"Siempre me sorprende que la gente siga queriendo hablar de ello", dice Lorraine Bracco, con un aire de humeante desconcierto. "Salgo, voy a cenar y siempre, siempre se vuelve a Buenos muchachos y Los Soprano". Hay una buena razón para ello. Como Karen Hill, la esposa del mafioso ascendente de Ray Liotta en el clásico de Martin Scorsese de 1990 que definió el género, Bracco se aseguró un pequeño pero eterno lugar en la historia del cine. Y como la Dra. Jennifer Melfi, la astuta y erudita psiquiatra del Tony de James Gandolfini en Los Soprano, hizo lo mismo en televisión.

Aparentemente, no es de ninguno de estos proyectos por los que se realiza la comunicación con Bracco, por teléfono desde su casa de Bridgehampton, Nueva York. Pero sus dos papeles emblemáticos no pueden evitar colarse en la conversación. Es verdad lo que dicen, la mafia está metida en todo.

Bracco, que ahora tiene 70 años, está aquí para hablar de Monster Summer, una película que recuerda a Stranger Things y que sigue a un grupo de adolescentes de un pequeño pueblo estadounidense que investigan una serie de sucesos paranormales. El elenco adulto incluye a Mel Gibson y un Kevin James con sombrero de cowboy. Bracco interpreta a la señorita Halverson, una enigmática mujer mayor cuya llegada al pueblo coincide sospechosamente con la amenaza sobrenatural. Su personaje es, "como diría Hitchcock... el McGuffin", se ríe.

La voz de Bracco, fibrosa e inconfundible incluso en su juventud, ha adquirido una decadencia arenosa en los últimos años; aun así, su risa se quiebra en una carcajada aguda. Comparando Monster Summer con inspiraciones como Los Goonies y E.T.: El Extraterrestre, Bracco explica: "El guión parecía de la vieja escuela... niños en bicicleta en verano, jugando al béisbol, y de repente todo se vuelve loco y da miedo. Eso me gusta".

Su coprotagonista Gibson es una figura notoriamente controvertida, desde una serie de escándalos en la década de 2000, que incluyeron acusaciones de violencia doméstica y comentarios antisemitas. El actor de Arma mortal "hacía tiempo que se había ido" cuando Bracco llegó para rodar sus escenas en Monster Summer, pero ella sólo tiene cosas buenas para decir de él. "Es encantador, inteligente, guapo... realmente, muy guapo. Y un gran director. Corazón valiente es una película magnífica".

Montser Summer.
 

Para Bracco, Monster Summer supuso sobre todo trabajar con los niños protagonistas de la película (entre ellos Mason Thames, de The Black Phone, y Julian Lerner, de Broadway). Es un terreno conocido. Menciona, por ejemplo, la película de 1992 Vuelo a la libertad, que protagonizó junto a los entonces niños Elijah Wood y Joseph Mazzello. "A nivel humano, siempre llevaba a los niños a comer o cenar, para que sintieran que yo era más una amiga-mamá que una actriz", recuerda. "Así que siempre rompía un poco ese molde, y luego reaccionaban ante mí como Lorraine".

Leonardo DiCaprio, por su parte, sólo tenía 19 años cuando Bracco interpretó a su madre en 1995 en el drama sobre adicciones The Basketball Diaries. "Era un bebé cuando trabajé con él", se ríe. "Cuando me dieron el guión por primera vez, eran como cinco líneas, y le dije: 'Leo, ¿qué querés que haga con esto?' Me contestó: 'Lo que quieras. Me anoto, hagámoslo'. Y realmente creamos esa relación en el set. Es impresionante, creeme. Sigue siendo impresionante". El vínculo entre madre e hijo fue el epicentro emocional de la película, resumido en la famosa escena a ambos lados de una puerta cerrada en la que Bracco se enfrenta a la crisis histérica de DiCaprio.

La propia Bracco no empezó a actuar hasta relativamente tarde, para los estándares de la industria. Hija de madre inglesa y padre italiano, creció en Long Island, antes de trasladarse a Francia y trabajar como modelo durante toda su veintena. Tenía 25 años cuando consiguió su primer papel en el cine, en la película francesa Duos sur canapé, pero tendría que pasar otra década -y una rigurosa formación técnica impartida, entre otros, por la legendaria entrenadora de actores Stella Adler- antes de que intentara triunfar en Hollywood.

En Buenos muchachos, Bracco tenía 36 años y era madre. Todo ello la hacía perfecta para encarnar a la comprometida Karen Hill. Piensa en la eterna escena en la que Liotta se despierta y se encuentra a Bracco a horcajadas sobre él, con una pistola apuntándole a la cara. Una ingenua no lo habría conseguido. "Cuando te convertís en una gran estrella a los 16, 17, 18 años... es muy confuso, toda esa fama y dinero y los problemas de confianza", dice Bracco. "Creo que pasan muchas cosas con cualquiera de estos jóvenes actores. Yo ya era madre de dos niños. Todavía estaba haciendo avena  para los desayunos cuando salió Buenos muchachos. Así que tenía los pies en la tierra".

