TEXTO: Luis Paz

FOTOS: Alejandra Morasano

Desde Rosario, Santa Fe

El tiempo pasado y el camino trazado no parecen coincidir del todo. Hay una asincronía entre los años corridos desde su aparición pública y los diversos hitos, específicamente musicales, que fue hilvanando Valentín Oliva. El acuariano categoría 1998 conocido mundialmente como WOS tiene sólo 26, pero tal vez algunos de esos años puedan calcularse como los de los perros, multiplicados.

Entre 2017 y 2019 se convirtió en una figura mundial del freestyle, luego en uno de los músicos jóvenes más llamativos de la antepandemia con su disco debut, Caravana, y al final, sin forzarlo, terminó ubicado como algo así como un vocero generacional. Podios que le agregaron lastre a una carrocería salvaje, a ese "mono loco" habituado al show ya desde la época de los acotes, que encontró en la autogestión y en su equipo de trabajo una paz duradera. En 2021, WOS consolidó su lugar en el circuito y la industria musical con su segundo disco, Oscuro éxtasis. Hoy es uno de los cantantes más escuchados y más convocantes de su generación, y está entre los más interesantes en letra y música.

Este 2024 tuvo bastante de la intensidad de aquellos años para WOS, pero con toda la energía enfocada en su obra, en sus canciones, videos y shows. Una saga de singles con feats legendarios, como Quemarás con el Indio Solari o Melancolía con Gustavo Santaolalla, anticiparon la salida de Descartable. Por profundidad y por resolución, el disco es superador de toda su discografía previa y le dio impulso para una gira mundial que terminó el pasado sábado 23 en la ex Rural del Parque Independencia de Rosario.

El camino había empezado el 20 de abril en Racing, ante 40 mil personas. Hoy, después de recorrer 28 ciudades de 12 países a lo largo de 31 semanas, WOS está sin fechas anunciadas por primera vez en mucho tiempo. "Hacer este disco me dio una emoción y unas ganas muy grandes de compartirlo. Me refrescó y me desafió, y me llevó a estar muy contento con lo que hago. Me hizo y nos hizo muy bien", le dice Valentín al NO, poco después del recital rosarino ante más de 12 mil personas en una noche hermosa.

"Disfruté mucho de estar en el escenario, del principio al final de cada show. Y eso es un montón. Ahora estoy con ganas de reencontrarme con el estudio para jugar, sin un objetivo claro. Creo que las cosas que estoy disfrutando tienen mucho que ver con los contrastes. Estuve mucho tiempo en el estudio preparando el disco y me encantó, pero en algún momento llega un punto de saturación. Salir a tocar fue increíble, disfruté mucho de esta gira y los viajes. Ahora que llego al final, extraño de nuevo juntarme con gente a hacer música y probar cosas, sin ninguna presión. Por suerte he logrado conectar con cada cosa que fuimos haciendo", dice en esta entrevista exclusiva.

Foto: Alejandra Morasano
Foto: Alejandra Morasano

La procesión del Parque Independencia

Hay un productivo ritual de microturismo en las escapadas a shows en otras ciudades. Promesas en posteos convertidas en banderas en predios. Souvenirs hechos por fans que agregan tres cifras a su kilometraje siguiendo a un cantante. Llaveros, stickers, remeras. Besos de reencuentro. La música en vivo es uno de los cultos que mantienen a este país espiritualmente en pie, y peregrinar a shows es la forma superior de manifestar esa fe. Como en la procesión al Parque Independencia.

El arranque sci-fi de Nuevas coordenadas, con ese gorjeo cósmico propio de intro de programa de Carl Sagan, viene muy bien como apertura de show, entre ese midtempo techno y la invitación: "Hoy es momento de otra sudestada (...) Deja que broten las emociones olvidadas, son los sonidos que generan mantras, los alaridos que vienen del alma". WOS conoce del potencial extático de la música y los cuerpos encimados. Viene del rock, el rap, la percusión, las fiestas y la plaza.

Todo el primer bloque se regodea en el disco nuevo. El que sigue es el tema que le da título, Descartable. Tiene algo un poco stone en el fraseo cebado del MC, un intermedio redondista, un feeling general algo ratonero y un acento vocal para los golpes de tambor como en No me dejan salir, de Charly García. En los tres discos, el EP y la live session que sacó en los últimos cinco años, WOS mostró influencias e intereses conectados al rock argentino de los '80, al hardcore rap y el rock alter-latino de los '90, a la electrónica de los 2000 y al esplendor del freestyle y la refundación del rap en la década pasada.

Es probable que eso explique por sí solo la notable afluencia -masiva y transversal- de personas de todas las edades y filiaciones musicales a sus shows, que en el Parque ya disfrutaban de una noche fantástica para el tercer tema. No solo el título de 7/8 rodea esas métricas irregulares tan propias del rap como de algunos ritmos folklóricos. También el espíritu hardcore con el que WOS practica estructura y enfrenta coyunturas ahí: "¿De verdad comprás que eso es rebeldía? Si en ese empaque solo hay cobardía, comida para esos pichones, juntos la banda Al Capone y pían, piensan que llegan al cielo escupiendo pa' arriba, y van a quedar en el suelo comiendo la mierda que tiran".

