El dramaturgo y director de teatro argentino Mauricio Kartún repasó su carrera en un diálogo descontracturado con Víctor Hugo Morales en la 750.
“Empecé con la colección Robin Hood. Un día en la biblioteca de un tío encontré a (Facundo) Quiroga y Roberto Arlt y fue el gran paso. Mis viejos no pasaron tercer grado de primaria, pero tenían esa fe del migrante que se instala y crece, y como vieron que lo mío era leer, me abrieron una cuenta corriente en la librería del barrio donde yo podía comprar libros y revistas. Monumento a mis viejos”, recordó.
De larga trayectoria, Kartún tiene en su haber obras emblemáticas. Una de ellas, Salvajada, fue pensada originalmente como una obra de títeres.
“Esa obra ya tuvo una versión hace 10 años. La escribí a pedido de la Universidad Nacional de San Martín, justamente porque había un grupo de egresados de la carrera de Títeres y Objetos que iba a montar una obra. La escribí, la hicieron, pasaron los años y el año pasado el Nacional Cervantes me la pidió. Yo la hice pensando en títeres, o sea, pensando en una realidad inasible”, explicó.
"Soy un dramaturgo que dirige"
Consultado acerca de otro de sus textos, Terrenal, que estuvo nueve temporadas en escena, Kartún confesó que formar parte y conformar un elenco es como estar en “una familia eventual” de la que, tarde o temprano, hay que desprenderse.
“En el teatro, donde yo escribo y dirijo, es participar de familias eventuales. Vos formás un elenco y es una especie de familia temporal con la que convivís, hacés viajes, te obliga a tomar decisiones. Es muy entrañable. Hice nueve temporadas de Terrenal con amigos muy queridos. Es muy difícil desprenderse. Pero como te vas de la casa familiar, porque si no no crecés, me vengo imponiendo sistemáticamente ponerme a dirigir y escribir, porque si no el riesgo es quedar pegado a una familia que corre el riesgo de volverse disfuncional, como toda familia. Por eso cada tanto me piro”, señaló.
Si bien es famoso por dirigir casi todas sus obras, en sus comienzos Kartún enfrentó el “miedo” de ponerse frente a un elenco de actores.
“Estudié más dirección que dramaturgia, más allá de que mi vocación era literaria. Pero la sensación era tener que contener almas, tener que contener pasiones, y yo a gatas me puedo contener a mí", remarcó. "¿Cómo voy a hacer para ponerme frío frente a alguien que se pone nervioso porque no le sale lo que está haciendo y tranquilizarlo si yo también estoy nervioso?”", se preguntó. De esta manera, encontró la solución en lo que llama “escapar para adelante”, como si estuviera en una trinchera de guerra y, en vez de “huir hacia atrás”, fuera derecho hacia el enemigo.
“Yo escribo absolutamente despreocupado del escenario, con la seguridad que vendrá un director que resuelva, que en general soy yo mismo. Soy un dramaturgo que dirige, no soy un director. Soy alguien al que la cabeza le funciona por palabras”, cerró.