Una esquina que ya no es una esquina/sino las mil esquinas de tu vida/un recuerdo que no es sólo un recuerdo/sino cada momento y cada herida/un decirte presente y repetirlo/hasta borrar la sombra del olvido/Un grito una mañana y un abrazo/una batalla nueva y tan urgente/tu nombre y otros nombres que no mueren/Ricardo, una mañana de noviembre.

El poema pertenece a Luis Alén, ex subsecretario de Protección de Derechos Humanos de la Nación, y compañero de militancia de Ricardo Riobó Vaca, vecino de Turdera detenido y desaparecido por la dictadura cívico-militar en mayo de 1978. Este 20 de noviembre, el poema se leyó durante la señalización de la esquina donde residía y fue secuestrado Riobó. La memoria y la verdad llegaron de la mano de la agrupación vecinal Turdera para la Memoria, un espacio de jóvenes que nació entre trenes.

Manuel Marchioni, uno de los coordinadores de la agrupación lo cuenta a Buenos Aires/12. “Un día, Juanchi me manda una nota sobre Ricardo Riobó, una nota sobre su vida escrita por un ex compañero de colegio, entonces, me bajé del tren y me voy a buscar la casa de Riobó, la encuentro, y me pongo a pensar en cuántos lugares como este hay en Turdera, en el barrio donde vivo y donde nací, así que pensé en un mapa de la memoria”, relata.

Juanchi es Juan Martín Della Villa. Al igual que Marchioni, ambos son de Turdera “de toda la vida”. Turdera es una de las localidades de Lomas de Zamora, la más pequeña, encerrada entre vías del ramal Roca del ferrocarril y la avenida Hipólito Yrigoyen. Entre ambos, impulsaron aquella idea de un mapa que hoy es una política pública del municipio que gobierna Federico Otermín: Cartografía por la Memoria.

Esta labor permitió la reciente señalización de dos esquinas en el barrio. Una, la de Riobó hace una semana. Pero hubo una primera, en octubre, frente a la casa de Pedro Berger, una historia que resultó nueva para muchos y que salió a la luz a partir los aportes de los propios vecinos de Turdera. 

Entre Juan Martín y Manuel, cuentan que el camino a estos logros comenzó en 2022. Pensar aquel mapa tras bajar del tren los llevó a organizar una recorrida por los trece puntos que hoy componen la cartografía por la memoria de su barrio. Cada 24 de marzo, caminan junto a vecinos, vecinas y todo quien se sume, por las casas donde vivieron personas que fueron asesinadas en los años oscuros de Argentina, o que fueron secuestradas, o, también, acribilladas en “falsos enfrentamientos”.

En 2022, la caminata tuvo menos de veinte personas. Para 2023, el número pisó los cincuenta. Este año, casi cien dieron el presente. Año a año, no solo se sumó más gente, también arribaron nuevos testimonios de lo que había sucedido en el barrio. Así, en la segunda edición, una historiadora local, Nora Pulido, se dio cita y dejó boquiabiertos a todos cuando les explicó que en la esquina de Cabildo y la avenida Yrigoyen no funcionó un centro clandestino de detención, como se rumoreaba. Allí vivió Pedro Berger junto a su familia. Fue perseguido y víctima de la Masacre de Llavallol en 1977.

La de Berger fue la primera señalización. La segunda fue la de Riobó. Ya se está organizando la tercera antes de que termine el año, en gran medida por el acompañamiento de Laura Berardo, subsecretaria de Derechos Humanos de Lomas de Zamora. “Desde el Centro de Gestión Municipal de Turdera, Rocío Caballero me contó del trabajo de los chicos y, siendo que mi área es nueva en el municipio, este año vinimos y empezamos a trabajar juntos”, relata a este medio.

“Estas acciones nos permiten mantener la memoria y también reconocer a los familiares que siguen buscando justicia, que se mantuvieron en pie a pesar de los tormentos en sus cuerpos, entonces, nuestro rol de hoy, además de construir memoria, verdad y justica es recuperar lo que pensaban estos compañeros, qué querían del país y, así, trabajar en darle visibilidad”, indica la funcionaria lomense.