Buenos muchachos, al igual que el resto de la obra de Martin Scorsese, ha sido objeto del discurso crítico a lo largo de los años. Recientemente, Nicole Kidman lanzó una crítica (bastante benigna) al director, diciendo que le encantaría trabajar con él, "si hace una película con mujeres". Cuando se lo comento a Bracco, se muestra diplomática. "No creo que se equivoque", dice. "Ha habido papeles femeninos fuertes -un papel- en cada una de sus películas. En Toro salvaje tenías a Cathy Moriarty, a Sharon Stone en Casino... pero la única película protagonizada por una mujer que creo que realmente hizo fue con Michelle Pfeiffer (La edad de la inocencia). Aparte de eso, es muy masculino. Así es él. Ése es su tema. Eso y la religión".

Pero entiende de dónde viene Kidman. "Haciendo Buenos muchachos estaba rodeada de diez tipos", dice. "Todos estábamos rodeados de hombres, y hombres que Scorsese utiliza todo el tiempo. Así que hay una enorme comunicación entre un director y un actor". ¿No fue intimidante? "Sí - y la única gracia salvadora que tuve fue Ray Liotta", dice (Liotta también era un primerizo de Scorsese). "Me encanta Ray. Lo quería, lo quería, lo quería. Fue realmente mi compañero de fechorías en esa película".

Con Ray Liotta en Buenos muchachos.
 

No obstante, Bracco es muy efusiva en sus homenajes a Scorsese, a quien considera "uno de los diez mejores directores de nuestra generación". Lo mismo dice de Ridley Scott, que la dirigió en 1987 en La sombra del testigo. "Aquella película no fue un gran éxito, pero aprendí mucho de Ridley", dice. "Y fue tan hermoso guiándome, enseñándome y creyendo en mí. Hermoso, hermoso. Sabés, esto es lo que pasa con Ridley: por mucho que haga Gladiador y Alien, porque le encantan todas esas cosas de miedo... Creo que una de las partes más hermosas de Ridley es que ama a las mujeres".

Hay algo inconteniblemente encantador en el entusiasmo de Bracco por el cine. Le encantan las películas, y sus respuestas no dejan de evocar viejos clásicos, actores famosos, cineastas; parece haber conocido a casi todo el mundo. Me pica la curiosidad: Le pregunto quién más está en su Top 10. La respuesta es agradablemente ecléctica: nombres que van desde Steven Spielberg y Clint Eastwood hasta George Lucas y Pablo Larraín. Bracco afirma que nunca ha tenido una lista mental de directores con los que le gustaría trabajar -algo inusual, quizá, para una actriz-, pero parece, no obstante, que se ha abierto camino a través de una buena parte de su panteón personal.

En lo que respecta a la televisión, Los Soprano ocupa más o menos la cima de todos los panteones. Según Bracco, uno de los efectos secundarios del interés que despierta la serie es la oportunidad de aprender cosas que no sabía durante su producción. Menciona el "brillante" documental Wise Guy: David Chase y los Soprano, producido con motivo del 25º aniversario de la serie. "Descubrí todas estas cosas que no sabía sobre Chase y los actores... porque realmente sólo trabajé con Jim Gandolfini. En realidad no estaba al tanto de mucho de lo que pasaba en el set, excepto de lo que pasaba entre Jim y yo en el despacho de Melfi".

Habla con calidez y agridulzura de Gandolfini, que murió de un ataque al corazón en 2013, y de hecho de la doctora Melfi, el tipo de personaje rico y lleno de capas con el que soñaría cualquier intérprete. "Una de las cosas que era muy importante -e inusual- era que era una mujer italiana muy culta", dice. "Eso no se ve nunca. Así que eso fue algo que me impulsó a crearla". Bracco tiene sus propios problemas con el anticlimático final de la historia de Melfi. "Nunca me gustó la forma en que terminó nuestra sesión juntos", dice. "Me pareció muy abrupto. Pasaron años juntos. Creo que ella le tenía cariño. Quería que mejorara".

Con James Gandolfini en Los Soprano.
 

Trae a colación la trama más controvertida de su personaje: el episodio en el que la doctora Melfi es violada, y finalmente decide no vengarse de la mano de Tony. "Estaba muy, muy disgustada con eso", dice ahora. "Al principio no lo entendía en absoluto. De hecho, leí la mitad del guión y llamé a David, y le dije: '¿Por qué le hacés daño? De todas las personas, ¿por qué harías esto?' Le dije, estoy tan enojada. Ni siquiera pude terminar el guión'. Y él dijo: 'Bueno, ¿podrías terminarlo y luego me llamás?'".

"Estaba enojadísima", continúa. "Y luego, cuando llegué a la última palabra, realmente me hizo parar y pensar: '¿Qué demonios está pasando aquí? Y me di cuenta de que era la bifurcación en el camino de la moralidad para la Dra. Melfi. Y llamé a David. Le dije: 'OK, lo he pensado. Lo he entendido. Adiós'. Y eso fue todo".

Supongo que así es Bracco en pocas palabras: franca, segura de sí misma, pero inteligente y flexible cuando se trata de sus propias decisiones creativas. "No me quejo de nada. A los 70 años me siento como si aún tuviera ocho, todavía quiero hacer cosas", sonríe. Dicho esto, está agradecida por las cosas que ya ha hecho. "Creo que lo que me mata es que la gente siga hablando de Los Soprano y siga viéndola", añade. Hay cosas peores por las que ser recordada.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.