Foto: Alejandra Morasano

Durante Morfeo hay un artificio que se vuelve evidente: en un momento la banda queda congelada, silenciada. Un camarógrafo filma a cada músico. La filmación se proyecta en pantalla gigante, extra ancha, sobre el escenario, y arma un relato dentro del relato. WOS también es actor, su equipo es también un equipo audiovisual, y la propuesta que arman juntos es integral. La cinematográfica forma de filmar el show es un gran plus, que agrega dramatismo y refuerza momentos musicales verdaderamente intensos. La escena se completa con el pelo corto, rapado y colorado de WOS; su remera de brillos, al cuerpo y con mangas largas; y su pantalón engomado, recto y con patas anchas.

Y con su banda, por supuesto, que empieza a reclamar cada vez más atención a partir del final de Okupa, con el solo de Ivanna "Chipi" Rud, actual guitarrista del proyecto en reemplazo de Evlay, que hace unos años había pasado al frente como violero además de ocuparse de la producción general de la mayoría de la música que sacó WOS en su vida, incluido Descartable. Hoy Evlay se concentra en su proyecto, que acumula fechas propias y ya tiene un millón de oyentes, y también produce a otros artistas (ganó dos Gardel a mejor productor, en 2022 por Oscuro éxtasis y este año por 111, de Milo J).

A contramano de la mayoría de los solos de batería, el tremendo ida y vuelta entre el beatbox del MC y los beats & fills del batero Tomi Sáinz resulta muy entretenido como intermedio del show y está validado porque incorpora otras expresiones de la cultura hip hop: el beatbox y el beatmaking. WOS crea unos compases con su boca, Sáinz los ejecuta con sus brazos. Son dos bestias desatadas. Después, WOS arranca un freestyle que tensiona hasta el clímax: "Un poco de amor y gracias en estos tiempos violentos", "Vamo' guacho que la gira se termina / no sin antes delirarme en otra noche rosarina".

Foto: Alejandra Morasano
Foto: Alejandra Morasano

Los hits, los beats y los feats

Entre el solo de Okupa y las barras de WOS pasan 25 minutos y un montón de cosas. Las banderas flamean con el viento que entra desde el río Paraná durante Que se haga tarde, rock pistero con bombo en negra. Niño gordo flaco, el feat con CA7RIEL, no tiene en escena a ese cantante (que también fue violero de WOS, justo antes de Evlay) pero la energía aceitada de Oliva alcanza para desencajar a la mayoría. El resto lo hacen entre Canguro, su primer hit masivo transnacional, y Arrancármelo, la balada que la destronó como canción más escuchada gracias al impulso de su adopción por la Scaloneta.

También en ese bloque suenan Estímulo, con partes instrumentales de western garagero y un rap que se va volviendo cancionero entre la atmósfera pesada; Contando ovejas, el único tema sin invitados que recupera de Oscuro éxtasis, y Andrómeda, uno de sus primeros lanzamientos, que cada vez que suena en vivo revive su flow de las competiciones. Algo que también logra, justo después del break de beatbox y freestyle, con el último de los temas de Caravana que va a tocar esta noche, Luz delito. Temas que también despiertan ganas de escuchar a WOS en alguna batalla de rimas escritas.

Así como Morfeo al comienzo con el juego con las pantallas, el tercer cuarto del show expone otro recurso audiovisual, el de las voces disparadas de los feats ausentes, todas tiradas directo a los parlantes sin presencia física ni de Ricardo Mollo para Culpa ni del Indio Solari para Quemarás ni de Dillom para Cabezas cromadas. Estamos en una era del espectáculo donde una proyección en pantalla y una voz saliendo por altoparlante pueden generar estertores. Gran parte del público ya de por sí mira a los músicos por la pantalla, y no sus cuerpos en el escenario, así que tampoco resulta ya antinatural. Hay entrecalles en las que no hay que demorarse tanto: la verdad es que suena y se ve bien.

En Caída libre, WOS se acomoda tranquilo al frente de una pasarela corta para apretar teclas y cantar en formato solo. En Ermitaño se vuelve a poner al frente de la banda en modo rap latino y a tirar vozarrón y gestos entre un Guasón, un Eminem juvenil y un músico grunge, medio existencialista y medio gritón. Ambos polos se disfrutan por tipos de cabezas grises y nenas de jardín de infantes a upa; por pibas normies y por los gallos más gallos de Rosario.

