Cuando se cumplieron cuatro años de la desaparición forzada de Lichita, Carmen Elizabeth Oviedo Villalba, hija de Carmen Villalba, presa política desde el 24 de febrero del 2005, -quien cumplió la totalidad de su condena en el año 2021 pero continúa detenida porque se le impusieron nuevas causas-, el gobierno paraguayo intensifica la persecución contra su familia.
A Carmen la trasladaron junto a Laura -su hermana, mamá de María Carmen, una de las niñas de 11 años asesinadas el 2/9/2020-, y a su compañera de prisión Francisca Andino, a una Cárcel de Máxima Seguridad en Minga Guazu. El gobierno paraguayo, en lugar de buscar a Lichita, persigue por el mundo a su familia. Myriam Villalba, mamá de Lilian Mariana, la otra niña asesinada, fue detenida varias horas por Interpol, por pedido del gobierno paraguayo, cuando espera que confirmen su refugio en Venezuela.
En el 2020, Lichita y sus primas estaban en Paraguay. Habían viajado desde Argentina para conocer a sus familiares que integran el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), pero el inicio de la pandemia las obligó a quedarse, ya que se cerraron las fronteras. Su familia les organizó entonces un pequeño campamento para permanecer hasta el momento en que fuera posible el regreso a Argentina, donde vivían y estudiaban.
El 2 de septiembre del 2020 las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC), integradas por militares y policías, atacaron el campamento, sabiendo que ahí estaban las niñas, asesinando a María Carmen y Lilian Mariana, e hiriendo a Lichita, quien ya no pudo caminar.
Lichita fue vista por última vez el 30 de noviembre de 2020 por su tía Laura en las inmediaciones del Cerro Guazú (Amambay). Laura y las niñas habían salido a buscar comida y agua y al regresar no la encontraron. Solo hallaron unas hojas de su diario, en el que Lichita escribió: “Mamá, quiero que sepas que eres lo mejor de mi vida y que te quiero muchísimo. Desde aquí hasta la Vía Láctea, como me solías decir. También a mis hermanas, a mis tías, a mis primas, a mi familia. Escribo esto para que me tranquilice. Te amo más de lo que te puedo expresar, y eres mi razón para vivir. Quiero volver a estar contigo, sentir tus besos en mis mejillas, tus cálidos abrazos, el aroma de tu café por las mañanas. Ojalá supieras cuántos deseos tengo de verte, de que me vuelvas a mimar, quiero que vengan a encontrarme. Si eso pasa, prometo volver contigo, que me abraces y que me digas cuánto me extrañaste. Hay momentos en los que pierdo las esperanzas. Es que no sé hasta cuándo podré aguantar, mucho me gustaría cerrar los ojos y que todo sea un mal recuerdo. Y contarte todo, ojalá estés orgullosa de mi. Te amo mamá, quiero volver a verte.”
Carmen Villalba, desde la Cárcel del Buen Pastor, le escribía tiempo después: “Lichita, mi indiecita irreverente, ¿dónde estás? Silencios, indiferencias y claudicación no toquen a mi puerta, hoy la contienda nos necesita con la palabra, la pluma y el hacer certero de la lucha, con la mente sobria aunque el corazón este sangrando.
Lichita ¿dónde estás? Que no te trague el silencio abrumador de las bestias que te hieren, buscando el tiro certero contra la niña insumisa que nació en cautiverio con los ojitos abiertos dando sus primeros pasos en prisión a los 10 meses. Lichita ¿dónde estás? Desde donde estés sacúdete de tus amarres, no te des por vencida, no olvides que para vos nunca fue opción dejarse morir. Indiecita guaraní, no habrá montañas ni cerros que te traguen, el pueblo en lucha te arrancará desde donde estés”.
Máxima inseguridad
En una carta entregada a la Embajada de Paraguay este 29 de noviembre, firmada por numerosas organizaciones de diferentes países del continente se denuncia las condiciones de aislamiento y tortura en que se encuentran Laura, Carmen y Francisca Andino, otra compañera que compartió durante años con Carmen la prisión en la Cárcel del Buen Pastor, desde su traslado a la prisión de Minga Guazú: “Señalamos que tales procederes no solo implican un notorio y palmario agravamiento de sus condiciones carcelarias, sino que además representan un castigo cruel e injustificado si se ponen en debida consideración que no cuentan con antecedentes de mala conducta en los penales de reclusión en los que se hallaban cumpliendo su condena, todas trabajaban para lograr su sustento y han participado de cursos y estudios que se vieron interrumpidos por este arbitrario traslado. Los hechos que denunciamos constituyen flagrantes violaciones de lo dispuesto en el art. 5 de la Constitución de la República del Paraguay que establece: "Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes."
