María Laura Alemán es hipnótica. En ella conviven un montón de saberes y en todo hay algo de lógica matemática y algo de poesía musical. Toca el piano, canta, compone sus canciones que tienen a los ritmos cuidadanos y folclóricos en el centro pero también a la bossa nova como influencia más reconocible, ella que le canta al amor, a la muerte y a la belleza desde que escuchó un acorde en su juventud "que le voló la cabeza" y ya no pudo mirar atrás.

Estaba en quinto año de ingeniería naval y, cuenta el libro, decidió dedicarse a la música. Pero la precisión de los números ya estaban en su sistema, de manera que crear partituras se reveló para ella como una tarea fluida, tanto como su pasión por las palabras cantadas. En esa época María Laura era Eduardo, y parte de esa historia se cuenta en esta biografía musical de Lourdes Landeira, quien hábilmente va narrando la vida de Alemán desde su infancia, su pertenencia a una familia de clase media-alta, su pasión por el rugby (deporte que practicó desde los 10 hasta los 50 años, y que dice, la ayudó a expresarse cuando aún no tenía otros modos para hacerlo), con su propia historia como migrante, como escritora, como observadora de una vida admirada. María Laura dirige un coro al que Lourdes concurre desde hace años todas las semanas y que cantó varios temas en la presentación del libro.  

El libro intercala historias de la vida de ambas, sus referencias genealógicas, testimonios de personas amadas y conocidas por María Laura e hitos de la historia reciente de la militancia lgbt como la conquista de la ley de matrimonio igualitario, la de identidad de género o el aborto legal. En todas se sitúa esa su corporalidad desobediente con la hegemonía, el momento en la vida de María Laura que estos hechos sucedían y le abrían los ojos a nuevas realidad y las personas que estaban con ella o a las que conoció por esos hechos grandiosos para su nueva identidad y para los derechos civiles de todos, todas, todes. 

Lourdes Landeira. Creadora del ciclo de lectura Raspar la olla y autora de varios libros. Foto: Sebastián Freire. 
 

 

¿Por qué escribir esta biografía?

L.L.--Una respuesta muy primera y también muy cierta es que la música de María Laura tiene ser más conocida, disfrutada por mucha más gente. También su historia de vida, tiene ingredientes y matices muy interesantes para quienes nos interesamos en los devenires de la identidad, en sus posibles transformaciones desde lo singular y lo colectivo. La propuesta de esta escritura fue hacer eje en la trayectoria músical, no en la transexualidad, no por querer soslayarle, sino porque la idea era contar la singularidad de María Laura y por eso durante el proceso se hizo fuerte también la biografía. Lo trans, por supuesto atraviesa la historia. Y la escritura, que construí con una pluralidad de voces. En primer lugar la de María Laura con quien tuve largas conversaciones en su living, donde me contó sus anécdotas, sus dolores, sus amores, me mostró sus fotos de todas las épocas, sus partituras, su arte. Luego con testimonios de personas que la habían conocido en sus diferentes facetas. Y finalmente con el acto más solitario de sentarme frente a la computadora y que apareciera otra pregunta, ¿qué hago ahora con todo esto?

¿Y qué hiciste?

L.L--Escribirlo dos veces. Una más estructurada, más prolijita, con división en capítulos, título, presentación, nudo y desenlace. Y otra, donde se desarmó la cronología. Ambas versiones fueron escritas en primera persona. Pero fue muy difícil encontrar la voz desde la que escribir. Porque lo que siempre supe, como decisión casi política y ética, diría, es que no quería escribir desde el lugar de observadora no involucrada. Pero a su vez se trataba de alguien con quien me une una amistad de muchos años. El texto tuvo algunas devoluciones muy críticas en cuanto a que por momentos se confundían las historias, no quedaba muy claro quién hablaba y de quién. O comentarios del tipo de que faltaba más retrato porque no llegaban a imaginar cómo era María Laura físicamente. Y yo creo que esos son justamente los puntos fuertes del texto, más allá de la potencia de la historia misma. El problema es que esas lecturas buscaban respuestas tranquilizadoras. Etiquetas. Querían leer la historia del estereotipo de una mujer trans escrita por una observadora externa. Lo que hay es muy distinto, muy otra cosa y está ahí, para que lo lean con esa mirada abierta a lo inconcluso de identidades que se hacen de afecciones situadas en donde el tiempo se curva y las fronteras se desdibujan.  