Foto: Alejandra Morasano
Foto: Alejandra Morasano

Una banda en estado de gracia

Fran Azorai en teclados y Tomi Sáinz en batería han sido dos laderos musicales históricos para Valentín y son fundamentales en la producción sonora y los arreglos de los temas de WOS. Natasha Iurcovich es una bajista muy groovera que además aporta tremendos saltos verticales en vivo. Los cinco, junto al cantante y la última agregada Chipi Rud, llegaron a la ex Rural rosarina en estado de gracia. Con músculos delineados de tanto dar caña en los shows, con una soltura y un resto que es siempre interesante de ver en la música en vivo. Una fluidez a la manera del jogo bonito del fútbol dinámico.

Con esa formación, en el último semestre, WOS llevó su show a Dublín, Londres, Berlín, Copenhague, a siete ciudades españolas y seis mexicanas, a Asunción, Montevideo y San José de Costa Rica, a Santiago de Chile y Lima (las dos ciudades donde tiene más oyentes, por fuera del AMBA). "Uno de los tramos más locos de la gira fue el de Europa, porque conocimos lugares y estuvimos por primera vez en varias ciudades. Además, fue pasar de 40 mil personas en Racing a hacer shows para 400 en otro tipo de salas, con la cosa más cruda de la banda pegada y la gente muy cerca. Ese intercambio de energía y volver a ese tipo de shows fue espectacular y me reconectó con algo más primitivo. Fue un gran primer paso para arrancar la gira, al sentir que no hacía falta nada más y saber que lo demás lo íbamos a ir agregando para amplificar esa experiencia y esa materia prima que ya estaba ahí", amplía el rapero en su charla con el NO.

"Tanto los shows al aire libre como cerrados tienen sus características copadas y sus inconvenientes. A lo largo de la gira nos pasó que hacíamos dos fechas seguidas en un lugar cerrado y cuando venía uno abierto decíamos 'Uy, claro, qué lindo esto'. Y después volvíamos al cerrado y a esa energía, ese fervor, y decíamos 'No, ésta es la que va'. Nos dimos cuenta de que nos gustan ambas cosas y tuvimos la posibilidad de adaptar el show a venues muy distintos, con capacidades y características muy diferentes. En un lugar más chico, escuchar a la gente es hasta algo físico, al igual que el rebote del sonido. Cuando vuelve esa onda y te pega, te recarga de una energía tremenda. Y el exterior, a falta de eso, suele ser más prolijo y te permite escucharte mejor y tener otras comodidades de espacio. Si el clima es lindo, se disfruta también desde ese lado, y la gente la pasa muy bien en shows al aire libre. Así que cada uno tiene su magia", cierra.

Foto: Alejandra Morasano

Acá recorrió Mendoza, Córdoba, Tucumán y Corrientes, antes de este final en el parque central de Rosario. La ciudad de la bandera está rara. Es muy linda, tiene alta cultura, parques fantásticos, una costanera multipropósito y edificios viejos alucinantes, pero caminás unas cuadras de más por el centro y doblás en una cortadita cerca del túnel Illía y puede empezar a estar todo mal. Andás unas cuadras en auto por la costanera y pasás una playita de arena fabricada y está todo bien pero seguís 200 metros más y puede empezar a estar todo mal. La zombificación del ambiente en ciertas zonas de la ciudad es inocultable, y es correlato del imperio narco paralelo que opera en la ciudad.

Pero dentro del predio ferial del Parque Independencia no hay sobresaltos de este tipo. Para lo que queda del show, el agite de corazones y las palabras aceleradas salen de una misma fuente. Te puede gustar más o menos su música. Es más, te puede gustar más o menos el tipo de país que pretende. Pero WOS no canta pelotudeces. Y al lado de otros de su generación y de la misma escena de la que salió, su trabajo se vuelve aún más monumental. Escribe todo, banca los recitales con energía premium, da canciones multinivel donde se preocupa por explorar emociones y pensamientos, más allá de la tristeza porque perdiste a tu shorty o la ansiedad por no tener más porro para el party.

WOS no interviene entre temas. Dice tantas palabras en sus canciones que tampoco queda tanto por agregar. Agradece algunas veces, parece lanzarse a decir alguna cosa, pero redondea rápido. Se nota que tiene el foco en bajar más data musical que línea de acción o pensamiento. Alrededor de Alma dinamita, invita a buscar "lo sagrado para cada uno". En Sur retoma el rapeo. Con Púrpura celebra su impulso original de hacer música y conecta con los fans de los primeros días. Hay luces, humo, gritos, olor a chivo. Se acerca el final de un gran recital.

Cambiando la piel, posiblemente lo más pop de WOS, un tema funky pop con Nicki Nicole de invitada, le da paso al tono cumbiero de Melancolía, el tema con Santaolalla. Y ya solo queda La cochería: "Buscando otra vez / melodías que saquen la sed / entre amigos que saben querer / estamos tan bien que no hay bala que pare este tren". Los compases finales instrumentales de ese tema dan lugar a la subida de Evlay, para saltar y agitar. El equipo está completo en escena. Es el cierre de la gira y del año público de WOS y su plantel, pero otro tramo de una maratón que no tiene final. Otra estación para un tren imparable.

Foto: Alejandra Morasano
Foto: Alejandra Morasano


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