“Todo comezó en 2022, cuando, a través de streams y publicidad, empecé a ver anuncios de casinos en vivo. Al principio, no entendía nada. Simplemente jugaba y hacía streams para mi comunidad. Con el tiempo, me interesé más en el tema al ver que otras personas ganaban 100 dólares semanales, una cifra importante comparada con los 150 dólares mensuales que ganaba en Twitch”. Así relata Fran cómo el casino clandestino se volvió parte de sus hábitos cotidianos.
Para este joven bonaerense de 18 años, lo que comenzó como una diversión se convirtió rápidamente en lo que hoy describe como "una adicción”. “Pasé de simplemente jugar y hacer streams a apostar todos los días. Tuve entre 10 y 15 contactos de casinos que me ofrecían dinero a cambio de publicidad en mis streams”, recuerda. Fran creyó que era un buen trato: “Ellos me daban dinero y yo atraía más gente y ganaba más. Pero no me daba cuenta de que me estaban alimentando una adicción desde mis 16 años. Con el tiempo, quise más dinero porque hay algo que nunca se satisface…”
Fran trabajó seis meses ininterrumpidos con casinos legales e ilegales: “La manipulación era tal que yo siempre buscaba recuperar lo perdido, pero eso es imposible debido al diseño tramposo de estos sistemas”. Dentro de su comunidad, Fran hizo un calculo que coincide con lo que arrojan las encuestas: 4 de cada 10 chicos, de entre 14 y 20 años, apostaban. Vendió su computadora, que era su pasatiempo y herramienta de trabajo, y también su ropa para tener más dinero para apostar.
Meses después, hizo una pausa con las apuestas ilegales porque se involucró en un sistema de inversión que le daba ganancias de 250 mil pesos semanales, pero pronto, con esas ganancias, volvió a apostar. Llegó a perder 400 mil pesos en un día. Empezó a mentir a sus padres para ocultar su situación y también comenzó a consumir juegos de azar presenciales. El verano de 2024 lo pasó jugando casi todos los días e inventando historias sobre su paradero.
Demasiado a mano
La historia de Fran se repite entre demasiados jóvenes, como un patrón: "entran" al juego compulsivo casi sin darse cuenta, a través de lo más cotidiano que tienen, el celular y las redes. La posibilidad de apostar aparece demasiado a mano.
El juego online es un fenómeno que creció con mucha más fuerza desde la pandemia, impulsado por una marea publicitaria con caras famosas que invitan permanentemente a jugar. La media sanción de esta semana a la ley de Prevención de la Ludopatía y Regulación de las Apuestas en Línea, que el presidente Javier Milei amenazó con vetar si se aprueba en el Senado, fue en parte fruto de un proceso reciente de concientización sobre el tema.
Una herramienta importante de ese proceso fue el informe "Apostar no es un juego", elaborado a partir de respuestas en las 24 provincias argentinas y 360 localidades del país. Este proyecto sin fines de lucro fue posible gracias al trabajo conjunto con universidades, ONGs vinculadas a la juventud y la salud mental, organizaciones civiles y partidos políticos.
Demasiadas apuestas
Con más de 9,000 encuestas voluntarias realizadas en escuelas, centros de estudiantes y clubes de barrio en todo el país, de marzo a julio de 2024, "Apostar no es un juego" es la primera investigación federal sobre apuestas online en el universo de adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años. El objetivo era construir evidencia empírica mediante un método científico y contribuir al diseño de políticas públicas que luego se reflejaron en los argumentos del proyecto de ley que ahora se está debatiendo.
Los resultados de esta encuesta nacional indican que la totalidad de los adolescentes y jóvenes han escuchado hablar de apuestas online. El 40% apuesta actualmente o ha apostado recientemente. Tres de cada cuatro apostadores le dedican hasta 2 horas diarias. Además, tres de cada cuatro apostadores creen que las apuestas pueden convertirse en una adicción.
Un 30 por ciento de los apostadores ha experimentado ansiedad o estrés por no haber podido realizar una apuesta. En promedio, los adolescentes y jóvenes apuestan el equivalente a 2 de cada 3 pesos que reciben de sus padres y madres para afrontar gastos cotidianos. Uno de cada cuatro encuestados -entre quienes dijeron apostar- manifiesta haberse endeudado en alguna oportunidad o haber utilizado dinero destinado a otras cosas para realizar apuestas.
"Ansiedad y desesperación"
“Me generó ansiedad primero y después desesperación por perder”, dice Galo de Tandil, de 17años. Marianela, una joven salteña de 29 años cuenta que tiene “tres hermanos, los tres apuestan y uno de ellos ha llegado a endeudarse por el valor de un millón de pesos apostando plata prestada, tiene 21 años”.
“Tengo compañeros del colegio que venden crédito para los que juegan en casinos online, y esa es su mayor fuente de ingresos económicos”, relata Camilo, de Tandil, de 17 años. “Apuestan por futbol, goles, faltas. Pero llegan a apostar sin ningún fin deportivo, sino por el hecho de apostar”, cuenta Manuela, de Chivilcoy, de 16 años. Como estos, el informe de Apostar no es un juego, incluye miles de testimonios.
Quienes no participan del hábito, además, dicen sentirse aislados, tener la sensación de “quedarse afuera del grupo” o “sentirse un boludo” por no apostar. El testimonio de Segundo (17 años), lo ejemplifica: “Me he juntado con amigos que se la pasaron jugando como tres horas seguidas y como yo no quiero, fue medio un bajón”.
