“Descubrí este texto escondido entre mis notas, como una garrapata entre los pelos de un animal. Fue en diciembre de 2019, cuando ya llevaba varios años entregada a la crianza de mis hijos, con gran convicción y con gran agonía, según la época. Ese diciembre, mientras embalaba cajas para una mudanza que estaba por emprender, descubrí en mi casa vieja una libreta de apuntes cuyas fechas coincidían con el lapso en el que habían nacido mis dos hijos”, comienza el nuevo libro de la escritora colombiana Margarita García Robayo, El afuera (nuevos cuadernos Anagrama). Las notas que descubre, y que fueron escritas durante la pandemia, se conectan con reflexiones del presente sobre la maternidad y el mundo exterior, sobre las desigualdades, el amor y el deseo.

En el libro decís que “la maternidad te baja el copete”, ¿podrías explicarlo?

--Sí, quiero decir que una madre no es más la estrella de su vida, porque rápidamente se le corren las prioridades. Justo en el libro hay un poemita que me encanta, y viene a cuento, es de Mary Oliver y dice así: Para vivir en este mundo debes ser capaz de hacer tres cosas: amar lo que es mortal; sostenerlo contra tus huesos sabiendo que tu vida depende de ello; y, cuando llegue el momento de dejarlo ir, dejarlo ir.

Hay otra frase sobre la que me gustaría charlar que tiene que ver con que el amor tradicional, fervoroso, protector, no está bien visto...

--Creo que es una reacción lógica a cómo se ha romantizado la maternidad históricamente, cuando en realidad también tiene un montón de cosas que no son nada románticas y que bordean incluso lo grotesco. Yo nunca me planteé ser mamá, no fue que tenía esa idea en abstracto. Pero cuando conocí al papá de mis hijos nos preguntamos si queríamos un hijo y la decisión fue conjunta. Y cuando fui mamá sentí que me salía bien, que es una sensación tan poco frecuente (por lo menos para mí); que había algo, una destreza que desconocía, con la que me sentía cómoda porque todo fluía muy orgánicamente. Creo que el problema que planteas es, justamente, haber pasado de edulcorar la maternidad a satanizarla, y en el medio creo que se pierde algo del carácter filosófico de esta experiencia que me parece interesante para reflexionar.

Durante una mudanza, la autora descubre una libreta de apuntes que tuvo en la época en la que nacieron sus dos hijos. Esas notas del pasado se conectan con reflexiones del presente sobre la maternidad y el miedo al mundo exterior.


Cuando hablás de la mujer ex guerrillera de Colombia, retomas una frase suya ‘si tu vida te gusta mucho, no servirás para un para un proyecto colectivo’, ¿cómo lo explicarías?

--Pensé y escribí este ensayo durante la pandemia, que puso en escena la mezquindad y el individualismo que ya venía cocinándose silenciosamente, y sin que se nos moviera un pelo, desde mucho antes. Esta tendencia de cierta clase media formada a encerrarse, a lidiar poco y nada con el afuera, a considerarlo una amenaza, etcétera. Por otro lado, retomo lo de los chats de madres que, por supuesto, se pueden caricaturizar, pero para alguien como yo que no tiene familia acá, esos grupos son un sostén. Ahí busco información y saberes que no tengo y a los que, de otra forma, no podría acceder. Y eso me resulta útil en la crianza de mis hijos. Recuerdo a esta madre médica que explicó lo de la inmunidad social en un chat, está relatado en el libro, y en ese momento me pareció haber dado con una metáfora perfecta de cómo debía funcionar una sociedad equitativa y solidaria. Buena parte de las personas que nos vacunamos, no necesitamos las vacunas que nos ponemos, pero hay que ponérselas porque vives en sociedad y hay gente que es mucho más vulnerable y a la que perjudicas si no te vacunas. Ese tipo de ideologías, dentro de un colectivo, representan un privilegio para uno mismo pero un perjuicio para el resto. Me parece una buena síntesis de la idea de vivir en comunidad: cuando una mayoría se moviliza en favor de una minoría. Los proyectos colectivos de los que habla la ex guerrillera, no pueden emprenderse sin resignar buena parte de la individualidad. Nunca puede ser más importante el individuo que el conjunto.

Cuando hablás de la inseguridad versus seguridad, decís que la ‘seguridad es una palabra con demasiada munición en países donde hace nada, hubo una dictadura militar’

--Sí, a mí me llama mucho la atención ese término, que es muy argentino; en otros lugares se llama de otra forma y es curioso que hayan elegido esa palabra acá, porque el antídoto vendría siendo “la seguridad” y, conceptualmente, la seguridad en Argentina tiene una carga distinta a la que puede tener en otro país.

Otra frase que me quedó resonando es: ‘si los hijos no son satisfactorios para el mundo el mundo te los devuelve, como el mar te devuelve un juguete oxidado’

--No sabes cómo me afecta eso, todos los días en algún momento me cuestiono acerca de este problema sin solución a la vista: el de estar “entrenando” niños dentro de un sistema que los obliga a convertirse en gente que le sirva al mundo, y si no le sirve, si se sale un poquito de norma, qué pasa con ellos. Me pidieron un texto para un libro de Vinilo que se llama El libro de la fobias, el que yo escribí se llama "Fobia a la felicidad" y creo que es como un desprendimiento de este ensayo. Ahí describo la imagen de alguien que cuando nace le entregan un palito con el que debe trazar una circunferencia a su alrededor, como para blindarse y protegerse y sobrevivir. Y, a lo largo de la vida, entran dos, tres personas más en ese círculo, y no muchas más. Creo que es una manera de graficar este rasgo mezquino del que hablamos: yo protejo a los míos y los demás que se jodan. Lo que está por fuera de ese círculo, no me importa nada o me importa muy poco.

Retomo algo para el final y es lo que decís sobre la palabra, que es todo lo que tenés para darles

--Vuelvo a esto de qué es lo que uno le puede dar un hijo para que sobreviva en el mundo, y para mí la palabra ha sido un arma importante en la vida. Nunca tuve más que eso y creo que es un legado bastante importante, no sé si suficiente, pero me parece esencial que puedan, con la palabra, hacer cosas, decir cosas, expresarse, defenderse, defender a otros. Cuando digo lenguaje también digo voz: que sepan que tienen una voz y que pueden usarla.