En un rincón de la sala 13 del Centro Cultural Recoleta, varias personas observan una fotografía y leen en silencio el texto que la acompaña. Un llanto asordinado recorre el grupo, algunas mujeres sacan pañuelitos de sus carteras. Esa es la reacción que varios experimentan en la muestra RED: Infancia Interrumpida, con fotografías de Nora Lezano y textos de Patricia Carrascal, directora del proyecto producido junto a Rocío Irala y Hernández. Todas las historias son fuertes, complejas, únicas; en cada una hay dolor y luminosidad. Eso es justamente lo que transmiten los retratos de Lezano: una paleta de colores en torno a las vidas de niños, niñas y adolescentes (NNyA) que pasaron por (o siguen viviendo en) hogares de tránsito hasta encontrar una familia dispuesta a adoptarlos. En algunos casos esa familia ya llegó; en otros no.
La intervención artística busca visibilizar un tema que muchas veces está atravesado por la estigmatización o la revictimización de NNyA. La primera edición se titulaba Familias por Adopción; esta es la segunda y pone el foco en el momento previo, ese "mientras tanto", un lapso que debería ser transitorio y no algo permanente. D., por ejemplo, vivía con sus padres en la calle pero ambos estaban en situación de consumo y no podían hacerse cargo así que lo llevaron a un hogar; ahora tiene 5 años, va a preescolar y le cuesta dormir en completa oscuridad porque en la calle siempre hay luz. El juzgado deberá definir si puede volver con su familia de origen o si le declara la adoptabilidad. "Si todo sale bien, haber estado en un hogar será solo un momento de su vida y no una permanencia", expresa el texto.
Según datos de 2024, en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos (RUAGA) hay 2645 legajos aprobados. De ese total, 1368 (51%) son considerados en los procesos de búsqueda de postulantes. La mayor cantidad se inscribe para niños de entre 1 y 3 años, y más de la mitad lo hizo para niños de hasta 5 años. El punto de inflexión se da cuando NNyA cumplen 7 años, ya que el porcentaje de inscriptos se reduce a menos de un tercio de los legajos. De los 13 en adelante, la cantidad representa menos del 1%. Esa baja predisposición a adoptar niños "grandes" es un dato alarmante y varias campañas intentan revertir estas cifras.
El día de la inauguración Lezano estaba muy conmovida, así que salió un momento para procesar todo y charlar con Página/12 en los pasillos del Recoleta: "Yo tenía un desconocimiento total sobre la adopción y me pareció que estaba bueno adentrarme desde mi lugar, como artista y como ser humano, para visibilizar un poco el tema. No sólo se trata de una foto sino de las historias. La primera edición estaba enfocada en las familias y fue un éxito total. Este año el terreno era un poco más duro porque son historias de NNyA que pasaron por instituciones".
La fotógrafa cuenta que fue un gran desafío porque "hay varios límites en relación a cómo mostrar a NNyA". Lo primero que se le ocurrió fue retratarlos en los cuartos de sus hogares o casas. "La primera chica que fotografié me dijo que no porque el cuarto estaba desordenado y lo compartía con una compañera, así que ahí se cayó la idea. Ordenamos un poco e hicimos un retrato precioso, pero después entendí que no me tenía que cerrar. Hubo una cosa intuitiva y en mi vida siempre me dejo llevar por eso. Al salir del cuarto me encontré con cielos, con patios, con balcones. Estuvo buenísimo seguir ese instinto", asegura.
Para algunos chicos la de Lezano era la primera fotografía que les tomaban en sus vidas, otros se asombraban porque ella, "la fotógrafa de famosos", de pronto estaba en sus casas retratándolos. Sus fotografías icónicas del mundo del rock son lo más representativo de su obra, desde 1996 sus retratos ilustran el suplemento Radar y trabajó como fotógrafa, directora, iluminadora y videasta en diversos proyectos. Pero también pone su arte al servicio de causas que la interpelan: desde 2015, por ejemplo, realiza los calendarios solidarios de la Fundación Viva la Vida por el Bienestar Animal. "Trabajo con la misma responsabilidad, el mismo respeto, la misma pasión y el mismo amor que le pongo a cada cosa que hago", remarca.
