Este jueves 28, Barbi Recanati cumplirá 38 años y lo celebrará en Niceto Club (Niceto Vega 5510), a partir de las 20, haciendo lo que lo más le gusta: tocando. Habrá torta, brindis y también estarán las canciones que le dieron forma a una de las obras más identitarias del rock argentino de los últimos tiempos. “Se dio de forma accidental”, reconoce la música, cantante y compositora. “Me gusta festejar y me bajoneaba cada vez que no sabía qué hacer. El año pasado toqué el día de mi cumpleaños y lo pasé muy lindo. De hecho, ese mismo día reservamos la sala para el 2024. Y este año se resignificó ese festejo porque las ganas de celebrar no están para nadie. Entonces, tener la excusa del show me ayuda también a pasarlo bien con la gente que quiero. De todas formas, tocar en vivo siempre es una celebración, más allá del contexto”.

-Tomando en cuenta lo de la madurez, nadie te dice Bárbara. ¿Qué te pasa cuando te llaman así?

-Que me mandé una cagada… Las únicas personas que me dicen Bárbara son mi mamá, cuando se enoja, y mi amiga Tania. En mi caso, siempre fui Barbi para todo el mundo.

Este nuevo aniversario de la artista sucederá luego de su gira por España y tras el lanzamiento de su nuevo single, “Este lugar”, adelanto de su tercer álbum. “En este momento estoy terminándolo”, explica. “Después de presentar en Niceto el disco anterior, El final de las cosas, un año más tarde siento que estoy lista para tocarlo. También es un cierre de etapa porque coincide con el último show con Marilina (Bertoldi) en el bajo, que arrancará el 2025 con su nuevo disco”. Según Recanati, en el trabajo que cierra esta trilogía -y que sostiene una continuidad con sus antecesores-, las guitarras y los sintetizadores tienen una presencia particular. “Y muy fácil de identificar”, añade. “Yo hice una música muy post punk, neoyorquina y setentosa, aunque mi carrera solista la volvió un poco más ochentera y new wave. Más tirando a Siouxsie”.

-Una de las particularidades que tienen tus discos es que están marcados por los contextos en los que aparecieron. El nuevo no será la excepción, ¿no?

-Los títulos de los dos primeros discos tuvieron un sentido intencionado por los contextos. Al primero lo llamé Ubicación en tiempo real un mes antes de la pandemia y terminó saliendo el 20 de marzo de 2020 por accidente. El final de las cosas salió de la canción “Lo que queda”, y habla de la ventaja de cuando crecés y conocés el final de las cosas. Es un final optimista. A los 20 años, que los viví con agonía e incertidumbre, pensás que la vida termina porque perdés a tu grupo de pertenencia o porque alguien te dejó. La vida es empezar todo el tiempo y dejás de tener una mochila pesada cuando ya no le temés al final. La salida del disco coincidió con un cambio de paradigma cultural muy grande en la Argentina, donde el final de las cosas se nos vino a todos por muchas razones.

-Cuando sacaste esos discos, amén de convertirlos en banda de sonido de una época, les pusiste el cuerpo. Tras la pandemia, buena parte de los músicos noveles salieron de la virtualidad y desde ahí armaron un universo. ¿Cómo te sentís en este nuevo orden en el que compartís escena con youtubers que hacen música?

-Los libros que más se venden son novelas de bolsillo que no dicen nada, los streamings que más se ven son los que hacen que no pensés en nada, y las películas que más se ven te lobotomizan la cabeza durante una hora y media. Creo que eso habla más de los consumos y del capitalismo que del arte. No tiene que ver con la gente. En lo que sí podemos coincidir es en apagar la cabeza y descansar. La ventaja y la desventaja del arte hoy es que hay muchas personas que tienen ganas de salir a vender, lo que me parece válido. Es una salida de trabajo. Los que tocamos desde hace un tiempo nos sorprendemos porque vivimos muchos años pensando en el arte como una trinchera y como una decisión política, porque nunca fue una salida laboral redituable. Quienes nos metimos en el arte por amor estamos condenados a sacar del arte lo que éste nos dé. No le podemos pedir más.

-Kim Deal y Kim Gordon, dos de tus heroínas en el rock, demostraron con los discos que sacaron este año que aún tienen mucho para decir, pese a que ya pasaron los 60 y 70 años, respectivamente.

-El punto es ése: todo lo analizamos desde lo artístico. Este año me tocó hablar con Kathleen Hanna (pionera del movimiento riot grrrl), y ella me expresaba su frustración porque en los festivales les daban los peores horarios y los peores escenarios. No podía creer esa conversación, porque cuando una mira hacia arriba idealiza esa situación. Kim Deal (ex Pixies y The Breeders) debe sentirse bastante subestimada un montón de veces. Y si comparás a nivel comercial el último disco de Kim Gordon (ex Sonic Youth) con el de Milo J, seguramente a él le vaya mucho mejor que a ella. Los últimos discos de ellas son un ejemplo de superación artística y profesional. A veces trato de usar la misma vara conmigo misma para sentirme mejor. Ahí dejo de comparar.

-¿Pero no sentís que hay cada vez más un vacío de conciencia?

-Desde el lugar en el que estoy parada, veo más músicos comprometidos en su discurso que hace 10 años. Pasa que también hay más músicos que antes. Hay tanta música y hay tanto sucediendo que tiene que ver con hacia dónde mirás. Mi conciencia política y social la fui madurando con la vida y la edad. Mis letras no hablaban lo que hablan ahora, ni sentía lo que siento ahora. Existe una lupa muy grande sobre gente joven. Entiendo que son las reglas del juego. Pero doy gracias que a mis 18 yo no haya tenido esa lupa encima de mí. Hay gente que es Manu Chao y hay gente que no.


-Nunca encajaste en el indie argentino, pero en el “nuevo under” tenés un lugar de pertenencia incluso estético. ¿Estás de acuerdo?

-A veces salgo a tocar con remeras de Dum Chica, Buenos Vampiros o de Ryan, porque son las tres bandas que más me gustan en este momento. Además, compartí con ellos en el Festival Nuevo Día. Me gusta mucho dialogar con esas bandas como público, así como verlas en vivo, chatear y piropearnos. Disfruto de verlos crecer y de escuchar sus discos nuevos. Me muero de alegría y de satisfacción cuando hablo con los músicos de esa escena y me dicen cosas lindas sobre mi música. Pero está bueno que eso que les pasa los vivan con gente de su edad.

-¿Padeciste la resistencia a los cambios de tu propuesta de parte de tu público?

-Lo mejor que le puede pasar a un artista es que sea genuino con lo que tenga ganas de hacer. Pero siempre tuve el privilegio de que el público me acompañara. Cada año fue un poco más de gente a verme. Y eso para mí fue una bendición. También me moví con un público más acotado. Es por eso que no sé qué es que te vayan a ver 15 mil personas. A mí me van a ver mil y siempre espero menos gente de la que va.