manera de responder estas preguntas es pensar en el movimiento anti-ideología de género como un cuerpo de ideas, una doctrina, impulsada por el deseo de restaurar un orden patriarcal en el que que la identidad no cambia y las hembras “regresan” a una supuesta situación natural de la que nunca debieron salir.
El movimiento recorre buena parte de la derecha política y se basa en una idealización del pasado y apunta contra las personas trans, contra cualquiera que busque atención sanitaria de tipo reproductivo, alguien que intente abortar, quienes toman anticonceptivos, quienes abogan por la igualdad salarial. Es una posición moral, política y económica que pretende que desde el estado se defina qué es una mujer. La esencia es invisible a los ojos, porque lo esencial no existe.
Los anti-género están contra la lectura, a excepción de la biblia, y no admiten otros puntos de vista, por más galones académicos que tengan. Su fuerza proyectiva es tal que le adjudican a sus enemigos lo que ellos mismos hacen: capturar las mente, ejercer la seducción, arrasar fronteras, adoctrinar, sin normas coherentes ni consistentes en el pensar.
La ideología anti-género prefiere un pasado idealizado a un futuro potencial de mayor igualdad y libertad. Para Butler no se trata sólo de desenmascarar sus artimañas, sino de ofrecer una visión ética y política convincente que saque a la luz la crueldad y la destrucción existentes.
Además de analizar la contribución del Papa y de posturas transexcluyentes, como la de JK Rowling, se focaliza en la violencia insoportable de cirugías brutales y procedimientos de normalización que se llevan a cabo en la Universidad John Hopkins para forzar la unión entre lo biológico y lo subjetivo. Son posiciones que generan ansiedad, temor y odio y, desde esa emocionalidad, avanzan sin importarles nada.
Para crear una forma de imaginación concertada que modifique el mapa político contemporáneo, asegura esta referente insoslayable de la teoría queer que es necesario entrelazar las luchas de todas las opresiones a las que nos someten el patriarcado y el capitalismo global.
La lucha debe superar las diferencias y no perder de vista el origen común de la opresión. Defender el concepto de género es fundamental para lograr justicia, libertad e igualdad, sumándose al combate contra la censura y el fascismo. Es necesario identificar al potencial fascista, que nunca será igual al de los autoritarismos históricos del siglo veinte, porque la historia nunca se repite del mismo modo.
Dice Butler con esperanza que es posible estar del lado de una vida vivible, de modo que la gente quiera vivir y que otros vivan, convirtiendo a la libertad en el aire que se respira para liberarlo de las toxinas que contaminan la atmósfera. Que son muchas, pero no infinitas.
Un libro traducido en lenguaje no binario indirecto, para evitar las marcas de género dedicado a los jóvenes.