Cuando preguntamos acerca de: "¿Quién es el paciente?", la pregunta implica dar lugar, tanto implícitamente o explícitamente, a una reelaboración de la teoría del sujeto, la cual fue modificada a lo largo de la historia por varias prácticas, entre ellas el psicoanálisis con la teoría del inconsciente y la división del sujeto, dejando atrás otras concepciones de la subjetividad, tales como las herederas del cartesianismo (sujeto cognoscente) y las del kantismo (sujeto trascendental), por mencionar algunas de las que marcaron hitos en la historia de la filosofía.

Recordamos entonces, que siglos atrás, la filosofía occidental postulaba al sujeto como fundante de todo conocimiento y punto de partida, desde el cual es posible la aparición de este último y de la verdad para luego pasar a un sujeto que se produce históricamente y en cuya constitución no hay sino inacabamiento. Un sujeto descompletado de su "totalidad imaginaria" y a la vez dividido entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación.

Retomando la pregunta inicial de estas consideraciones debemos distinguir unas cuantas cuestiones, ya de orden práctico, ya de orden teórico, las que presento de forma arbitraria pero que hacen a la relación con el paciente. Entre las mismas:

- Evitar la biomedicalización del sujeto en cuestiones que son de orden vital si no existe necesidad de ello (duelos, algunos problemas de aprendizaje).

- Propender al discurso activo del paciente, respetando sus silencios y alentándolo a la producción de su propia discursividad, ya que la mayoría de las veces, el paciente es la mejor historia clínica y farmacológica de sí mismo.

- Considerar al paciente como un enigma que se resuelve en una construcción vincular con el médico y el equipo que le asiste, construcción que siempre tendrá puntos de falla y de estancamiento en la misma. A tal fin, evitar en lo posible el par actividad-pasividad donde el primer término se posicionaría del lado del conocimiento médico y la pasividad del lado de la ignorancia del paciente que anula, en el silenciar de su voz, la emergencia de su saber. En términos de la teoría que profesamos, evitar imponer lo real de la realidad clínica en el cajón de la teoría (esto último no implica un deambular a ciegas).

- Por último, estar advertido de la tendencia al encasillamiento y ontologización del paciente en la alienación diagnóstica que fusione el ser con el tener (no es lo mismo, y en los tratamientos esto se advierte, por ejemplo, ser diabético que tener diabetes).

- Ponerse en el lugar del otro. En este caso, sería plantearse las dudas, preguntas, emociones de la persona tratante, a ese otro que sufre y tiene paciencia ante un saber que puede restituirlo a su estado anterior o a uno mejor, luego de esta experiencia.

Hernán Santorsola es psicoanalista. Este texto es un extracto de su libro Gramática del dolor. El fenómeno psicosomático en psicoanálisis (Ed. mandrágorazur), que se presentará este viernes 29 de noviembre a las 17.30 en La Libre, Chacabuco 917, CABA.