María Laura Alemán se identifica con el coro como su instrumento. Dirige uno desde 1987 (el Coro del Plata), entre otros coros. Trabajó como maestra de música y directora de orquesta en colegios privados entre 1986 y 2011, cuando fue expulsada por su condición de género. Foto: Sebastián Freire. 
 

 

No hay escritura sin pantano 

"Contar una historia es repensar la propia y la colectivo, es volver a transitar sucesos con otra sensibilidad. Es pensarnos y enlazarnos en la trama social" dice Landeira. En este libro aparece el tránsito de María Laura por círculos tan conservadores en los que hasta tuvo una novia del Opus Dei hasta participar de las Marchas del Orgullo y de los Encuentros de Mujeres. 

"En todos los casos, mi búsqueda personal tiene que ver con indagar sobre los devenires de la identidad y sobre las distintas formas de hacer familia y parentescos. Es así que este, mi tercer libro, creo que completa una tríada en ese sentido con mis dos anteriores (el poemario Sospecha de Pájaro – Alción Editora – 2015 y el libro de relatos Mientras es cuando – Hora Mágica – 2021). En tres géneros muy diferentes hay una unidad de sentido que define mi relación con la escritura y mis obsesiones móviles. Algo de eso también se juega el Ciclo de Lecturas Raspar la Olla que coordinamos desde hace dos años con Viviana García Arribas, bajo el lema de encontrarnos con escritores que hacen de lectores y hacer transitorias comunidades en voz alta. 

¿Cómo fue encontrar la voz y el tono para narrar a María Laura?

L-L.--Al momento de empezar a escribir, me resultó muy difícil encontrar la voz desde la que narrar, por el compromiso afectivo con ella, porque fue mi primera lectora. Y yo quería que ella estuviera feliz con el texto, pero no quería que saliera una escritura de homenaje, ni condescendiente. La decisión ética era que no apareciéramos en planos diferentes, que ninguna fuera retratada como lo excepcional, porque lo excepcional justamente tiene eso de ser situado en un lugar de diferente. Yo quería que se pudiera leer que cada una con sus biografía, singularidades, pérdidas y sensibilidades habitábamos el mismo espacio y nos afectábamos mutuamente.

¿Qué cosas se pusieron en juego entre ustedes para llegar a un resultado que a ambas las dejara conformes?

M.L.--Personalmente tuve que abrir mi vida y confiar ciegamente en ella. Amé su trabajo de buscar a quienes podían arrimar unos recuerdos de nuestras historias en común. Pero creo que el hecho clave fue que previamente al libro habíamos compartido, con dolor y con belleza, el momento sublime en que una persona, su madre, dejaba esta vida. Ése es uno de los lugares y momentos en donde se anudan las historias. 

Tu vida tiene una transición que implica el encuentro con una identidad trans. ¿Cómo sentís que eso se representa en el libro?

M.L.--Hay básicamente dos miradas sobre mi identidad trans, una de ellas es la mirada superficial, que es la que va de la mano con los prejuicios y que supone que alguien trans es una persona que mató a quien antes fue, que enloqueció, etc. Toda una serie de argumentos que justifican desde la invisibilización más sutil hasta la violencia más explícita. La otra mirada es la que tengo yo misma sobre mi persona: no hubo grandes cambios en mi vida, al menos no lo que el común de la gente consideraría “grandes cambios”. Sí los hubo en el ejercicio de mi libertad, en la forma en que la persona que siempre fui se presentó ante el mundo. Me expresé con más libertad, mi vestimenta fue más libre, mi música fue más libre, mi voz, mi manera de amar también. Y las personas que se permitieron no rechazarme se sorprendieron al estar frente al mismo ser que siempre habían conocido, pero un poco mejor. Con esa mejoría que resulta de haber dejado en el camino una mochila pesada, la de estar obedeciendo unos mandatos impuestos desde el modelo social hegemónico. Yo me considero a mí misma como la evolución de quien siempre fui, llevo dentro de mí con alegría a quien fui. Al leer el libro siento que tiene esta última mirada, por lo que no necesita hacer hincapié en la transexualidad, salvo en algunas cuestiones anecdóticas, y se centra en lo que ha seguido la misma línea evolutiva que mi persona, que es mi música. La música es la forma en que me expresé toda mi vida. Ella y yo seguiremos evolucionando, como dice la zamba del vuelo: “Yo no soy el/la que fui ni seré quien soy ahora”.