La desregulación llegó al mercado del arte a través de un decreto que elimina las trabas a la importación y exportación de obras artísticas, aumenta el tiempo de los permisos temporales a cinco años (un reclamo histórico del sector) para que galeristas y artistas puedan presentar sus obras en diferentes exposiciones internacionales, y le quita al Estado el derecho a frenar la salida del país de obras o incluso de comprarlas cuando se trataba de artistas que habían muerto hace más de cincuenta años. Si la duda es uno de los nombres de la inteligencia --frase que se le atribuye a Jorge Luis Borges-- los artistas miran en general con buenos ojos la simplificación de la “nefasta burocracia" que “le cortaba las alas” al arte argentino. Pero encienden las alarmas ante el peligro de la fuga del patrimonio cultural con el relajamiento de los controles.
La medida se tomó --como se manifestó desde el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado que conduce Federico Sturzenegger-- con el “objetivo de facilitar la circulación” del arte argentino. El decreto 1037/24 desreguló la importación y exportación de obras de arte afectadas por la Ley N.º 24.633 de Circulación Internacional de Obras Artísticas, que incluye todo tipo de pinturas, sin importar el soporte o los materiales, como el collage y asamblage, esculturas, grabados, estampas y litografías originales, cerámicas y arte textil. El nuevo decreto modifica el artículo 11 de la ley y permite el libre traslado de obras sin límite de cantidad, ya sea como equipaje de mano o mediante encomienda.
Las alas del arte argentino
“La ventaja principal es que nos simplificará la tarea de sacar las obras para realizar muestras en el extranjero; era muy engorroso y generalmente lo hacíamos de canuto, con el riesgo de ser descubiertos y terminar pagando coimas”, se sincera el artista plástico Daniel Santoro sobre la desregulación del mercado de arte que viene de la mano del nuevo decreto. “Para los artistas que estamos trabajando, la liberación de trabas y trámites es algo que seguramente sea tomado con alegría”, subraya la artista Gabriela Cassano. Para Andrea Guzmán era “imprescindible derogar esta burocracia nefasta para el arte porque no aportaba más que gastos al Estado y pérdida de tiempo a los artistas”. Y califica de “absurdo” que una obra de arte necesitara “tanto papelerío” para salir del país. “Le cortaba las alas al arte argentino”, agrega Guzmán. Alicia Herrero, una artista que trabaja con diversos medios como la instalación, objetos, pinturas, dibujos, impresos, video y performance, observa que la desregulación planteada “posiblemente facilitará la presencia del arte de producción local en escenarios globales de más alcance, impacto y puesta en valor”.
La artista Magdalena Jitrik analiza la desregulación con más dudas que certezas. “Lo que entiendo es que eliminan la parte en la que interviene la secretaría de Cultura y dejan solo la Aduana. Yo creo que no representa ninguna ventaja para nosotros los artistas cuando exportamos, porque lo que tiene de particular la exportación de obras de arte es que muchas veces es temporaria, ya sea por una exposición o para la venta, pero no se venden todos los cuadros, entonces algunos cuadros tienen que volver. La secretaría de Cultura certificaba que tal obra es una obra. Ahora eliminan esa parte y dejan solo la aduana, entonces no sé cómo será cuando uno quiera exportar, si se va a necesitar un agente aduanero, cosa que en este momento no es necesaria para exportar”, plantea Jitrik. Y dice que hay una ventaja para un grupo “muy reducido” que tiene colecciones valiosas y que la desregulación le facilitaría venderlas a “un mejor precio” en el exterior. “La actuación de la secretaría de Cultura para mí tenía mucho sentido para darle entidad al tipo de producto que hacemos y que no se vuelva una mercancía simple, como exportar sillas. Entonces veo más la desaparición del carácter artístico-cultural de nuestra producción que unas ventajas presuntamente de trámites más fáciles”.
Orly Benzacar, directora de la galería Ruth Benzacar, que fundó su madre en 1965, subraya que está de acuerdo que se libere “aún más” la circulación del arte contemporáneo. Del nuevo decreto destaca la extensión a cinco años de la exportación temporal --que puede ser renovada por otros cinco años más-- y que se agilice el trámite “al presentar un formulario que funciona como declaración jurada, que solo se hace firmar en la aduana del aeropuerto”. Mauro Herlitzka, coleccionista y galerista, coincide y pondera la simplificación y que no sea necesaria la previa autorización de la secretaría de Cultura. Benzacar observa que una desventaja de la desregulación es que “no está contemplada la importación de obras realizadas por los propios artistas cuando vuelven del exterior con obras producidas afuera, por ejemplo en residencias o en becas”.
Peligro de fuga
“Mi única preocupación es que no se pierda patrimonio”, admite Cassano y es un temor compartido. Santoro advierte que “nuestro patrimonio histórico y artístico corre el riesgo de convertirse en un objeto de fácil comercialización en el exterior y queda vulnerable al afán de lucro de los comerciantes del arte”. Herrero pone el dedo en la llaga de una desventaja y afirma que “con el tiempo, importantes obras antológicas del arte local pueden quedar situadas fuera del país y teniendo solo como posibilidad de ingreso a una colección argentina, si fueran puestas a la venta y adquiridas en condiciones de pagar precios internacionales”. La artista detalla que existe el peligro de que al cotizarse a valores internacionales “dificulte el reingreso de las piezas al país, en caso de ponerlas a la venta”, pero añade que, al mismo tiempo, “esa cotización es una puesta en valor del arte argentino”.
Alguien que trabaja en una importante institución artística y que pide que su nombre no sea publicado, señala que no exigen más el certificado para sacar o ingresar obras y que “eso es terrible porque se pueden llevar obras muy importantes”, obras robadas inclusive. “Liberar el tráfico de obras sin control es un crimen”.
La tercera posición
Adriana Moracci, docente y artista visual, confiesa que no sabe si la desregulación del mercado del arte es una “buena o mala” noticia. “Quizá sea buena y mala al mismo tiempo -aclara-. Estoy tan escéptica en estos tiempos de libertades extremas que realmente no creo que esta sea una medida especialmente favorable para los artistas; o para que nos sea más fácil el envío de obra de arte a salones internacionales; o para poder sacar del país las obras para exposiciones; o entrar obra porque hicimos una exposición o residencia artística”. Moracci imagina que la eliminación de las trabas para exportar e importar está pensada para otras esferas del arte. “Esperemos que sea una buena medida, pero entiendo que está ligado a intereses más poderosos como los financieros, económicos, impositivos de algunos otros, y no de los nuestros, de los artistas”, precisa la artista. “Me pregunto cómo y quiénes se encargarán de cuidar el patrimonio cultural del país, cómo controlarán los posibles robos de obras de arte, el tráfico, las evasiones. Ojalá que me equivoque con mis malos pensamientos y fabulaciones. Por ahora me permito dudar”.