Este libro “está escrito para quienes desde hace años vienen organizándose y resistiendo las políticas de ajuste y saqueo, para quienes ya tienen el hábito de la militancia, y también para quienes se están sumando al activismo en el asfixiante contexto actual e incorporaron en su rutina acciones de resistencia.” El prólogo de “Manual antirrepresivo. Herramientas militantes desde la praxis jurídica”, del colectivo de abogades populares La Ciega y editorial La Caldera, irrumpe como herramienta de defensa y supervivencia en medio de la profundización del sistema represivo del Gobierno de Javier Milei. “Comenzó a delinearse al calor de las urgencias contra la arbitrariedad policial”, sostiene la activista feminista, abogada y educadora Lucía Sbriller, integrante de La Ciega. “Hay un intento muy fuerte de acobardarnos, en un momento que como pueblo sentimos que necesitamos estar en las calles.”

El ataque institucional recae sobre jóvenes, migrantes, artistas callejerxs, vendedores ambulantes, mujeres, niñeces, personas lgbttiq+, organizaciones sociales, políticas, sindicales, referentas barriales, comedores, bachilleratos populares. En esa lista de horror inacabable, el trabajo se propone como insumo de recomendaciones y advertencias para el autocuidado de todo el activismo. “Y para evitar o minimizar las consecuencias de la represión policial y la judicialización constante del legítimo derecho a la protesta”, advierte Sbriller.

¿Cómo empezaron a elaborar este manual?

-Lo pensamos a partir de algunas cosas que tienen que ver con el contexto, pero como colectivo venimos trabajando el eje antirrepresivo hace diecisiete años. Es nuestro tercer libro; el primero lo realizamos en 2012, con una asamblea de activistas en La Plata, y en momentos de una fuerte agresión policial a les compañeres trans y travestis. Ahí hay algunos antecedentes, no sólo de pensar lo antirrepresivo sino en función de acompañar a las comisarías cuando detenían a compañeras. El segundo texto surgió a partir del trabajo que hicimos con los migrantes senegaleses, también en La Plata, a quienes acompañamos desde 2018, y que en general son manteros. Está traducido en su idioma, el wólof, pensado para que sirviera a esa comunidad. Todos estos materiales van de la mano de talleres y debates con colectivos de diferentes lugares del país. Este último libro es el resultado de esos encuentros, y de hecho es un antecedente directo de otro trabajo en línea antirrepresiva que hicimos con la Universidad Piquetera del FOL.

El trabajo plantea que desde la llegada de Javier Milei al Gobierno, las élites gobernantes y los grupos de poder concentrados “sindican sin escrúpulos todo acto de protesta como un acto criminal”.

-Este año se da una coyuntura súper compleja. Es hora de decirlo, en términos represivos y penales hay un fuerte avance de judicialización a compañeres que marchan en una movilización, en un corte de ruta, en quienes defienden los recursos naturales, pero también contra el movimiento piquetero en particular, con los avances de allanamientos, causas penales de criminalización, no sólo de una forma de lucha puntual, sino de la propia forma de organización. 

Lograron conjugar un material preventivo que también complejiza y amplía las prácticas de cuidado.

-Había una carencia de un material que lograra conjugar distintas cuestiones que se venían viendo de manera separada. Queríamos que fuera material federal, pensado para la criminalización de la pobreza, las criminalizaciones en los barrios, en manifestaciones políticas o sociales, y también para los procesos de judicialización. Pero nuestra preocupación central era cómo hacer para que no nos venza el miedo. Hay un intento muy grande de que nos gane, en un momento que como pueblo sentimos que necesitamos estar en las calles. De cara al movimiento piquetero, por ejemplo, les dicen "si salís a movilizar, te vamos a sacar el programa", "si salís a movilizar con tus hijes, te los pueden quitar". O, "si salís a movilizar podés caer en cana" y “además ahora te podemos dejar muchísimos días adentro”. Este manual busca aportar una herramienta para que ese salir a la calle no quede solo en manos de personas valientes o heroicas, sino que todes podamos construir estrategias para cuidarnos y seguir ocupando los espacios públicos. 