Flora y Ezequiel son hermanos por adopción. Posan en el jardín con sus perritos, se los ve sonrientes bajo el sol. Ambos vivieron en hogares pero sus experiencias fueron muy diferentes: Flora lo recuerda como un lugar de protección, pero Ezequiel quiere convertirse en abogado para evitar que otros chicos pasen lo mismo que él. Esto se repite bastante: el deseo de hacer un aporte para cambiar la realidad. La música Flor Vázquez, de 20 años y con millones de seguidores en redes, sueña con tener un hogar donde los adolescentes puedan desarrollar sus habilidades artísticas; Ángelo, de 23, vive solo pero cada tanto vuelve al hogar como voluntario para retribuir lo bueno que allí recibió. En la muestra hay algunas fotos en blanco y negro. Una es la de Osqui: está sentado en las escaleras junto a una planta, bajo la luz de una lámpara de pie. Hoy tiene 23 años y asistió a la inauguración junto a su mamá adoptiva, la actriz Gaby Ferrero, a quien conoció cuando tenía 5.
Ambos recuerdan el primer encuentro. "Fue después de un partido de Argentina en el Mundial de 2006. En el hogar estábamos pintados con la bandera argentina y la directora del hogar me llamó a su oficina. Cuando entré, mi madre estaba sentada. Me dijo que se llamaba Gaby y que vivía en Buenos Aires. Lo que cuentan es que yo me quedé mudo, algo muy raro porque hablaba hasta por los codos. Le pedí salir a pasear y empecé a decirle los nombres de los árboles, los pájaros y los frutos de Posadas", cuenta Osqui. "Yo tenía más nervios que él y también estaba muda. Reina, la directora del hogar y una gran mujer, nos ayudó a aflojar. Él se acercó y con tonadita misionera me dijo al oído: ‘¿Vamo' a pasear?’. Estaba muy asombrado por mis paletas grandes y mis rulos. Agarró un rulo, lo estiró y cuando lo soltó se soprendió de que volviera a formarse. Así empezó nuestro idilio. No vamos a decir que fue todo color de rosa, pero acá estamos", agrega Gaby con una sonrisa.
Para Osqui la institucionalización no fue una buena experiencia pero piensa el hogar como "un tránsito entre su familia de origen y la adoptiva". Hoy los une el arte: para Gaby es "la salvación de todos" y él lo define como "un hogar". "No es que vino a casa y se hizo actor. Ya lo era –asegura la madre–. En casa había estímulos y como yo lo adopté sola, desde muy chiquito venía a ensayos y mamó la vida en el teatro". Osqui hizo un corto sobre su historia y ahora está escribiendo su primera obra de teatro, Animales que abandonan a sus crías: "Hablo sobre mi infancia, mi historia y el reencuentro con mi madre biológica. En el arte encontré un hogar donde, de alguna forma, puedo reconciliarme con mi historia", concluye.
Ana Álvarez, directora del Hogar María Luisa, opina que la muestra es una iniciativa maravillosa para crear conciencia en la comunidad: "Es un tema tan doloroso, tan fuerte y conmueve tanto que a veces la gente no quiere mirar. El arte es una puerta hermosa para que se acerquen y sepan que esta realidad existe. Cuando hablamos de vulnerabilidad de derechos o de chicos que viven en hogares, hay nombres y hay rostros. El arte genera la posibilidad de que los chicos salgan de los hogares. A los niños no se los puede mostrar, entonces, es una forma de mostrar sin mostrar".
*RED: Infancia Interrumpida se puede visitar de martes a viernes de 13.30 a 22 o los sábados, domingos y feriados de 11.15 a 22 en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) con entrada gratuita.