La premisa inicial de Future Man (estreno mañana a las 23.30 por Fox Premium y en la App de la cadena) es la de presentar el lado oscuro de los videojuegos. Claro que al llevar la firma de Seth Rogen y Evan Goldberg (Supercool, Pineapple Express, Este es el fin, The Interview) es natural que en una de las primeras escenas ya estén haciendo chistes sobre las habilidades sexuales del Pac-Man y del Super Mario Bros. Poco después la audiencia se embarcará en un periplo temporal al estilo de esa oda ochentosa llamada Viajeros. Concebida inicialmente como un largometraje, esta propuesta de trece episodios de media hora se mete en un loop que rebota entre 2017, 2162 y 1969. El punto es que la salvación para el planeta tierra es un maestranza de limpieza obsesionado con un jueguito electrónico llamado “Biotic Wars”.
Se trata de Josh (Josh Hutcherson de Los juegos del hambre), un veinteañero sin mayores aspiraciones que dedicarle la mayor parte de su tiempo a un game del estilo Resident Evil. En ese universo digital, el protagonista se vuelve Futturman, un soldado que aniquila mutantes muy similares a las tropas de Battlestar Galactica. Josh ama todo de ese videojuego invencible pero más aún a una de sus guerreras con la que suele masturbarse al pasar de pantalla. Y justo en medio del asunto carnal se materializan frente a él, Tiger (Eliza Coupe) y Wolf (Derek Wilson), dos de los últimos comandos de la resistencia a lo que Josh recibe eyaculando. Sí, el humor de esta troupe es generoso con lo genital y sus fluidos.
Es que ese jueguito era, en realidad, un modo de entrenamiento de la hecatombe futura. Y al terminarlo Josh se convirtió en el “elegido” de la especie humana. “Todo lo que viste es real, lo de la guerra y lo de lo biótico”, sintetizará en una gran línea, la heroína dándole con un cachetazo al verosímil que se había planteado hasta entonces. En ese instante, Future Man cambiará de especie porque Josh viajará hasta el origen del conflicto, en 1969, pleno verano del amor, junto con sus dos laderos. ¿Por qué? Allí un científico inició el lento apocalipsis al contagiarse de herpes. Trampolín para que la ficción se vuelva, por momentos parodia y en otros homenaje, al arsenal audiovisual de los 80 y los 60 (Volver al Futuro, Terminator o los motoqueros de Busco mi destino). Es, a su vez, una comedia que apela al modelo del “pez fuera del agua” con dos guerreros de otra era que luchan por captar las sutilezas del mundo moderno. Al final del primer episodio, la fórmula queda clara: por cada acción el trío generará una reacción estrepitosa.
Como en gran parte de su obra, la intención de Rogen & Goldberg es flirtear con subgéneros lo más bastardos posibles (la última noche de preparatoria; las fumonas; las apocalípticas, las de espías) y pervertirlos con humor grueso, meta referencialidad y alguna que otra pincelada social. Abundan las bromas de vestuario masculino, es cierto, pero con un conocimiento de las clavijas del entretenimiento. Ambos son herederos directos de Kevin Smith en eso de tornar las discusiones sobre películas, comics y videojuegos como si fueran una cuestión de Estado. Se trata de la segunda serie de la dupla creativa tras Preacher (que se puede ver por Crackle) y al igual que en aquella saben cómo esculpir una trama con sus propias intros, desarrollos y arcos autónomos. Pero si la fuente de Preacher era una historieta bastante reactiva y anárquica, en este caso la base es un videojuego killer en modo primera persona. Y como en esas fórmulas el humor y algunos gags se disparan modo automático, sin demasiada reflexión. La tónica testosterona también se percibe en los personajes femeninos, que si bien tienen presencia y gracia, están moldeados a los deseos de la platea masculina.
Uno de los puntos más altos de la ficción se encuentra en su cuidada puesta en escena. Además de la garra y los buenos efectos especiales, las coreografías en las batallas son logradas y se mixtura sin problemas la lógica gamer con lo real (Seth Rogen se guarda el rol de locutor para explicitar los golpes en cámara como si estuviéramos dentro del “Biotic Wars” en sí). En su camino a convertirse en “el Salvador”, Josh cuenta con un arma clave, su vasta sabiduría sobre cultura pop. ¿Un ejemplo? Para dirimir una batalla de baile se pone a hacer el “Moonwalk” de Michael Jackson para una audiencia virgen cual Marty McFly tocando “Johnny B. Goode”. “No hay nada falso en este programa, nos tomamos muy en serio las reglas que creamos” señaló Goldberg. “El actúa en base a lo que conoce de películas y programas de televisión. Lo que parece una broma termina siendo un giro importante para la historia y le permitirá ir resolviendo los problemas que se le presentan. Aunque al final del día nada tiene mucho sentido”, planteó Seth Rogen.