El faltazo oficial a la conferencia anual de la UIA fue una demostración del rechazo del presidente a un sector económico “adicto al Estado”, protegido con recursos que “se le robó al campo” y parte responsable de “nuestras crisis económicas estructurales”, tal como sostuvo Milei en el día de la industria frente a empresarios que lo aplaudían.

El amor mileísta no correspondido de gran parte de los empresarios industriales, tanto grandes como chicos, se reflejó en el “es con nosotros, no contra nosotros” que suplicó al gobierno el vice de la entidad empresaria, Martín Rapallini, durante su discurso.

"Los industriales, no hemos tenido, no tenemos ni pedimos privilegios. No pedimos protección, queremos igualdad de condiciones para poder competir. Es ante la falta de igualdad que necesitamos una defensa, defensa del ataque de países que subsidian la producción, los insumos y las exportaciones. Países y sistemas que no cumplen con las reglas de comercio internacional establecidas", continuó Rapanelli en referencia a la dificultad de competir con la producción china, que goza de amplio apoyo del Estado.

Pero Milei sólo tiene de Trump el conservadurismo social y el espíritu antiestatal, y a contramano del naciente proteccionismo norteamericano y de la ultraderecha europea, la política económica argentina es de fomento a las importaciones, tal como muestra la reciente eliminación del impuesto país con un dólar cada mes más barato.

Mientras tanto, la producción industrial muestra una importante caída respecto al año pasado, que se refleja muy parcialmente en la baja acumulada del 12,7% en el índice del Indec, por la elevada ponderación que goza dentro de él la industria alimenticia --que se expandió principalmente por la recuperación del proceso de soja y maíz afectado por la sequía en el año pasado--. Muchos sectores tienen caídas acumuladas de más del 20% en su producción, hecho que se traduce en la desaparición de más de 30.000 empleos formales industriales desde la asunción de Javier Milei como presidente.

Frente a la caída de la demanda interna y la creciente penetración de importaciones que dañan su producción, los empresarios reclaman bajas impositivas y desregulación laboral, como si desfinanciar al Estado y precarizar las condiciones de trabajo les permitiera emparejar la cancha frente una producción asiática cuya escala global y elevado desarrollo tecnológico, difícilmente pueda ser compensado por alguna empresa local.

Esa inviable estrategia de defensa puede deberse a una deficiente claridad de cuáles son sus intereses, obnubilados por la fuerte penetración en los empresarios del discurso liberal. Pero también hay en la UIA algunos empresarios inteligentes, que ya diversificaron ampliamente su matriz económica lejos de la producción industrial, y quieren aprovechar una política económica que asfixia la producción para barrer con el poder sindical y estatal, sobre el que suelen estructurarse los gobiernos populares. Para ellos, la destrucción de la industria es un daño colateral en su guerra contra el “populismo”.