En 2004, France Telecom implementó una inhumana y salvaje estrategia para borrar de su empresa 22 mil puestos de trabajo, sin realizar despidos. Consistía en obtener la renuncia de sus empleados y así evitar el pago de las indemnizaciones. En 2009, y a causa del acoso moral de la empresa, se registraron 39 suicidios de trabajadores y trabajadoras de esa compañía francesa. Esta historia la narró excepcionalmente la directora argentina Sandra Gugliotta en el documental Retiros (in) voluntarios. Pero diez años más tarde, en 2019, los sobrevivientes y las familias de las víctimas participaron del primer juicio por acoso moral a los CEOs de una empresa. 

La cineasta conocía a los sobrevivientes y a sus abogados. Y cuando comenzó el juicio, Gugliotta se instaló en París para realizar su segundo documental sobre el tema, titulado El proceso, donde sigue todos los pormenores de lo que fue sucediendo en la cercanía de los estrados judiciales. El film se estrena este jueves en el Gaumont y, además de ser una gran película, es una clase magistral de la defensa de los derechos laborales.

"Hay más suicidios, pero los que se presentan en el caso son solamente estos", explica la cineasta. "El caso de France Telecom es muy conocido en Francia, pero a nivel popular; o sea, todo el mundo conoce que hay suicidios por este tema. Además, el tema del suicidio en Francia por motivos laborales es desgraciadamente bastante frecuente", asegura. "Entonces, se los acusa por el caso de acoso laboral en la primera instancia: los acusados son la propia empresa y los CEOs que estaban a cargo de las políticas de flexibilización laboral. Luego de eso, apelan los CEOs y la empresa se retira de la apelación. En el intermedio, por supuesto que hubo intentos de presiones para que el juicio sea abandonado, que las víctimas cierren el reclamo con indemnizaciones, pero el juicio siguió adelante y se logró esta condena, que es histórica porque es la primera vez que unos CEOs de una empresa de tal envergadura son acusados de acoso laboral. La discusión era que el acoso es una figura que se usa para el derecho privado: una persona acosa a otra en el ámbito privado. Acá consistía en demostrar que una empresa ejerció un plan sistemático que incluyó un acoso a los empleados para que abandonen el lugar de trabajo, sin reclamar una indemnización", explica la directora.

-¿En qué aspectos el juicio en primera instancia sienta precedente?

-Los trabajadores ganan y logran demostrar la figura de acoso laboral y eso sienta un precedente.

-Pero en la apelación se redujo mucho la pena...

-Lo que le tienen que pagar con castigo son 15 mil euros, que es muy poco, y es poca la pena, pero lo importante, como explican los abogados, más que lo que tienen que pagar o la cantidad de la condena es que sienta un precedente a nivel jurídico: esas cosas no se pueden hacer. Después del caso France Telecom esto no se puede hacer.

-¿Pudiste investigar si cambiaron en algo las políticas de recursos humanos de estas empresas a partir de este hecho?

-No podría afirmar nada en términos técnicos. El escándalo ya había terminado, se habían cambiado un poco las políticas, no iban a ser tan agresivas, pero el problema de los suicidios por motivos laborales en Francia sigue existiendo porque hay diversos motivos por los que suceden. Aparte de las políticas de las empresas, es el cambio estructural de la situación del trabajador, del hecho de tener aseguradas determinadas cosas a perder esa seguridad. Pero en el caso particular del acoso, ese tipo de política tan agresiva en Recursos Humanos dejó de suceder, lo que no quiere decir que no haya otros casos.

-En relación a tu trabajo para reflejar el juicio, al comienzo quisiste filmar las audiencias, pero no te permitieron, ¿no?

-Sí, sí, por eso decidimos dejar la imagen donde nos echan. No había manera de acceder con la cámara. Y ahí yo empecé a registrar este material que naturalmente no sabía si constituía el cuerpo de una película, pero después me di cuenta de que en un juicio hay algo de la representación, como si fueran estos espacios un poco sagrados y que tienen una dramaturgia. De alguna manera, un juicio es una dramaturgia, donde hay distintos personajes. Y donde día a día todos, de un lado y otro lado, están en el mismo espacio físico durante los meses que dura un juicio. Y empieza a ser una situación para el que está en el lugar del observador -como estaba yo con mi cámara- muy impresionante porque ves que de un lado entran las víctimas con sus abogados, y en la puerta del otro costado entran los acusados con sus abogados. Creo que también -y eso está reflejado en la película-, hay una cuestión de clases entre los abogados de  los trabajadores y los de los CEOs, que tienen una posición económica más acomodada, son de una clase social más acomodada. Son como dos clases sociales en disputa, hay como una tensión entre esas clases sociales en disputa. Hay mucha indiferencia de parte de los CEOs, porque ellos justifican la necesidad de aumentar la productividad en una cosa meritocrática, que tienen que dar rendimientos materiales. Y del otro lado están los trabajadores que hablan de su sufrimiento personal, hablan de cosas muy humanas y de la vida cotidiana. Ahí se podían observar ciertas tensiones universales y problemas universales. Y quedamos muy encarnados en esos cuerpos de esas personas.