La mirada de Berardo confluye con los chicos de Turdera por la Memoria. “Esta no es una historia del pasado, es una historia del presente que está por escribirse”, señala Della Villa. “En cada recorrida, aparecen vecinos que nos preguntan qué pasa y qué hacemos, y también nos aparecen relatos orales que transformamos en datos, porque llegan historias a base de un ‘recuerdo esto de cuando era chico’”, agrega Marchioni.

Marcas en Turdera

El arribo de Pulido a Turdera por la Memoria fue un cimbronazo. Historiadora y coordinadora de la Cátedra libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, conversa con este medio mientras está en el Congreso del Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia, una organización que también encabeza. Atiende el teléfono y cuenta que el evento se lleva a cabo en la Iglesia de la Santa Cruz, el lugar donde Alfredo Astiz marcó y organizó el secuestro de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon.


“Hasta la llegada de Mauricio Macri teníamos la certeza de una Fe en la democracia”, advierte, mientras recuerda los dichos del ex presidente y su espantosa frase hablando del “curro de los Derechos Humanos”.

Cuenta que conoció el trabajo de Marchioni y Della Villa por las redes sociales. “Mi visión es que Turdera es un pueblo que se ve como tranquilo, pacífico, que, desde adentro, y me incluyo, es un pueblo de casas bajitas y encerrado entre vías, un pueblo benévolo, pero que entre nuestras casas bajitas y tranquilas hay mucha gente desaparecida y asesinada”, relata.

Por eso pone en valor la iniciativa de la agrupación de jóvenes que supo “volcar en las casas y calles de Turdera los archivos de delitos de lesa humanidad”. Hoy todo está en el mapa.

Recuerda su primera recorrida con los chicos y el momento que llegaron al frente de la casa de Berger. Tras escuchar algunas versiones del lugar "fantasmal" de parte de los presentes, Pulido no se contuvo. “Ahí irrumpí y les dije que esa es la casa de la familia Berger, un médico clínico, conocido en el barrio, cuya hija fue una de las sobrevivientes de la Masacre de Trelew”, explica.

Sí. Y es Pulido quien comparte la historia de Berger. Señala que nació en Gröbern, actual Alemania, en 1910. Se mudó a Argentina, comenzó a trabajar de químico, y en 1942 compró su casa en Turdera con su esposa Antanina Matusevicaite. Ese mismo año, nació María Antonieta Berger. ´Paty’, como la conocía a la joven, fue al Colegio Euskal Echea de Lavallol, pero por discusiones con el cura, terminó sus estudios en el Colegio Nacional de Adrogué.

Terminado el secundario, comenzó a estudiar Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde se unió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En 1971, tras un enfrentamiento con las FFAA en Córdoba producto de un conflicto gremial, su pareja es asesinada y ella detenida y trasladada al penal de Trelew. Allí, conoce a militantes de Montoneros y el ERP, y junto a otros 18 presos se fugan el 15 de agosto de 1972. Los detienen, los fusilan y sólo tres sobreviven. Entre ellos, María Antonieta, que recibió un tiro de gracia que le destrozó la mandíbula pero no la mató.

El 25 de mayo de 1973, con el arribo de Héctor Cámpora al gobierno, es liberada. Pero comenzó la persecución. En agosto de 1974, un grupo de tareas ingresa a la vivienda de los Berger en Cabildo e Yrigoyen, recientemente señalizada. Pedro, su padre, no estaba. Pasa a la clandestinidad y se muda con una pareja amiga a una casa en Ascasubi y Camino de Cintura, en Lomas de Zamora. Pero en marzo de 1977, a sus 66 años, fue rodeado por la Brigada de Investigaciones de Lanús que balearon la vivienda y la hicieron explotar.

Su cuerpo mutilado fue enterrado como NN en una fosa común del cementerio de Lomas de Zamora. Pero resulta que, hace pocos días, y en un trabajo mancomunado entre el equipo de Antropología Forense, la subsecretaría de Derechos Humanos del municipio y las autoridades del cementerio, se identificaron y reinhumaron los restos de Pedro Berger.

