Inmerso en el imponente marco de los Valles Calchaquíes, donde desde hace miles de años habitan comunidades del Pueblo Diaguita Calchaquí, se encuentra el Antigal El Tero, sitio sagrado y al mismo tiempo espacio de encuentro y socialización comunitaria.
Es en este espacio donde hace poco menos de un mes se realizó un mural que rescata la cosmovisión de los pueblos preexistentes en la zona, mostrando elementos, ciclos, animales y demás cuestiones del quehacer cotidiano e histórico que la comunidad decidió plasmar.
El proyecto comienza con el encuentro entre Rafael Delgadillo y Canela Álvarez. El primero, docente rural y abogado residente desde hace 10 años en la comunidad de Fuerte Alto, quien acompaña su proceso organizativo y reorganizativo, una de las 40 comunidades del Pueblo Diaguita que habitan en el Valle Calchaquí desde La Poma hasta Cafayate. En tanto, Canela es artista plástica y docente en el Instituto de Enseñanza Media (IEM) dependiente de la Universidad Nacional de Salta.
“Conocía el trabajo de Canela Álvarez con los murales de tierra. Así que llegada la convocatoria al apoyo del Fondo Ciudadano (proyecto provincial que apoya y promueve la producción creativa de artistas locales), nos pusimos en contacto y charlamos, sobre todo con la comunidad de Fuerte Alto, que estaba la posibilidad de presentarnos al Fondo para pintar un mural en el Antigal El Tero. Con el visto bueno de la asamblea nos presentamos a la convocatoria”, comienza el relato Rafael Delgadillo.
En tanto, la artista agrega en esta línea: “conversamos justamente sobre la materialidad con la que trabajamos, rescatando arcillas locales como base de las pinturas. La propuesta le gustó a Rafael así que llevó la idea para conversar con la comunidad. A partir de ahí fueron los intercambios posteriores ya cuando presentamos el proyecto y comenzamos a armar y pensar cómo lo íbamos a llevar adelante”.
El proyecto resultó seleccionado, lo cual en palabra de Delgadillo, “fue recibido con mucha alegría por la comunidad, justamente porque siempre estamos tratando de ponerle actividad al espacio, de sumarle visibilidad, y en este caso, de sumarle belleza, sumarle arte”.
El Antigal
El sitio donde el mural comenzó a materializarse es espacio sagrado para las comunidades de la zona. “Hace algunos años se logró aplicar una ley nacional que mandó a relevar la posesión de las comunidades, y en ese proceso se logró incluir dentro del relevamiento de la comunidad lo que es el Antigal, sitio sagrado, que es como se conoce comúnmente a los sitios arqueológicos”, subraya Delgadillo.
En este caso, amplía el docente rural, “El Antigal El Tero es un sitio, un espacio que hace varios años es un lugar de encuentro, de memoria, es un lugar que tiene un centro de interpretación pero que también es un espacio donde la comunidad se junta, donde la comunidad hace asambleas, donde la comunidad hace su ceremonia de la Pacha, donde se hacen talleres y diferentes actividades. Así que funciona como un espacio también de interculturalidad porque los turistas, los visitantes, llegan, conocen a las comunidades, conocen el trabajo que se hace y las propuestas de turismo con identidad que hay, entonces funciona como un espacio de interculturalidad”.
Proceso creativo y comunitario
“La idea siempre fue hacer al mural de forma colectiva, no ir con ningún boceto previo”, resalta Canela, “sino poder trabajarlo con la comunidad. Entonces el primer día que llegamos justamente estaba planeada una asamblea con la comunidad para pensar la realización del boceto. Fuimos invitadas a esa asamblea a registrar todo el proceso de conversación que se llevó adelante”.
El equipo que viajó hasta los valles incluyó dos profesionales más, Simón Baeza y Rocío Nieto; el primero en el registro audiovisual y la segunda en el equipo mural. Una vez en Fuerte Alto “nos juntamos en la casa de una de las referentes y empezamos a conversar sobre qué era el sitio para ellas y ellos, y qué es lo que querían dejar plasmado. Esa fue una charla súper rica donde nos compartieron un montón de elementos de su cultura y de su identidad”.
Canela remarca: “nosotras habíamos llevado hojas para que quien quiera dibujar lo haga, o quien quiera escribir también, y la propuesta fue súper bien recepcionada. Se pusieron a escribir, a dibujar, conversamos y estuvimos un rato largo haciendo eso. Después surgió hacer una lista de diferentes elementos y a partir de allí, una síntesis eligiendo y seleccionando. Con esos dibujos nos fuimos, ellos siguieron la asamblea y nosotros comenzamos a armar un boceto”.
Con las ideas sobre la mesa se comenzó a trabajar en darle forma a este cúmulo de ideas que surgieron de la asamblea participativa. “A partir de ahí empezamos a hacer el boceto con las imágenes que nos habían planteado. Al día siguiente lo llevamos y lo mostramos; hicimos unos replanteos del boceto inicial, nos pidieron también que nos extendiéramos a una pared del lateral, entonces fueron surgiendo otras cuestiones. También nos pidieron agregar varios elementos más, e inclusive, con el mural en marcha, llegaban quienes habían estado en toda o en alguna parte de la asamblea, a tirar más ideas y elementos que querían que estén presentes”, comenta la artista.
Una vez que el trabajo se puso en marcha, “Fueron cuatro jornadas de trabajo intensas donde iban llegando las comuneras y comuneros de Fuerte Alto, y cada uno, en la medida de sus posibilidades y sus tiempos, se acercó a pintar”, enfatiza el docente Rafael Delgadillo.
“Nos encontramos con un grupo súper participativo y a disposición del trabajo, esto fue muy satisfactorio para nosotras porque no tuvimos que pedirle a nadie una mano, sino que estaban todo el tiempo ofreciéndose para pintar y ser parte”, enfatiza Canela y agrega en cuanto al mural, “lo que representa son todos los elementos de su cultura, parte de su identidad, de sus prácticas cotidianas, de lo que los identifica como diaguita calchaquí: el agua, el fuego, la tierra, representación de los animales. A partir de esto quedó plasmada una síntesis de su cultura que es muy rica”.
En las tres jornadas que duró la confección del mural, la compartida de mates, almuerzo, merienda, fue una constante, dándole realmente el sentido comunitario que plantea el mural, al tiempo que cerrando con un gran almuerzo donde circuló la palabra, las sensaciones y la contemplación de la obra finalizada.
“Nosotras somos militantes de los colores de barro, así le decimos, porque la idea de estos murales es poder trabajar con materiales del lugar, entonces, la arcilla la donó una mujer ceramista de la zona, una arcilla que nos llevó toda una mañana prepararla, remojarla y desarmarla para después poder armar toda la paleta de colores que trabajamos; toda una paleta superterrosa desde donde surgieron unos colores muy lindos, que son en definitiva los colores de esa localidad en donde estamos haciendo el mural”, resalta Canela explicando la técnica particular que utilizaron en Fuerte Alto.
“Decíamos en el cierre del encuentro lo importante de plasmar la simbología diaguita calchaquí, porque están cargadas de un contenido de memoria, de recuerdo y de reivindicación”, comenta el docente rural y agrega: “sobre todo teniendo en cuenta la deuda de reparación histórica que hay desde el Estado con las comunidades. Y particularmente éste es un sitio que se erige como un espacio de administración indígena, de autodeterminación, es un espacio recuperado y en gestión comunitaria. Entonces el mural en ese contexto, tiene todo ese plus súper superpositivo, superpoderoso por todo lo que se gestó y pasó históricamente por ahí”.