EL LLANTO 7 puntos
España-Argentina-Francia, 2023
Dirección: Pedro Martín-Calero.
Guion: Isabel Peña y Pedro Martín-Calero.
Duración: 107 minutos.
Intérpretes: Ester Expósito, Mathilde Ollivier, Malena Villa, José Luis Ferrer,
Sonia Almarcha, Lautaro Bettoni.
Estreno en salas de cine.
Coproducción típica en varios sentidos –rodaje binacional, reparto internacional, relato afincado en temáticas universales–, la ópera prima del español Pedro Martín-Calero formó parte de la selección oficial competitiva del último Festival de San Sebastián. Inclusión particular en la principal sección de ese encuentro cinematográfico, ya que El llanto se aferra con firmeza a los recursos del cine de terror, aunque desde luego con ciertas características “elevadas” o, si se prefiere, autorales. La secuencia inicial, potente y visualmente rica, anticipa algunos de los elementos centrales de lo que vendrá: una joven sale a bailar a un boliche con un grupo de amigos y, en pleno ajetreo de las luces estroboscópicas, los movimientos de la chica en la pista se tornan extraños, violentos, alejados de la normalidad. El primer corte lleva el relato a España y a una placa que señala el nombre de la primera protagonista.
Andrea vive junto a sus padres y está en plena preparación de los exámenes universitarios de fin de año; su novio está pasando una temporada en Australia y los contactos son vía chat (el film utiliza la pantalla de cine como reflejo de la más pequeña del celular) y videollamadas. Es durante una de esas comunicaciones a distancia que la joven descubre una figura en el fondo de la imagen, una silueta masculina que no debería estar allí. Primer indicio de las ligazones indirectas con películas como Blow Up y algunos clásicos de Dario Argento, que el guion del propio Martín-Calero y la experimentada Isabel Peña, usual guionista de Rodrigo Sorogoyen, utilizan como carnada narrativa. Al mismo tiempo, Andrea recibe detalles perturbadores de quien fuera su madre biológica, una mujer francesa afincada en la Argentina que la entregó en adopción a días de dar a luz. La visión de un edificio en la ciudad de La Plata, que parece tener un correlato idéntico del otro lado del océano, conjura lo fantástico sin dar marcha atrás (los platenses reconocerán la pequeña torre de inmediato, allí frente a la Plaza San Martín y al lado del cine de la calle 7).
La sangre brota y El llanto se traslada a la ciudad de la diagonales unos veinte años atrás. La protagonista ahora es Camila, una estudiante de cine que debe lidiar con sus colegas varones y un profesor sin pelos en la lengua. Es el descubrimiento casual de una chica que le llama la atención lo que la lleva a filmarla a la distancia, sin mediar autorización. Ella es Marie, cuyo acento francés no hace más que aportar otra pizca de atractivo a su personalidad misteriosa. Lo que se repite, por tercera vez, es la presencia de algo que no parece de este mundo, y mientras la trama sigue desenrollándose como un ovillo el film se roza con otro clásico del horror ochentoso, El ente. Lo que acecha, aquello que es invisible a los ojos pero no a las lentes de las cámaras, no tiene nombre pero sus formas comienzan a delimitarse. En palabras del realizador, las mujeres de su película “atraviesan un momento vital similar: han ingresado en el mundo adulto y, justo cuando están en pleno proceso de desarrollo de su identidad, una fuerza terrible, ajena a ellas, cambia radicalmente sus vidas”.
Con actuaciones intensas pero dramáticamente pertinentes de Ester Expósito, Mathilde Ollivier y Malena Villa, El llanto funciona narrativamente en tanto y en cuanto sostiene su misterio sin ofrecer demasiadas explicaciones. Cuando la cercanía del desenlace empuja a los guionistas a aportar algún tipo de clarificación, la película se encarama sobre la cornisa de la parábola sin llegar a abrazarla por complejo, aunque la simbología ligada a la violencia de género empapa cada fotograma. Signo de los tiempos, la entidad ya no es simplemente maléfica o infernal, sino una mera encarnación de la maldad inherente al hombre: el femicidio como espectro destructor e ¿indestructible?