¿Ese “fortalecimiento de la resistencia” que propone el manual está atravesado por la perspectiva de géneros?

-Nuestra propuesta tiene que ver con que el manual sirva para acompañar ese crecimiento de la resistencia. Así como hay una fuerte voluntad de construcción de generar miedo y pánico, todo esto también tiene que ver con algo que aprendimos del feminismo, que es cuidarnos para estar en la calle, con todas las herramientas que podamos construir para que implique la menor cantidad de peligros posibles. El fortalecimiento de la resistencia tiene que ver con ese granito de arena que ponemos para que podamos seguir resistiendo y para que esa resistencia nos convoque a todes. Necesariamente está atravesado por una perspectiva de género. En el movimiento feminista hemos aprendido de autodefensa, de criminalización y represión; la masividad y la voluntad de lucha del feminismo ha tenido una respuesta fuertemente represiva, y desde ahí construimos mucho de lo que aparece en el trabajo. Por otra parte, debe ser una práctica de resistencia que contemple sus cuidados, y eso tiene que ver con pensarlo por fuera de una dinámica más clásica e incluso de algunas militancias más patriarcales. Los cuidados apuntan a que muchos cuerpos podamos habitar las calles.

¿Que les revelaron los talleres para poder volcarlo en la elaboración del libro?

-Marcamos que en la Argentina existe una criminalización 2.0, y ubicamos su génesis en el período gobernado por el macrismo, que apunta a las dinámicas de la criminalización, y consiste en judicializar pautas y criterios de las organizaciones, no un hecho puntual. Sin duda, es uno de los elementos novedosos y que este año redundó en allanamientos y en seguimientos de causas para muchísimas personas, con mucha violencia, que avanzan de manera veloz. Debemos aprender de esa trayectoria de criminalización, porque creemos que ahí se basa el poder punitivo, y si no aprendemos de las estrategias que se han desplegado en los distintos lugares, es muy difícil ver cómo lo enfrentamos. El otro cambio de dinámica más manifiesto se vincula con las detenciones masivas, con la voluntad de avanzar en criminalizaciones más complejas y con el hecho de mantener detenides a compañeres y compañeros durante tantos días o semanas. Todo esto es muy diferente de lo que venía pasando, y aporta a esta construcción del miedo, de la agresividad y de la belicosidad con que se ataca a las manifestaciones populares.

El Gobierno apunta especialmente a perjudicar, hasta que acabe su mandato, a mujeres, niñeces, lgbttiq+, migrantes, precarizades y trabajadores.

-Para la destrucción de todos nuestros derechos laborales también hacen falta todas estas prácticas represivas que buscan anular o destruir las formas de decidir nuestras existencias, que por suerte están tan arraigadas en nuestro pueblo. Y es ahí donde aparece esta voluntad del Gobierno, de hacer cualquier cosa para sacarnos de la calle, y forja esos ataques particularizados. Hay una voluntad de ataque muy incisiva y profunda hacia todos estos colectivos, y se va consolidando un sesgo de construcción de unx otre que es racista, misógina y transfóbica.

¿Creés que se está frente a una nueva construcción de terror institucional?

-No sé si diría terror institucional, pero sí una voluntad enorme y clarísima de construir miedo en quienes estamos enfrente, viendo nuestros derechos vulnerados, y en quienes podemos salir a la calle. Repito mucho salir a la calle porque me parece un terreno de disputa muy fuerte, y esto desde el protocolo antipiquetes de Bullrich. Me acuerdo del último 20 de diciembre, como un espacio de disputa evidente. Hay una voluntad clara de sembrar miedo y de sembrar la idea de mejor quedarse cada une en su casa, como si de verdad cada une se salvara solx. Precisamos tensionar este miedo, poder saber que construimos nuestra seguridad, nuestros derechos y nuestros avances juntes y en la calle, y que nunca sacarnos de lo colectivo va a ser una solución. Y creo que, precisamente, tenemos que intentar responder que para salir de esto necesitamos seguir estando en todos esos lugares de los que ellos nos quieren afuera.