Dormir con los ojos abiertos                  7 puntos

Dormir de olhos abertos, Brasil/Argentina/Taiwán, 2024

Dirección: Nele Wohlatz.

Guion: Nele Wohlatz y Pío Longo.

Fotografía: Roman Kasseroller.

Música: Gal Costa y otros.

Intérpretes: Chen Xiao Xin, Wang Shin-Hong, Liao Kai Ro, Nahuel Pérez Biscayart.

Duración: 97 minutos

Estreno: sala Incaa-Gaumont únicamente.

Hay un hilo muy tenue, delicado, que va uniendo las historias de los distintos personajes de Dormir con los ojos abiertos y es el del desarraigo, ese alejamiento de las raíces que supone instalarse en otro país y empezar no sólo a hablar sino también a pensar en otro idioma, muy distinto del propio. Y la directora alemana Nele Wohlatz (Hannover, 1982), radicada durante más de diez años en la Argentina, donde hizo su primer largometraje, El futuro perfecto (2016), sabe muy bien de qué se trata. “En el idioma está todo nuestro ser”, decía entonces la cineasta, que ahora vuelve sobre el tema en su segundo largo, realizado en Brasil con inmigrantes chinos, y que le valió el premio de la crítica en la última edición de la Berlinale, en febrero pasado.

Ya los primeros minutos de Dormir de olhos abertos dan una idea de los tránsitos que propone el film: abandonada por su novio (de voz argentina) en el aeropuerto de Taipei, Kai llega sola a una ciudad desconocida, cuyas playas paradisíacas no logran consolarla de la pérdida. El aire acondicionado de su cuarto no funciona, el agua cristalina del mar está vedada por la amenaza cierta –corroborada por carteles- que anuncian la ocasional presencia de tiburones y Kai no sabe muy bien qué hacer con su soledad salvo vagar por la calles de Recife. Hasta que un encuentro fortuito con Fu Ang, un compatriota que habla mandarín, la sumerge en las historias de vida de otras gentes tanto o más perdidas que ella.

Es muy peculiar el modo en el que Wohlatz va construyendo la estructura de su film, como si las permanentes digresiones no fueran la periferia sino el centro del relato. El cruce azaroso de Kai con Fu Ang será en un comienzo brevísimo, apenas un intercambio de palabras, pero encenderá la chispa de un descubrimiento. En una caja de postales abandonadas, Kai se tropieza con una suerte de novela epistolar, escrita en castellano por otra inmigrante china, Xiaoxin, que da cuenta de la extrañeza de su vida en Recife, adonde llegó después de vivir siete años en la Argentina.

Hay curiosidad en Kai por saber de la vida de Xiaoxin. Esa curiosidad es un poco la misma que la del espectador, que quiere que la protagonista siga leyendo para conocer más y mejor las vidas de esos expatriados, simples trabajadores que sueñan con hacer fortuna vendiendo productos importados de su país, que no siempre tienen el atractivo que imaginan, como esos paraguas de Fu Ang, inútiles en una ciudad donde no parece que alguna vez fuera a llover.

Dormir de olhos abertos expresa la perplejidad frente al mundo como una suerte de comedia triste, plena de malentendidos y desencuentros. Y la ciudad –no podía ser de otro modo en un film coproducido por el cineasta pernambucano Kleber Mendonça Filho, autor de la magnífica Sonidos vecinos (2012)- se impone por su protagonismo, por el modo en el que Wohlatz la filma, encontrando siempre en cada plano algo de la relación de los personajes con un entorno al que no logran habituarse. Ese malestar puede tener que ver con alguna amenaza racista, pero también con la imposibilidad de comunicarse salvo entre sí, entre los integrantes de esa pequeña comunidad de emigrantes en la que no falta un argentino (Nahuel Pérez Biscayart), que extraña a su novia china en perfecto mandarín.

Se diría que lejos de su Alemania natal, con personajes en principio ajenos a su cultura, Wohlatz busca dar cuenta un sentimiento que expresa algo de su identidad nacional. Ese sentimiento –romántico por excelencia- es lo que los alemanes llaman “Sehnsucht”, una palabra imposible de traducir al castellano en todos sus sentidos, pero que tiene que ver con cierta melancolía, con un anhelo que no es necesariamente nostalgia de un pasado irrecuperable sino la búsqueda de algo indefinido en el futuro, un deseo incierto. En ese desasosiego viven los personajes de Dormir con los ojos abiertos.