En la economía de cualquier país, la inflación es un fenómeno que impacta tanto en el poder adquisitivo de los consumidores como en la planificación y estabilidad de las empresas. En el caso de Argentina, la inflación ha sido una constante durante las últimas décadas, con tasas que a menudo superan los dos dígitos anuales y que generan incertidumbre en todos los sectores económicos. Sin embargo, cuando se produce una desaceleración de la inflación, surge una pregunta clave: ¿esta baja en la tasa de inflación se refleja realmente en un aumento del consumo? ¿O la caída tan fuerte del poder adquisitivo de los consumidores hace caer el consumo?

¿Una relación directa?

En situaciones de alta inflación, el poder adquisitivo de los consumidores se reduce, ya que el dinero vale menos y, por lo tanto, se necesita una mayor cantidad de ingresos para adquirir los mismos bienes y servicios. Esto lleva a un comportamiento de consumo restrictivo, donde las familias reducen su gasto o buscan productos de menor costo.

Cuando la inflación desacelera, los precios de los bienes y servicios dejan de aumentar con tanta rapidez. En teoría, esta desaceleración debería traducirse en un alivio para los consumidores, quienes podrían recuperar algo de poder adquisitivo y, por ende, aumentar su consumo, algo que hoy no se está viendo ya que se registran muchos meses de una fuerte caída del consumo.

No obstante, la relación entre la desaceleración de la inflación y el consumo no siempre es tan directa. Existen varios factores que influyen en el comportamiento de los consumidores y que pueden moderar o amplificar este efecto.

¿Qué es la desaceleración de la inflación?

Es importante aclarar que la desaceleración de la inflación no significa una caída de los precios, sino una reducción en la velocidad a la que suben. Si la inflación pasa del 50 por ciento anual al 30 por ciento, los precios continúan aumentando, solo que a un ritmo más bajo. Por lo tanto, los consumidores aún ven un encarecimiento en los productos, aunque menor al de períodos anteriores. Esta diferencia entre desaceleración y deflación es fundamental para entender cómo impacta en el consumo.

Factores que determinan el consumo

1. Expectativas de los consumidores: en un entorno inflacionario, aun cuando la inflación se desacelera, si las personas no perciben que haya una estabilidad de precios a largo plazo, es probable que mantengan una postura cautelosa en sus decisiones de gasto. Las expectativas inflacionarias y la percepción de estabilidad son cruciales. Si las personas creen que la inflación puede volver a acelerarse en el corto plazo, es menos probable que incrementen su consumo.

2. Evolución del ingreso real: la desaceleración de la inflación solo se traduce en mayor consumo si viene acompañada de una recuperación en los ingresos reales de los consumidores, algo que en este momento no pasa. En Argentina, la inflación ha erosionado los ingresos de las familias durante años. Una desaceleración en la inflación podría mejorar la situación si los salarios se ajustan al menos al mismo ritmo que los precios. Sin embargo, si los ingresos no aumentan en línea con los precios, los consumidores no tendrán capacidad adicional para gastar, manteniendo o incluso reduciendo su nivel de consumo.

3. Endeudamiento y crédito al consumo: otro factor relevante es el acceso al crédito. En economías donde la inflación es elevada, el costo del financiamiento suele ser alto, ya que las tasas de interés están en constante aumento para proteger a los prestamistas contra la pérdida de valor del dinero. Si la inflación se desacelera, las tasas de interés pueden estabilizarse o reducirse, facilitando el acceso al crédito y aumentando el consumo. Sin embargo, en un contexto donde el crédito al consumo no sea accesible o esté sujeto a tasas aún altas, el impacto de la desaceleración en el consumo será limitado.

4. Confianza en el gobierno y las políticas económicas: la estabilidad en los precios también depende en gran medida de la confianza que tienen los ciudadanos en las políticas del gobierno. Cuando las personas perciben que el gobierno tiene un plan sólido para combatir la inflación, tienden a tomar decisiones de consumo menos restrictivas. En cambio, en situaciones de incertidumbre política, aun si la inflación desacelera temporalmente, los consumidores podrían mantener una postura conservadora.

En economías que han logrado desacelerar la inflación de manera sostenida, se observa que el consumo tiende a recuperarse. Un ejemplo es el caso de algunos países de América Latina que, tras periodos de alta inflación, lograron reducirla de forma significativa. En estos contextos, la estabilidad de precios llevó a una recuperación del consumo, pero solo cuando se combinaron varios factores: una recuperación del ingreso real, políticas de estímulo al crédito y una mejora en la confianza económica.

Argentina enfrenta retos particulares debido a la persistencia de la inflación, la inestabilidad macroeconómica y las recurrentes crisis de confianza en las instituciones. Esto hace que la relación entre desaceleración inflacionaria y aumento del consumo no sea directa, y dependa de cómo se gestionen estos factores adicionales.

Mitos y realidades 

Mito: la desaceleración de la inflación siempre genera un aumento en el consumo. Como se ha analizado, la simple desaceleración no garantiza un incremento en el consumo si no va acompañada de una recuperación en el ingreso real y una mejora en la confianza de los consumidores. En Argentina, donde la inflación ha sido estructuralmente alta, la desaceleración puede brindar alivio, pero no necesariamente lleva a un incremento inmediato en el consumo.

Realidad: la desaceleración de la inflación puede facilitar el acceso al crédito, incentivando el consumo. Un contexto de inflación moderada permite que las tasas de interés se estabilicen, lo que a su vez puede traducirse en créditos más accesibles. Sin embargo, este efecto es limitado si la política monetaria continúa siendo restrictiva o si los bancos mantienen criterios de préstamo conservadores.

La recuperación del consumo en Argentina depende de una combinación de elementos: un crecimiento en los ingresos reales, acceso al crédito, políticas económicas estables y una mejora en las expectativas de los consumidores. La relación entre inflación y consumo es compleja. En el contexto argentino, esta relación sigue siendo frágil, y la desaceleración de la inflación se convierte más en una oportunidad para mejorar el consumo que en una garantía de su crecimiento. 

* Industrial pyme.