De las voces de los encuestados no se desprenden anécdotas o emociones que tengan que ver con el juego y la diversión, sino con angustia, estrés, violencia, insomnio, preocupación, tristeza, golpes, deudas y hasta robos a sus propias familias y amigos.
La salud mental en juego
Para Martín Romeo, director del proyecto de investigación, las apuestas legales e ilegales “están destruyendo la salud mental de una generación en un contexto muy complicado de un Estado que ya es peor que ausente, sino en descomposición. ¿Quién va a atender los efectos en la salud mental de estos chicos? Es un problema que atraviesa a todas las clases sociales. Y si decimos que el 40 por ciento de los chicos de entre 15 y 29 está involucrado con el tema, no es un asunto marginal. Hoy, dos de cada tres adolescentes y jóvenes en Argentina, son pobres. Los chicos que enfrentan este problema, en su mayoría, no tienen cobertura sanitaria privada; dependen del sistema público”.
“El papá de un amigo perdió todos los ahorros para las vacaciones en un día apostando online”, dice Lourdes de Morón, de 22 años. Martín Romeo relata que es notable la cantidad de encuestados que mencionaron que apuestan en compañía de sus padres: “Si decimos que personajes como el Dibu Martínez son referentes de los pibes de esta edad, obviamente, también lo son sus padres. No me imagino ninguna familia alentando el consumo de cocaína de un hijo, pero aquí partimos de una desventaja: muchos no ven el problema, no perciben los daños, e incluso lo estimulan, ya sea porque ellos también lo hacen o porque confunden las apuestas con inversiones. Dicen: ‘el pibe está laburando’”.
Clima de época
Todo esto obedece, para Romeo, a un clima de época en el que es poco frecuente escuchar a un chico de esa edad decir que quiere ser médico, arquitecto o abogado; en cambio, quieren ser “traders, streamers o influencers, quieren ser millonarios y quieren lograrlo rápido”.
En pocos años, la publicidad de las plataformas de apuestas se ha vuelto agresiva y omnipresente, en los sitios de los principales equipos argentinos de fútbol, los torneos locales e internacionales, los canales, las apps de resultados deportivos. Jugadores e influencers prestan su cara. El bombardeo publicitario de las casas de apuestas legales da cuenta de la magnitud del negocio.
“La situación es mucho más grave si se considera que el 80% de las apuestas online se realizan en plataformas ilegales, abriéndose así otro enorme abanico de complicaciones que ya no permiten poner solo el foco sobre el consumo problemático de plataformas; sino que nos obliga a prestar atención a las vinculaciones con el delito organizado”, analiza Romeo.
“Muchos de estos sitios ilegales tienen vínculos con el narcotráfico, detrás de esos sitios hay financiamiento y capital del narco y un circulo de prestamistas que alimentan a los pibes para que sigan apostando".
¿Qué pasa cuando llega un punto en el que pibe ya no puede pagar? "Conocemos casos de chicos endeudados a los que los usan de ‘soldaditos’ para ir a cobrar deudas a otros que tampoco pueden pagar”, lamenta el investigador.
El peligro de la masividad
Las características de la ludopatía en jóvenes se expresa como fuerte dependencia y dificultades para hacer otras cosas, para la vida social, emocional y vincular. Se ve en chicos y chicas un altísimo porcentaje de endeudamiento entre pares. Es un problema que se da sobre todo en varones. Empieza de manera grupal y luego sigue mayormente en soledad. No se cuenta cuando se pierde, sólo cuando se gana. Muchas veces la ludopatía a esta edad puede tener que ver con falta de redes de contención o ausencia de alguien que asista y observe a esta persona. En la escuela el chico empieza a mostrarse más abatido y con serias dificultades de poner en palabras lo que está pasando. Así detalla el drama de la ludopatía infantil y juvenil Malena Sartoretto, psicóloga y trabajadora en ciudadanía y crianzas digitales con familias y adolescencias.
Sartoretto relata que este problema empezó a emerger en el territorio, aproximadamente, a partir del último mundial de fútbol. Escaló muy rápido por las características de lo digital: el fácil acceso, la posibilidad de estar conectado permanentemente, la instantaneidad y la eficacia que plantean estas plataformas. “La arquitectura propia de las plataformas aplicadas a lo que es el juego y la posibilidad de ganar propone una inyección de adrenalina y de dopamina muy alta y eso genera que haya posibilidades muy escasas de salir de ese bucle”, analiza.
“La ludopatía está definida por la OMS y el Manual de criterios diagnósticos como un comportamiento persistente y problemático en relación al juego. Lo que estamos viendo como novedad en las juventudes y adolescencias es su forma masiva. Esto es algo que hasta hace poco no se veía”, explica Sartoretto
En la adolescencia es lógico tener muchos menos recursos simbólicos, vinculares y de cuidado que un adulto para poder pedir ayuda y reconocer un problema. “Una de las mayores dificultades es que ellos mismos puedan empezar a ubicarlo como problema”, agrega.
Otro factor que influye en la nueva masividad ludópata es el nivele altísimo de uso de dispositivos y plataformas digitales, en todos los niveles sociales y generacionales. A esto se suma el acceso sin ningún tipo de trabas a las plataformas de juego, por parte de adolescentes que por su edad necesitan demostrar cuánto saben, y ya manejan algo de dinero en esta etapa de autonomía.
“Quienes estamos estudiando estos temas vemos acá un síntoma de época, de una época en la que hay una alta mercantilización de la vida cotidiana, donde hay mucha necesidad de acceso a bienes. La propuesta de conseguir plata más fácil. O la promesa de ganar dinero mientras 'jugás y pasás el rato', como son promocionadas las apuestas, se vuelve muy tentador”, concluye la psicóloga.