“Uno está peleando por la posibilidad de representar al país. Pero para eso tenés que ganar la posibilidad de representar a tu provincia, y para eso ganaste la posibilidad de representar a tu ciudad, hasta tu barrio, y así hasta tu apellido”. Ramiro José Verdoljak es conocido en el mundo del rap simplemente como Stuart: el muchacho que arribó hace ya unos años a Buenos Aires desde Coronda, Santa Fe, y que hoy es el campeón argentino de Red Bull Batalla.

Ahora Stuart está en Madrid junto a otros quince freestylers de habla hispana, a la espera de uno de los eventos más importantes de su carrera. Ganar la Red Bull Batalla Internacional significa ser llamado “campeón mundial” hasta el fin de la Historia. Este sábado desde las 16 también van a pelear por ese título otros dos argentinos: Mecha, tercer puesto en la edición pasada, y Exe, subcampeón nacional, elegido por el público. 

“Al menos en mi forma de ver el freestyle, mientras más grande es el evento, los niveles más tienden a descender”, analiza Stuart. “Eso va de la mano con la presión que te impone el público en mayor cantidad y las expectativas de saber que, si ganás ese evento, no es lo mismo que ganar una nacional. Creo que ahí va a estar el punto de quiebre, intentar sentirte con confianza y rapear como pudiste hacerlo en alguna jornada de FMS, o como lograste rapear en la nacional”.

El título de campeón local en el circuito mainstream ya le había sido otorgado en la edición pandémica de la FMS local, cuando acaso la ausencia de público in situ obligó a poner más el ojo en los debates argumentales que en los acotes sangrientos o cualquier tipo de acrobacia escénica.

Cuando no busca amedrentar sino parar al rival frente a su propio vacío, cuando en lugar de sacar pecho curva la espalda, cuando no se preocupa tanto por el flow o por gritar la cuarta barra, cuando no piensa en atacar más que el oponente sino en contraatacarlo, Stuart rompe con el estereotipo de rapero de combate.

“Yo sufro el momento de batallar”, confiesa. “Nunca subestimé ningún evento y tampoco soy una persona muy confiada en lo que hace. Siempre intento ser extremadamente espontáneo arriba del escenario, eso provoca que la seguridad sea medio en vano”.

Así había llegado hace un mes a Obras para disputar la nacional de Red Bull. “Fui sin demasiadas expectativas, no había tenido una semana buena en lo anímico. De vez en cuando en el día me quedo mirando el cinturón, pensando en qué loco es haberme metido así en la historia del freestyle. Me llena de un orgullo inmenso”.

Menos del manual de la calle y más del ámbito hogareño, menos impostura turra y más hombre de familia, la prosa de Stuart se hace grande en el terreno de la lógica, por lo que sobre el escenario prefiere la argumentación antes que la supervivencia del más fuerte.

“Me parece que esa es mi mejor herramienta a la hora de batallar. Te escucho, te presto atención e intento crear una leve discusión sobre lo que acabas de decir”, concede. “Cuando me imponen un rol determinado, yo suelo aceptarlo para atacar desde ahí, porque normalmente el rol que te impone el otro es uno de menor importancia que el que se da a sí mismo”.

En ese juego de David contra Goliat que al parecer le divierte, se recuerda esa vez que, en la FMS 2020/21 que terminaría ganando, le contestó a Nacho: “Si decís que soy loro, no me enojo/siempre y cuando admitas que tenés el parche porque yo te piqué el ojo”.

“Muchas veces aprovecho ese contrapunto para decir: ‘Ok, acepto que soy el loro que está en tu hombro. ¿Y yo qué poder tengo? Puedo repetir lo que decís, puedo hablar con vos o puedo hacerte una herida en el ojo, que es algo también muy peculiar de un pirata’. Pero, para eso, uno necesita de un rival que te brinde argumentos, puede pasar con freestylers que son muy combativos argumentalmente, como Larrix, Tata o Mecha. Personas que siempre dan algo de dónde agarrarte”, admite el santafesino de 30 años.

  • ¿De dónde sale esa habilidad argumental?

  • Supongo que es algo de mi día a día. Me encanta debatir por el deporte de acercarme lo más posible a la verdad. Soy una persona que suele sacar conclusiones. Si preguntás sobre freestyle, sobre cine de superhéroes, sobre libros, fútbol, o lo que sea, voy a tener un pensamiento más o menos armado. Soy un ser que está bastante consciente de las cosas que le interesan, entonces todo el tiempo sostiene un debate en silencio consigo mismo, y aprende. De chico, mi vieja me decía que tenía que ser abogado porque me gustaba discutirle todo. Supe extrapolar eso al freestyle bastante bien.

