¿A quiénes habrá que identificar como personajes claves y su incidencia oculta para que un sujeto como este muchacho haya llegado a la presidencia de la nación?
El pueblo habla a través de las urnas, dirán. La democracia purifica lo arbitrario, dirán otros. El pueblo responde a los estímulos que recibe en su moribunda situación existencial. No es cuestión de ideología, de sociología, de romanticismo. Se trata de un cansancio popular basado en la ruptura de la humanidad como eje para el desarrollo de las sociedades.
Lo discursivo como herramienta seductora llegará como bálsamo efímero hacia la plebe desencantada. Los partidos políticos, sus seguidores, los sindicatos y toda la prole militante han quedado expuestos ante los paladines de guante blanco en un mundo con cambios constantes.
¿Qué es lo que determina el bienestar de los pueblos? ¿Cuál es la dignidad que los representa?
La pérdida de la libertad argumentada en el desgaste y el declive económico, la inseguridad y la nefasta nobleza de los gobernantes de turno, en sus iglúes de cristal, ha colapsado la voluntad de un pueblo demasiado obediente y consecuente.
El bienestar popular como enigma a resolver está tan alejado de la realidad política como una cloaca en un barrio periférico. Se gobierna desde el estigma. Se piensa la humanidad seccionada como un juego macabro. La solidaridad que pretendería una igualdad respetando los roles de cada persona no tiene lugar en un mundo salvaje y distorsionado.
El desenlace de las políticas sociales está fundamentado en compadecerse de la gente, en lugar de tener una actitud inclusiva y de integración.
Los líderes emergen de sus sociedades, son el síntoma. A eso llamamos democracia. El ánimo del pueblo estimulado hacia decisiones tan propias como ajenas. Sentirse parte seria la cuestión. De un proyecto de país. De una armonía que nunca llegara. La reacción valida a esto es la acción revolucionaria.
La inercia como un cóncavo misterioso ha invadido el pensamiento político en esta nación. Un desgaste, una ruptura, que no era necesaria, pues ese vínculo entre el pueblo y la dirigencia política casi siempre estuvo distanciado. La conexión entre la gente de a pie y los gobernantes de turno seria la odisea que todos anhelamos para nuestra vida en la tierra. Por diversas motivaciones no es posible una sostenida cotidianeidad en armonía.
Ya pasara. Todo sucede. Mientras la vida va ocultando sus postales macabras. Solo te mostrara esa especie de anecdotario nostálgico que estimule a la raza humana a seguir existiendo. Y claro, votando. Como buen ciudadano moralmente autorizado para hacerlo.
Osvaldo S. Marrochi