Corre de un lado al otro sin ingresar a la cancha. Salta, llora, grita, se fastidia, increpa a los árbitros si no se cobra algo que parece claro a la vista de todos. Gustavo Costas persigue a los rivales sin poder marcarlos, pero nunca les pierde pisada. Los goles son un festejo que disparan recuerdos de su época de jugador o más bien se parecen a ese hincha que deja su garganta en la tribuna. En el banco de Racing los partidos se viven así: con el termómetro del fanatismo por los colores, pero sin cederle toda la cordura a la adrenalina.
Acaba de pasar algo histórico y el festejo es interminable: Racing ganó un título internacional después de 36 años de sequía. De la mano de Costas y un plantel que viene dando muestras de buen fútbol, más del que se acostumbra a ver en estos tiempos, levantó la Copa Sudamericana. Después de atravesar ciertos altibajos en el transcurso del año, algo que subrayó algunas críticas por demás, el equipo logró sobreponerse y el entrenador encontró el respaldo necesario para transmitir su energía y generar sentido de pertenencia con sus sueños.
“Primero soy de Racing y después argentino”, se define Costas, el entrenador que primero es hincha y después técnico. Su vida está atravesada por el club de Avellaneda. Fue mascota del plantel que dirigió Juan José Pizzuti, hizo inferiores y su debut como jugador profesional fue con los colores albicelestes. Su identidad se talló en el Cilindro y eso es algo que no tiene problemas de que se note ni dejarlo claro cada vez que puede. “Costas es el mejor DT de Sudamérica, campeón en cinco países, y además sinónimo de Racing, todo a favor”, destaca Fernando “Teté” Quiroz a Página/12.
Su estilo aguerrido como jugador lo trasladó a su forma de ser entrenador y sin ocultar sus emociones, es que ha edificado un alcance paternal con sus jugadores. Admirador de Pep Guardiola, el Cholo Simeone -de quien ha recibido felicitaciones por este logro-, su mayor influencia viene de Alfio Basile. "Mi papá futbolístico”, dice siempre. De hecho, parte de la arenga en la final ante Cruzeiro surge del recuerdo de algo que vivió con el Coco en la definición frente a Atlanta en 1985, por el regreso a Primera. "Ahí pensé en decirles lo mismo que me dijo el Coco: ‘50 mil almas racinguistas en Asunción. 50 mil almas en el Cilindro. Millones de hinchas en todo el país. Son nueve mil brasileños, vayan y pásenlos por arriba’. Y cumplieron".
Costas estuvo en todas las etapas. La mayor de las tristezas la tuvo cuando vio al club de sus amores descender a la segunda categoría, aunque pudo reivindicarse como capitán y pieza fundamental en el ascenso de 1985 y en la obtención de las Supercopas Sudamericana e Interamericana en 1988. Su nombre ocupa un lugar en el altar de los ídolos y lo que suena como paso siguiente es una posible estatua, aunque recientemente haya declarado en TyC Sports que ese homenaje se lo merece un jugador en particular. “Antes de hacerme una estatua a mí, hágansela a Roger Martínez". "Yo vi cómo se sacrificó para poder estar en la final. Jugó casi enyesado. Él salió de Tita y es un ejemplo para los chicos del Predio".
Antes de regresar al cargo de entrenador del equipo que preside Víctor Blanco, hizo algunas experiencias triunfales en Alianza Lima (Perú), Cerro Porteño (Paraguay), Barcelona (Ecuador) e Independiente Santa Fe (Colombia). En cada uno de esos equipos fue campeón. Aunque este trofeo con Racing es uno de los mayores logros de su carrera y parece cerrar una historia perfecta de amor y fraternidad.
“Son pocas las veces que uno puede ver a un hincha entrenador y que dirija al club de tus amores con la energía que transmite Gustavo… Realmente nos tiene a todos pegados al televisor mirando cómo empuja, cómo gesticula, cómo sufre, disfruta o llora en cada circunstancia de partido. Es un trabajo insalubre porque lo sufre desmedidamente. Creo que todos los entrenadores sufrimos mucho, pero a lo mejor él expresándolo tiene una descarga más sensible y por eso se ve de esa manera”, dice Claudio Úbeda, otro emblema de Racing, también entrenador, a Página/12.
Este es su tercer paso por La Academia, cuando parecía que ya no habría más oportunidades para él porque el radar de Blanco apuntaba hacia otros nombres, llegó el llamado y a finales del año pasado se alistó para volver sobre una cuenta pendiente: conseguir un título con el club que le abrió las puertas al fútbol y con el cual se representa desde su nacimiento. “Es una alegría estar en casa de nuevo, te llena de emociones. El que me conoce, sabe lo feliz que estoy. Pensé que no iba a tener estas oportunidades en este momento de mi carrera y Dios me regaló este desafío”, fue lo que dijo ni bien asumió.
“Esta copa es un acto de justicia porque Racing realmente mereció ganarla durante todo el proceso de Sudamericana. Tiene un plantel de jerarquía e hizo méritos suficientes como para llegar a la final y ganarla”, aporta Úbeda y un tanto conmovido por la pregunta en la que le toca definir a Costas, luego de un brevísimo silencio, dice: “Fue quien me abrió las puertas en Racing en el año ’95, quien me acompañaba y traía todos los días a los entrenamientos. Hicimos una hermosa relación que perduró en el tiempo. Es una persona transparente, un ser que contagia e irradia energía. Tiene un aura que lo hace ser ganador”.
“Tu vida va en el puño/ caliente como el sol/ y el cuore está golpeando/ gol gol gol”, escribió Roberto Santoro en su poema Sí sí señores, el poeta, militante -desparecido por la dictadura de Jorge Rafael Videla-, hincha de Racing, autor del libro Literatura de la pelota. En ese grito que se dibuja en los versos de este escritor que alentó a La Academia en las buenas y en las malas, se refleja la imagen de Costas, el técnico al que se la va la vida en un solo objetivo: ver sonreír y festejar a un hincha de Racing.