El proceso.

-Resulta conmovedor el relato de los sobrevivientes cuando cuentan los intentos de suicidio que tuvieron. ¿El mejor reflejo de lo que vivieron es cuando uno de ellos cuenta que la empresa tenía asignado literalmente un número para cada trabajador/a?

-Sí, es muy impresionante. A ese personaje lo sigo desde la primera película porque es el que va a una reunión de trabajo. Y en esa reunión de trabajo -se cuenta en la primera película- como se entera de que lo van a echar, se clava un cuchillo en el estómago adelante de todos. Después de eso, él queda con una crisis depresiva de siete años, medicado. Ahora está mejor y ha decidido ser denunciante porque, a su vez, está el plus de que los personajes están ahí porque han llevado adelante la acusación, han dado la cara, no han querido recibir indemnización, han tomado esto como una especie de misión en sus vidas, están en los medios, denuncian lo que les pasó, cuentan sus historias. Hay otro que también lo quiero muchísimo: él tenía un cargo jerárquico, era un gerente, pero a él le exigían que despidiera gente. Y él quedó muy alterado por eso y finalmente lo despidieron a él. Un poco como que lo exprimieron, él tenía que hacer esa función, le parecía un horror hacerlo. Y después, cuando ya no les servía más, también lo tiraron. Entonces, él también cuenta casos de gente a nivel gerencial que tuvo que sufrir eso que conocemos tan bien, que es achicar plantas de personal casi a la mitad o a menos.

-Sin que sin que deje de ser un documental político, El proceso muestra la intimidad de las víctimas y sus familiares y también el costo humano de este problema...

-Exacto. Yo tengo mucha intimidad con las víctimas y con todo ese mundo. Y me han contado muchas cosas. Y una de las cosas que más les impresionaba era como esta gente, los CEOs, nunca les pidieron perdón y la poca humanidad que demostraban, la poca empatía que demostraban. También hay como una cuestión de "Bueno, lo hicimos porque lo teníamos que hacer y qué nos importa a nosotros que se nos suicide la gente o que la gente pase este sufrimiento". Es parte de un costo económico de una reestructuración de una empresa. El costo humano es como en una guerra: no es una variable importante para tener en cuenta.

-¿Creés que lo sucedido cambió el mapa de la defensa de los derechos laborales en Francia?

-Y... Debería decirlo algún francés. Yo no me siento con autoridad para meterme en eso. Soy una realizadora, no soy un estudiosa con tal profundidad. Es la sociedad de ellos, que opinen sobre la de ellos. Como persona que está alerta con este tema, la información que tengo es que hay un mapa de suicidios por motivos laborales en Francia, y no es solamente este caso. Eso ya estaba en la otra película: no es solamente France Telecom. También hay cuestiones entre los agricultores, hay suicidios en los supermercados, en el correo, en la Policía, en las escuelas, en los hospitales. Son lugares públicos que están siendo sometidos a una reestructuración laboral, y los empleados que estaban trabajando de una manera, con una calidad y con una especie de entrega por el servicio público, han sufrido unos cambios muy brutales.  

-¿Creés que situaciones como las que se vivieron en France Telecom son en parte producto de un contexto en el que deja sus marcas el neoliberalismo?

-Es justamente una de las múltiples caras. Yo elegí este tema, pero se podrían trabajar muchísimos más. Yo elegí este tema porque justamente me parece una mirada en un tema, si se quiere en la totalidad de la humanidad global, microscópico, pero que si vos empezás a estudiarlo, alucinantemente se repite en todos lados, con la misma matriz. El otro día me pasó estando en una mesa de gente de varios lugares del mundo que sabían perfectamente de qué se trataba.

-Algunos autores que teorizan sobre el neoliberalismo hablan del "capitalismo salvaje". ¿Consideras que esa definición aplica para lo sucedido en France Telecom?

-Sí, era una muestra de eso, se ha escrito mucho también sobre "management de guerra". Era la primera una de las primeras cosas que uno veía cuando observaba ese tema.

-¿Crees que Argentina está expuesta en este contexto político a vivir un problema de esas dimensiones?

-Me ha llegado de gente que me comenta de casos semejantes de suicidios en distintos lugares de empresas públicas. No lo tengo documentado y no voy a seguir por ahora con películas de estas características, pero me imagino que si un realizador quisiera trabajar este tema hay muchísimo para observar y para trabajar hoy.