Las redes sociales, las apuestas online y el contenido tóxico al que los adolescentes tienen acceso supone un problema de salud pública en aumento. Con esa premisa, Diputados dio media sanción al proyecto que busca combatir las nuevas formas de ludopatía online. Del otro lado, un reverso preocupante: la tecnodependencia afecta el desarrollo neurológico y cognitivo de los jóvenes que, en esta época, se criaron en una sociedad de pantallas y plataformas. Aislamiento, trastornos de ansiedad y depresión constituyen el elenco estable de efectos negativos, que se reportan a diferente escala en todo el mundo.
Correr en la rueda que propone el algoritmo puede ser muy caro para muchas personas. La lista es larga. El “chroming”, por ejemplo, es un reto viral que estimula a los jóvenes a tomar sustancias tóxicas y que, en el último tiempo, produjo la muerte de tres venezolanos. Megan García es una ciudadana de Estados Unidos, cuyo caso trascendió a los portales de todo el mundo. Denunció a la empresa Character.AI por el suicidio de Sewell Setzer, su hijo, quien se había enamorado de un personaje ficticio. En paralelo, las aulas de colegios argentinos están atestadas de jóvenes que piden y prestan plata para apostar. ¿El denominador común? Pantallas que generan una sensación de claustrofobia, de falso cobijo y parecen redefinir el escenario de los vínculos.
En diálogo con Página 12, el psiquiatra Federico Pavlovsky, sintetiza: “Uno tiene tres curvas con velocidades distintas. La primera es el desarrollo tecnológico y su crecimiento es directamente semanal o diario; de hecho, los especialistas dicen que nunca vivimos un período de innovación tan frenético como este. La segunda es la curva de la regulación, protagonizada por los intentos de la sociedad civil y la política de controlar lo que sucede con las tecnologías. Las leyes, sin embargo, se demoran meses y hasta años en ser sancionadas. La tercera curva es el impacto de la tecnología en la salud mental, un fenómeno que, en muchos casos, tarda décadas en vislumbrarse. Recién hace poco queda más o menos claro cómo afecta el uso diario de las redes sociales en la calidad de vida de muchos adolescentes”. Y, aunque las consecuencias pueden verse a mediano plazo, las cicatrices son profundas; sobre todo, si se trata de adolescentes.
Nora Merlin, psicoanalista y docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, a su turno, refiere: “Hay una situación estructural que es muy compleja para los jóvenes. Más allá de las apuestas, las redes sociales y otros fenómenos, lo que sucede es que no terminan de tener futuro. No se generan condiciones para la construcción de un proyecto vital y esto necesariamente lleva a problemas de depresión y ansiedad”. Un cambio cultural vinculado con la falta de expectativas, y que a nivel doméstico se solapa con la desvalorización por parte del gobierno de instituciones como las universidades. Espacios de formación que en el pasado eran reivindicadas por su capacidad para facilitar el progreso social ascendente.
“Las apuestas online son un ejemplo perfecto de la relación entre celulares y salud mental en adolescentes, porque hace dos años no llegaba ningún chico a ningún consultorio con motivo de consulta ‘Apuestas online y deudas’. En los últimos tres meses, puedo decir que cada vez hay más”, dice Pavlovsky, autor del libro Apuestas online: la tormenta perfecta.
Que apostar no sea tan fácil
La norma aprobada en la Cámara baja tiene, entre sus objetivos, prohibir las publicidades de casas de apuestas virtuales en todos los medios, plataformas digitales, contenidos de influencers y hasta en las camisetas de fútbol. Un aspecto crucial si se tiene en cuenta que River y Boca tienen de sponsors a sitios de apuestas online, y hasta el torneo que organiza AFA es auspiciado por otro actor importante del rubro.
Además, la norma tiene un punto atractivo porque utiliza la tecnología en su favor: quienes quieran acceder a sitios de apuestas deberán hacerlo mediante reconocimiento facial y datos biométricos. Así, los menores de 18 años tendrán vedado su ingreso. A pesar del rechazo de los legisladores del PRO y de LLA, la norma será discutida en el Senado, posiblemente a comienzos de 2025.
“La mayoría de las apuestas se producen a través de sitios no regulados, ilegales, que no tributan y que realizan estafas. Son ámbitos informales y potencialmente muy peligrosos, ya que no hay ningún requerimiento para jugar. De hecho, podés tener nueve años y apostar sin problemas”, aporta Pavlovsky. Y continúa: “La tecnología se empeña en que uno no piense y que con un solo clic pueda realizar su apuesta, por eso, es muy importante que el Estado haga su parte y que todos colaboremos. Lo ideal sería que no tuvieran acceso a apostar, pero si eso no se consigue estaría bien que, de otra manera, les resulte lo más difícil posible”.
Pavlovsky no solo se refiere a la carga de datos como el DNI, sino también a un aspecto de esta media sanción vinculada a los datos biométricos. Y lo resalta como una característica positiva: “Son acciones que aumentan la fricción, que colocan más obstáculos en la carrera del usuario, y las compañías de apuestas buscan exactamente lo contrario”.
A diferencia de lo que sucedía en el pasado, con el celular como instrumento la adicción está a solo un clic de distancia. Ya no hace falta ir hacia el casino, porque el casino está en la palma de la mano de grandes y chicos.
