“¿Qué escribirías para los tiempos de hoy?, todos me preguntan”. -”¡Libertad!”, grita alguien entre el público. -”Ya la escribí. Mirá”. Con este diálogo y con los versos de “Informe de la situación”, comenzaba el concierto con el que Víctor Heredia celebró sus cincuenta años de carrera, y también aparecían las que serían las marcas que lo hicieron decididamente especial. Una, la de un intercambio constante entre el artista y su público, una charla extendida entre canciones, aplausos, comentarios, gritos de aliento o de agradecimiento, y hasta indicaciones para que se bajen las luces de la sala. La segunda, la más contundente para todos, arriba y abajo del escenario: la sorprendente actualidad de una obra, comprobada entre una gozosa celebración y cierto estado de catarsis colectiva, durante y después del concierto, en un teatro Opera bien lleno.
Los 50 en vuelo de Heredia comenzaron primero con la edición de dos CD en los que esa obra es celebrada junto a un amplio abanico de colegas. Varios de ellos estuvieron presentes también en el concierto del sábado (ayer repitió). El crescendo emotivo que fue el concierto alcanzó su mayor punto antes de los bises, con todos los artistas juntos entonando “Todavía cantamos”: León Gieco, Teresa Parodi, Pedro Aznar, Piero, Juan Carlos Baglietto, Sandra Mihanovich, Daniela Heredia, Joaquín Errandonea, Lucas Segovia, Motta Luna, Lautaro Heredia, Daniel Montojo, junto al anfitrión. Dos de esos invitados del disco, además, estuvieron “aunque sea como un fantasma”, según Heredia contó que pidió el primero de ellos. Silvio Rodríguez con “Mandarinas”, también las cuerdas de esa versión, y Joan Manuel Serrat con “Razón de vivir”, sonaron con sus voces grabadas sumándose a las de Heredia y a su banda.
Como en el disco, las canciones de siempre sonaron de algún modo nuevas, todo un acierto de los arreglos (aunque la producción adaptada al vivo se cubrió con mucho teclado). El dúo Dos puntos (Daniela Heredia y Joaquín Errandonea, hija y yerno de Heredia, más el nieto que se hizo notar en la panza) con una exquisita versión de “Deja un poco de luz al partir”; Sandra Mihanovich con “Novicia” (llevada al jazz, en el disco junto al trío de Adrián Iaies); para el lado más rock Juan Carlos Baglietto con “Potosí”, mostraron versiones muy novedosas y bellas de estas canciones. “Este fue el primer tema que compuse en mi vida cuando tenía quince años. Con él gané en Cosquín. Por eso quise compartirlo con una compañera de siempre, alguien que se jugó entera”, presentó Heredia a Teresa Parodi, aplaudida de pie, y sumándose en “Para cobrar altura”. Ya desatada la ovación, llegó León Gieco para compartir “Sobreviviendo” y “Cinco siglos igual”, el único tema “prestado” del repertorio, presentado como un homenaje a Mercedes Sosa. “Yo tenía 16 años, vivía en mi pueblo natal, y era fanático de la revista Folklore. Un día, en el número de febrero, veo que había ganado Cosquín un muchacho morocho, flaquito, con una pinta increíble. Cómo iba a imaginar que años después iba a estar compartiendo este momento con él”, volvió a contar Gieco.
Pasaron muchas canciones más: “Ahora coraje”, “Parte del cielo” (en una hermosa versión con Pedro Aznar), “Tiernamente amigos”, con Piero, ya en los bises, “Aquellos soldaditos de plomo”, “Ojos de cielo”, “La colina de la vida”. Quien más, quien menos, tiene alguna de estas canciones adheridas a algún recuerdo personal, a un momento vital, a aquel acto, a esas guitarreadas, al coro de la escuela. Es seguro que todo eso se juega al volver a escucharlas en tiempo presente, pero otra cosa se comprobó: son estos tiempos que volvieron literalmente actuales esas canciones, con sus letras urgentes. Algo que se sintió concretamente en la carga emocional que llegó, como una energía catártica, de un público totalmente decidido a hacer propio el concierto. También a la salida, en un larguísimo cántico colectivo que tuvo más onda y entusiasmo que todos los actos de campaña del Frente para la Victoria de la ciudad juntos. Tiempos que corren: como otras veces en la historia, hoy son los artistas los que canalizan esa energía hecha emoción.