He sido y soy testigo presencial de las tres desperonizaciones de la Argentina. Pero tendrá el mismo destino que las dos anteriores: el fracaso. La ultraderecha, en su versión libertaria de “¡viva el cáncer” o “muerto el perro se acabó la rabia” (de los antiperonistas históricos), correrá el mismo destino que las tablillas de arcilla de la cultura cretomicénica. En la época arcaica sus invasores quisieron hacerla desaparecer, incendiaron la ciudad; pero lograron lo contrario: que esa cultura trascendiera sus propios límites.

Cuando los dorios invadieron Creta destruyeron el laberinto del Minotauro y, antes de seguir su derrotero colonialista, quemaron las instalaciones palaciegas. Pero allí se guardaban las tablas de arcilla en las que los micénicos testimoniaban su historia que duraba poco, porque no las cocían a fuego para poder borrarlas y volver a escribir.

Esos testimonios se hubiesen esfumado con el paso del tiempo y el deterioro de los elementos. Pero, al provocar un incendio, el calor elevado funcionó como “horno fijador de arcilla”. Todavía puede leerse en ellas. Pasaron a la historia gracias a quienes querían destruir su memoria.

Algo similar están logrando las huestes libertarias en su cruzada contra el peronismo. Porque este movimiento se consolida con las elevadas temperaturas de la injusticia social. Los libertarios destruyen símbolos y obras del peronismo y, al calor de ese fuego destructor, refuerzan la idiosincrasia arraigada en un pueblo que no olvida, aunque a veces se emborracha y vota por su sufrimiento como si fuera por su felicidad. Pero (¡atención!) las prohibiciones despiertan el deseo por lo prohibido.

Por más que insistan los enemigos del justicialismo, se trata de una realidad que atraviesa el cuerpo comunitario, tanto de leales como de oposición. En los dos casos se disfrutan los derechos logrados por el peronismo. ¿Cómo desperonizar el inconsciente colectivo desde políticas benefactoras de ricos? Esos que nunca van presos, como dijo de sí mismo -en el coqueto barrio de Palermo- un vecino que agredía a “negros de mierda”.

Estas violencias están habilitadas por el poder presidencial y su síndrome del cuñado. Ese cuñado “auto hiper valorado” que se las sabe todas cuando en realidad no sabe nada. La denominación científica es síndrome de Dunning-Kruger (o creer que siempre se tiene razón). Lo padecen seres con conocimientos limitados, que se consideran superiores a quienes realmente les superan en capacidad, formación e información. Complejo de superioridad enchastrados de ridículo, peligro y ausencia de empatía con el sufrimiento ajeno, así como ignorancia de todo lo que no sea su propio ombligo.

Tenía cinco años el 17 de octubre de 1945, pero recuerdo. El peronismo fue una bisagra histórica. Se la ubica entre las más significativas después de la independencia. Les trabajadores y las clases relegadas adquirieron protagonismo político y económico. Las mujeres salieron a la palestra educativa, laboral y política. Hasta hubo una arquitectura con estética propia, valga como ejemplo el hogar para niños pobres creado por Evita -devenido hoy hotel cinco estrellas, en Termas de Reyes, Jujuy.

El pecado de Perón fue desairar a la burguesía y a les vendepatria. Y ese es su mérito para que, como las tablillas de Creta, sus principios sigan vivos en el imaginario. “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo, estoy aquí, resucitando”. Repacemos.

Primera prohibición del peronismo:

Queda prohibida en todo el territorio de la Nación Argentina la utilización, con fines de afirmación peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista. Así como signos, cánticos, retratos o esculturas que remitan al peronismo o justicialismo o tercera posición”. Esto es un breve fragmento del Decreto-ley, de 1956, proscribiendo al más popular de los partidos. Había que desperonizar el país. ¿Cuánto duró? Diecisiete años, el peronismo volvió al poder en 1973.

Segunda prohibición del peronismo:

El 24 de marzo de 1976, la dictadura cívico militar prohibió nuevamente al peronismo. Las fuerzas armadas dieron un golpe de Estado salvaje y emprendieron una cruzada sanguinaria implantando el terrorismo estatal ensañado con todo lo que oliera a peronismo que, otra vez proscripto, ahora pagaba con vidas simplemente por pensar con ideas solidarias. La noche volvió a caer. ¿Cuánto duró? Menos de diez años. La democracia se restituyó en 1983 y el peronismo volvió a militar.

Tercera prohibición de peronismo

El acto fundacional de la desperonización en tiempos de cólera libertaria es el intento de magnicidio contra la exvicepresidenta Cristina Kirchner, el bochornoso juicio encubriendo a les culpables reales, la prohibición vitalicia de ocupar cargos públicos, su condena a prisión. Parecería que los fracasos -mal disfrazados con mentiras- de Milei y su ladina “Armada Branqueleone” lo arrastran a otro fracaso: la desperonización no se produce por decreto. Rebautiza edificios y amenaza con demolerlos, elimina simbología justicialista y pretende borrar su épica histórica (como los dorios pretendieron hacer con la cultura cretomicénica) y, en lugar de desperonizar, hablan de “deskirchnerizar”. Creen que reduciendo su potencia exponencial desvalorizan al peronismo. Pues el kirchnerismo es una expresión peronista -una parte fundamental- pero no abarca la totalidad de ese movimiento político.

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¿El punto débil de las desperonizaciones? Ignoran que el peronismo es un Ave Fénix que renace de sus cenizas, que se fraguó durante ocho decenios de trabajo, persecuciones, exilios, resistencia, sintonía con los derechos sociales y defensa de la soberanía nacional, que surgió y se mantiene como proyecto inclusivo, que se introyectó en el inconsciente colectivo construyendo, no demoliendo. Comprende diversas corrientes y partidos. Existen unas cuarenta expresiones peronistas diferentes, como la ortodoxa, la sindical, la kirchnerista, la federal, la del feminismo y las agrupaciones de base esparcidas por todo el país. Este movimiento se fortaleció con la sangre de sus mártires y actualmente puede decir, como Francisco Luis Bernárdez, “después de todo he comprendido / que lo el árbol tiene de florido / vive de lo que tiene sepultado”. No olvidar que luchar contra proscripciones y persecuciones -que huelen a naftalina y arsénico- también nos hace florecer y crecer.