¿Prohibir es la salida?
Un interrogante que se abre es transversal a muchos temas controvertidos que buscan ser regulados por parte del Estado. ¿Sostener una postura prohibicionista garantiza que disminuirá el juego online, o bien, solo alentará su consumo? “En este asunto de las apuestas online, me siento más cerca de la ley que reglamentó la publicidad de la nicotina, que de la doctrina de la guerra contra las drogas. De esta última, aprendimos que en muchos casos el remedio es peor que la enfermedad; pero en la nicotina, la prohibición de la publicidad fue importante para disminuir el consumo”, admite Pavlovsky.
Merlin refuerza esta mirada y va más allá. “Uno de cada cuatro adolescentes apostó en ámbitos online. Pienso que frente a una libertad ilimitada y la ausencia del Estado, es necesario construir límites. Prohibir el uso de celulares en la escuela secundaria, por caso, será fundamental”. Aunque el concepto de “prohibición” suena fuerte --admite la psiconalista-- es la única salida en un contexto en el que, desde su perspectiva, los adolescentes creen que se salvarán económicamente con salidas rápidas. La meritocracia y consignas como “sé tu propio jefe” o “sálvese quien pueda” producen un cóctel explosivo en un cabeza joven en plena ebullición.
Agrega Merlin: “La ludopatía es un fenómeno que crece; la de los adolescentes es una población en riesgo porque transita una etapa de mucha vulnerabilidad. El fenómeno comenzó durante la pandemia y se agregaron hechos coyunturales que hicieron lo propio. Este gobierno libertario, que consolida un modelo económico cruel de desprotección y descuido, tampoco colabora en el combate de las apuestas”.
Antros de desinformación y violencia
A tono con la adicción de las apuestas online, el otro gran conflicto para las juventudes son las redes sociales, cuyos algoritmos privilegian información falsa, tóxica y violenta. De hecho, tal como sucedió semanas atrás, diarios como The Guardian en Gran Bretaña y La Vanguardia en España pegaron el portazo y levantaron sus cuentas de X.
El hecho de que no haya barreras ni filtros de ningún tipo para la participación de niños y adolescentes representa un problema en sí mismo. Merlin plantea: “Las redes sociales vinieron a cambiar la subjetividad de época. Estamos en presencia de una transformación antropológica: nuevas formas del amor, de la sexualidad, de la amistad y del lazo social. Hay que estar a la altura y admitir que gran parte de la existencia transcurre allí”.
Luego sigue: “El principal problema que afecta a la salud mental es cómo las redes facilitan los discursos de odio y su reproducción. Es uno de los efectos más preocupantes”. Como no se arriesga el cuerpo en cada mensaje, los que ofenden se esconden detrás del anonimato. “Se confunde la libertad de expresión con la destrucción del otro. Formas fascistas del lazo social”, sintetiza Merlin.
Un fenómeno global que ya comienza a discutirse en todo el mundo. Por estos días, Colombia debate un proyecto legislativo que busca regular el acceso de menores de 14 años a plataformas digitales. Desde aquí, el ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, Mauricio Lizcano Arango, expresó su respaldo a esta iniciativa: “La exposición temprana a redes sociales puede tener consecuencias graves en la salud mental de nuestros niños, niñas y adolescentes, incluyendo aumento de la ansiedad, depresión y problemas de autoestima”.
En Australia se acaba de aprobar una ley que impide el ingreso a redes sociales a menores de 16 años. Asimismo, las plataformas que incumplan y exhiban fallos sistemáticos al momento de controlar la edad de sus usuarios podrían enfrentar multas superiores a los 30 millones de dólares. A partir de 2025, los niños menores de 14 años que vivan en Florida (EE.UU.) tendrán prohibido el acceso a redes, mientras que los menores de 16 requerirán del consentimiento de sus padres.
La familia y el Estado
Un trabajo hecho por Unicef en España alerta que más de la mitad de los menores consultados consideran “bastante” o “muy peligrosas” Instagram, X y TikTok. Sucede que las propias plataformas son diseñadas con características adictivas, sin tener en cuenta la salud de los usuarios que están del otro lado. En esta línea, más allá del control que pueda ejercer la familia, es fundamental que los Estados utilicen las herramientas que tienen a mano para dar discusiones de fondo.
Lo que se observa con la influencia creciente de las apuestas online y las redes sociales es que se incrementa de manera exponencial la lógica consumista. Como refiere Nick Srnicek este capitalismo “es un capitalismo de plataformas”, es decir, “máquinas que se caracterizan por la extracción masiva de datos”. Con esa información de los usuarios segmentada, especificada y automatizada, lo único que buscan es prolongar la permanencia de los usuarios en sus celulares para, en última instancia, vender más y más productos.
“No se puede ir en contra del cambio tecnológico, pero sí se pueden desarrollar otras formas de encuentro, lazo social, pensamiento crítico, debates. Estimular otros modos de relación”, ensaya Merlin. La mercantilización de todos y cada uno de los instantes de la vida no tiene parangón; la luz al final del túnel todavía se parece más a un espejismo que a otra cosa. Sin embargo, vale la pena el optimismo. Al menos, como ejercicio de supervivencia.