Viajo hacia adentro y hacia afuera. Hacia afuera y hacia adentro. En un vaivén de frecuencias se expande mi consciencia. Siento a India vibrando en mis venas, bailando en colores, sonriendo estoy. Veo mi útero cabeza de elefante Ganesha mientras la sangre enraíza y limpia. Cierro los ojos y siento el perfume del sándalo, los rulos de una vieja vida, del amor sabio, del amor de una maestra con dulce voz y corazón salvaje, del amor de una guardiana del mundo sutil y de un guía chamán de las profundidades. Las formas del amor humano, animal, dios-diosa de lo eterno. Veo mis manos verdes y escucho a mi madre la Tierra decir: “Jugá, divertite, disfrutá del Paraíso Vida pero no te pierdas. Tomá agua, respirá y siempre retorná a vos”.

¿Y las respuestas a mis preguntas? ¿Quién soy? ¿A qué vine? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué le puedo entregar a la vida que tanta abundancia me da?

Me quito el viejo lente, la India me atraviesa, me enseña a aceptar la elección de las almas, a mirar a través de la confianza, la fe del corazón latiendo en la devoción del cielo. Suelto las formas de la tristeza entendiendo su paso por mi vida, agradeciendo y transformando los juicios en compasión. La práctica cotidiana de la voluntad, de susurrarme palabras preciosas que me recuerdan la alegría de estar viva y en armonía.

Abro los ojos y me comparo, que cada cual elija su manera de vivir. Cierro los ojos y sigo mi viaje.

Camino por calles cúrcuma, con aroma a comino y flor de loto. Observo miradas profundas de tierras lejanas. Los ojos de la oración y el cántico.

Solo se entiende con el corazón. La mente está a su servicio. Nuevas conexiones y múltiples, me dijeron.

El fungi me respondió: “Todo lo encontrarás caminando y viviendo. La vida. Ahora disfrutá de la experiencia. Esto recién comienza”.

Tres seres en comunión, iluminados por el Sol, dos femeninos y un masculino pidiendo gestarse. O ya gestados. ¿Esto es real? ¿Ego sos vos?

Genialidades individuales en absoluta sinergia, leí por ahí. Los sonidos indómitos penetran.

Gaia apoya su hocico entremedio de mi brazo izquierdo y Eros se asoma a cada rato a avisarme que aquí está. Los ojos de un caballo me miran al inicio. Las siluetas animales presentes en lo etéreo. La risa, el juego león y su melena se manifiestan para seguir. Atravieso la oscuridad y la sensación de salir del cuerpo transpirando en frío, pero mi madre la Tierra me recuerda respirar. Todo está bien, confíá.

Con los pies mojados amaso la nutrición, el placer del servicio a la vida. Mil vidas en un viaje. Hacia adentro y hacia afuera. Hacia afuera y hacia adentro.

Un río y la convivencia de seres en el tráfico, en el ruido de lo eterno, de la sagrada madre, de un cachorro hambriento y de luces en diseño rosado. Sí, sólo se comprende mirando con el corazón.

El éxtasis de la medicina ancestral me acaricia.

Una constelación, una maestra desnuda enseña la tolerancia, los límites y la compasión, una mamá y papá portal, unos tíos cercanos y lejanos. Y el amor ilusión que derrite lo viejo y cierra una forma de amar aperturando en silencio.

El miedo a olvidar se hace presente, a caer en el abismo de la antigüedad. ¿Cómo volver? ¿Se vuelve? Comprometerse con el alma y confiar.

Respiro imágenes celestiales y terrenales. Respiro alegría, masala, mudras y ensueños. Respiro en templos y acostada en el pasto. Respiro la certeza de mi andar a su pausado, profundo y sutil tiempo. Alma libre y colibrí. Que se abre y cierra en coherencia y sabiduría.

Integro mi mundo al mundo Paraíso Vida. Integro mi cuerpo a las nuevas ramificaciones neuronales. Y siempre recuerdo la gratitud.

Ella siempre vibra alto.

@estrellacosmicadorada