A comienzos de octubre, el festival Mutek Argentina fue vitrina de un puñado de apuestas artísticas nacionales. Una de las más destacadas fue la del músico y productor bonaerense Pondus, quien unió fuerzas con el realizador audiovisual Amarhac para su performance en el festival dedicado a la creatividad digital y la música electrónica. 

El nativo de Castelar adelantó material de su inminente álbum que, según él mismo cuenta, poco tiene que ver con lo que hizo hasta el año pasado. "Será más denso a nivel rítmico y melódico. Tendrá otro grado de complejidad", aclara. "Es un reto que todo sea una evolución constante."

A manera de corolario de su etapa anterior, en 2023 el artífice lanzó el EP Formación Shao: lo más cercano que estuvo Flying Lotus de la música argentina (por más que en 2018 ese grupo abrió el show de Radiohead en Tecnópolis). Esos cuatro tracks, devenidos en seis grados de separación con respecto al excelso productor musical norteamericano, son un notable ejemplo del legado que tuvo el álbum Cosmogramma (2008) en las futuras generaciones de arquitectos sonoros en todo el mundo. 

Sin embargo, y pese a que se trata del mejor alumno local del hiphopero californiano, el disco desborda personalidad propia. Incluso en su concepto, en el que el seudónimo de Julián Cobbe apela por el onirismo instrumental para recrear la lid entre el lado oscuro de la fuerza y el lado espiritual.

"Lo de Shao tiene que ver con un personaje que construí para el EP", ilustra el autor de 24 años sobre el eje del relato que sostiene a este ensayo de hip hop experimental. "Desde mi primer EP, Ciclo Xerf (2022), pasando por Formación Shao y todos los singles que saqué, creé un mundo arriba de las nubes. Shao es un ente que enseña técnicas de combate a los guardianes que luchan contra las fuerzas del mal."

Si bien Pondus expone que su costado espiritual no era tan explícito, el material que prepara lo dejará más en claro mediante los títulos de los tracks y algunos pasajes musicales. "Estoy cómodo con que no se entienda la parte más abstracta de mi música", revela. "Lo que más disfruto es generar espacios y situaciones. Por eso es consciente la decisión de no cantar. La voz dicta mucho."

Tras tatuarse (literalmente) la tapa del disco emblemático de Flying Lotus, la novel figura ahora baraja otras posibilidades en su epidermis. "Haré una curaduría de tatuajes a ver a quién se acerca más", bromea. Y es que amplió su caleidoscopio de referencias. De hecho, para la confección de su inminente repertorio, en el que se aleja del hip hop para adentrarse en las profundidades de la vanguardia musical, acudió a fuentes como el artista japonés Ryuichi Sakamoto, el jazzero Sun Ra, el productor musical inglés Iglooghost y María Elena Walsh. "De ella tomé las melodías y los mensajes", justifica. "Mi intención es abordar cuestiones de la naturaleza y paisajes, y ella siempre apuntó al cuidado del medio ambiente, del suelo argentino y al amor y respeto mutuo."

Un rasgo que define a Pondus es que le encanta patear el tablero. Y además lo hace con pasión. "Arranqué en la música como bajista de bandas de rock a los 12 años, y a los 18 me interesé por una música más experimental", evoca. "En 2018 empecé a hacer beats de hip hop, y ahora transiciono hacia la electrónica y mezcla de géneros. No puedo ver la vida a través de otra forma que no sea el arte. En la historia de la Argentina, el arte tiene un papel fundamental en términos de identidad, cultura y comunidad. Por eso, hoy más que nunca, hay que estar presentes. Charlando con gente de mi edad, comprobé que éste es un motor que no frena y que genera discusiones como nunca antes. Cuando dudé en seguir haciendo arte por la realidad del país, me ayudó saber que otros siguieron adelante pese a todo."


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