Los clubes argentinos son un ejemplo notable de lo que el dinero no puede comprar. Un límite, una barrera contra la mercantilización de bienes ajenos. Porque son de los socios, sus hinchas, sus familias, de los estudiantes que asisten a sus escuelas, de los chicos pobres que sin poder pagar la cuota reciben una beca para la colonia de vacaciones, de los indigentes que se alimentan con un plato de comida caliente en invierno. Los clubes son de puertas abiertas y patrimonio histórico de nuestra cultura popular. Son producto de una construcción colectiva y no de unRepresentan lo que Milei, Macri, Caputo y Sturzenegger detestan. Un proyecto asociativo y colectivo.