  • ¿Fue cambiando el tipo de discusión que se suele dar en las batallas a lo largo de tu recorrido como freestyler?

  • Creo que en parte siguen siendo las mismas. Hay un ciclo que se va repitiendo, ahora se habla mucho de “saltar al vacío”, de improvisar, algo que ya pasó hace dos o tres años. Esto mismo, quizás con otro nombre, era aquello de artista contra deportista. Y tres años antes también se había tenido esa discusión, tal vez con otro nombre. Entonces se sigue discutiendo sobre lo mismo, pero ya cada uno con distintos caudales y defendiendo lo suyo desde lados diferentes. Son olas, siento que hay una gran grieta, hay más discusiones de las que debería haber, hasta un punto en el que creo que se le hace bastante mal al freestyle. 


  • ¿En qué sentido?

  • A mí me encanta debatir para llegar a algo parecido a una verdad. Siento que hay mucho debate malicioso en el que la idea es más tener la razón o generar algo sensacionalista, que una cura para el freestyle. Lo que más daño le hace a la disciplina son las expectativas de que esto te tape emocionalmente como lo hacía hace unos años, cuando esas expectativas no existían. Estamos pidiendo que el freestyle genere en nosotros algo natural. Y no puede ser así, porque lo estamos esperando.

  • ¿Una exigencia de volver al pasado?

  • “Entreteneme como me entretenías antes”. Antes no lo pedías, simplemente ocurría. Podría hacer una analogía con grandes fenómenos de los últimos años, como el cine de superhéroes. Ahí pasó algo parecido: hace unos años era una locura, todos querían ser parte, hasta que ese fenómeno empezó a formarse por lo que los mismos fanáticos querían. Hoy el fanático no quiere que le des lo que quiere, busca que lo sorprendas, pero tampoco pretende que sus expectativas no sean cumplidas. Entonces opina, pide lo que quiere y, cuando se lo dan, recuerda que se lo dieron porque lo pidió. Eso ya no te gusta en el arte. En el arte te gusta que te sorprendan con cosas distintas, emocionarte, que es lo lindo del cine y de las batallas de freestyle.

Stuart vino trabajando en una serie de colaboraciones que están por salir. Ya está en el ruedo de la FMS local, a la que volvió después de un paso fugaz por FMS Colombia el año pasado. Ahora lleva dos batallas ganadas y dos perdidas, pero dice no sentir la obligación de volver a ganar ese título. “Fui campeón hace tres años, es una presión que ya no tengo. Ahora la cuestión es intentar no descender. Así quizá pueda pelear, o no, tampoco voy enfocado en eso, quiero disfrutarlo. Lo que más esperaba era juntarme con los chicos, volver a los viajes como en 2018 y 2019, las primeras temporadas de FMS pre pandemia. Son esas cosas que hacen que en el evento puedas dar un buen papel”.

Además, volvió a desarrollar algo de material propio una vez terminada su batalla de rimas escritas en Liga Bazooka contra Blue One, en septiembre de este año, que lo había dejado “exprimido, casi sin ideas”. “Quedo como dos semanas dando vueltas, ni me acuerdo de cómo se escribe. Después, de la nada, vuelve la inspiración”, comenta.

  • ¿Cómo es tu proceso antes de encarar una batalla escrita?

  • Sufro un montón el proceso de escribir. Desde que anuncian la batalla, todo gramo de inspiración va dirigido hacia el rival. Eso cansa mucho, sobre todo a personas como yo, a las que les gusta escribir de amor, de desamor, de cualquier cosa. Por otro lado, no le muestro mi rounds a nadie, entonces no tengo una vara. Siempre voy esperando que lo que escribí haya sido bueno. Más esta vez, que fue contra Blue One, que intenté pegar más seguido, hubo rounds en los que pegaba cada cuatro y cambiaba de tema. 

  • ¿Cuál fue la diferencia?

  • En otras batallas yo tenía a los rounds como si fueran tres actos teatrales, en un hilo que se me hacía más fácil de memorizar. Esta vez fue más complicado porque cambiaba de tema, pegaba desde diferentes ángulos. Se me complicó bastante más memorizarlo, fueron tres días en los que estuve veinticuatro horas repitiendo y repitiendo los rounds. Me quedé contento porque la gente se llevó una buena sensación de mi parte, que es lo único que yo puedo controlar hasta ahí nomás. Y estoy bastante ansioso por ver quién va a ser mi próximo rival.


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