Otro hecho reciente evoca a la familia Berger. El 5 de julio del 2023, se dictaron las sentencias del Juicio de Lesa Humanidad en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata que condenó a perpetua a los miembros de las fuerzas de seguridad y los jefes que cometieron el asesinato de Berger. Su hija, tras ser secuestrada en La Matanza en 1979, sigue desaparecida.

Pero, entre tanta oscuridad, emerge la luz. Marchioni cuenta que, el matrimonio con el que se fue a vivir Pedro estaba compuesto por Andrés Enrique Steketee y Adelaida Encinas, ambos asesinados el mismo día que Pedro en Ascasubi y Camino de Cintura. Andrés tenía un hermano, quien quedó a cargo de la casa de Pedro. Aquel hermano tuvo dos hijos, Hernán y José, pero que no tuvieron una buena relación entre ellos.

Distanciados, José, un sobrino de Andrés Steketee, está viviendo en la casa de Berger. Al no tener vínculo con su hermano, la relación con sus sobrinos era casi nula. Hasta el día que se señalizó la casa de Pedro. Ese día estaba Hernán Steketee. No era su hermano, era su sobrino.

“Sale el tío de la casa, aparece su sobrino y le dice ‘soy Hernán, ¿cómo estás?’, y ahí se abraza y charlan un poco, porque no se veían hace como treinta años. José nos invita a pasar a todos a la casa y cuando nos vamos, sobrino y tío se quedaron tomando unos mates”, relata Marchioni.

No quedó allí. “La semana pasada fue la segunda señalización, la de Riobo, y nos cuentan que Hernán, que trabajaba en el Hospital Municipal de Llavallol, se pidió el pase al área de Derechos Humanos, quiere estudiar sobre el tema”, dice. “Está redescubriendo su vida”, concluye.

A contramano de la Nación

A lo largo de la campaña presidencial y, también, durante la actual gestión de Javier Milei, varias fueron las ocasiones en las que se agredió desde La Libertad Avanza a las políticas de Memoria, Verdad y Justica. Al frente de esa embestida, estuvo y está Victoria Villarruel, vicepresidenta de la Nación.

"Quiero creer que la descalificación de los Derechos Humanos no es masiva en Argentina", dice Pulido. A su juicio, se trata de grupos ideologizados que mueven el tema. "Pero tenemos a Villarruel, o al Secretario de DDHH que ante Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La semana pasada, hablaba despectivamente de las Madres y Abuelas, estando ellas presentes en la sala", repara.

En este marco, remarca que "movimientos como el de Turdera es una iniciativa muy valida que es bien recibida por la población, donde, por ahí, la gente mira y no se suma pero nunca agrede". 

Este contexto motiva, subrayan Marchioni y Della Villa, la necesidad de profundizar este tipo de acciones que acerquen la historia a los vecinos que, en muchas ocasiones, desconocen lo que sucedió a pocos metros de sus casas.

Por eso, apuntan, señalizan los lugares. Durante las recorridas de cada 24 de marzo, Turdera por la Memoria pinta pañuelos o siluetas en las veredas o casas que figuran en la cartografía. También, convocan a distintos colectivos de artistas para que lean un poema o fragmento de poesía en cada parada. Y al cierre, previo al festival musical en la Plaza San Martín, dejan un sello que ya se volvió conocido en la comunidad lomense: el siluetazo.

Sobre el puente de las vías del tren Roca, en la avenida Yrigoyen, a metros de la estación del ferrocarril de Turdera, se colocan figuras en cartón que son forradas en papel afiche y llevan el nombre de cada detenido, desaparecido o asesinado del barrio. “Que más puedan verlo”, dice Marchioni, quien agrega que a cada figura se le coloca un pañuelo blanco. Después del 24, las siluetas quedan hasta que el tiempo y el clima las van deteriorando a la espera de un nuevo 24 de marzo.

Pero no se van sin antes convocar. Y Marchioni lo refleja: “Al otro día que muere Norita, aparece un cartel colgado de una de las figuras sobre el puente con un cartel que no pusimos nosotros ni nadie de la agrupación”, relata.

—¿Qué decía?

—Norita Cortiñas vive en nuestra memoria.