Asimismo estos hechos constituyen un manifiesto desconocimiento por parte del estado paraguayo, de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos adoptadas por las Naciones Unidas (mundialmente conocidas como Reglas Mandela) del año 2015, en tanto las víctimas reciben un trato carcelario claramente indigno. En particular, el Estado desconoce el principio que establece que el sistema penitenciario no deberá agravar los sufrimientos que implican la privación de libertad. Este tratamiento abusivo que padecen las víctimas vulnera sus derechos al debido proceso, al ejercicio pleno de la defensa, al acceso a un defensor y a la protección de los tribunales que establecen los arts. 8 y 25 de la Convención Americana sobre derechos humanos (Pacto de San José de Costa Rica).”
El 29 y 30 de noviembre, se presentaron las mismas demandas ante distintas instancias del gobierno de Paraguay por parte de la 7° Delegación Humanitaria de la Campaña Internacionalista Solidaridad con la Familia Villalba integrada por María José Cano, Directora de DDHH de CTA Autónoma Nacional, Claudio Medina Domínguez, Secretario de DDHH de ADEMyS; Guillermo Kane, Diputado de la Provincia de Buenos Aires del FITU – PO, Ísis Mustafa de Assis y Gabriela Torres Martins, de la organización Unidade Popular Pele Socialismo de Brasil, y se realizaron actos en distintas ciudades de Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay, e incluso en Europa.
Cuando la prisión es un modo de tortura
El 27 de noviembre visité a Carmen y a Laura Villalba en la Cárcel de Máxima Seguridad de Minga Guazú, en Paraguay. No fue fácil acceder a la visita, ya que se encuentran en condiciones de absoluto aislamiento, teniendo autorizadas una visita de una hora quincenal para algun familiar directo que acredite serlo y otra con su abogado Salvador Sanchez Ocampo. Debido a la persecución que sufre la familia Villalba, no hay ningún familiar que pueda llegar a verlas.
En la Cárcel de Máxima Seguridad, que en principio fue realizada para hombres, habilitaron un pabellón donde se encuentran Carmen, Laura, y Francisca, cada una de ellas encerrada en una celda de 2 metros por 1,5 m. sin poder verse. Las monitorean las 24 hs. con dos cámaras. Es decir, están absolutamente aisladas pero nunca solas, nunca en intimidad, siempre observadas. Tienen una hora para salir al patio a la mañana y otra a la tarde, pero para hacerlo les ponen una capucha tapando la cara, y grilletes, lo que les hace muy difícil moverse, por lo que desistieron de salir. Además, cuando las sacan al patio, lo hacen de a una, no pueden verse.
Desde el traslado de los penales en los que se encontraban hacia éste de Máxima Seguridad, ya no pudieron comunicarse telefónicamente con sus hijas, hijo. Se viola así un derecho básico de las niñas y niños, como es el de ver o comunicarse con sus madres.
No tienen nada para cuidarse del calor, que algunos días es de más de 40 grados. En el traslado no les llevaron ninguno de los objetos que tenían en las celdas anteriores, ni su ropa, su comida, sus libros (en el caso de Carmen más de 300).
En su tiempo de prisión en el Buen Pastor, Carmen se recibió de psicóloga, y estaba cursando el segundo año de Derecho, lo que quedó truncado por el cambio del penal, un mes atrás.
Pueden comer lo que les da el penal, una dieta basada en carbohidratos que les daña la salud. Solo se les puede llevar del exterior algunas frutas, maní y frutas secas.
No tienen papel, lápiz. Solo unos pocos libros. Entre ellas no pueden comunicarse más que gritando.
Sin embargo, son mujeres valientes, que saben afrontar la adversidad, y que están resistiendo la tortura y el aislamiento.
“Dile a las compañeras y compañeros que estamos resistiendo”
A pesar de no poder abrazarnos, ya que el encuentro fue con vidrio y teléfono mediante y con personal del servicio penitenciario al lado nuestro con sus rostros tapados, la emoción fue lo que prevaleció y nos hizo sentir vivas.
Las vi de a una, y el primer momento fue de lágrimas necesarias, porque lo que se vive es dolor. También hubo risas, compartiendo los mensajes de amor que les envian las tres hijas y el hijo de Laura, Anita –la melliza de Lichita-, hijos e hijas de compañeras de la Campaña que aprendieron a quererlas, y niños y niñas que compartieron con sus hijos espacios de formación, como Pelota de Trapo.
Hablamos de Lichita, del dolor que significa que el Estado paraguayo no la busque, mientras persigue a su familia. Hablamos de que no hay justicia para las niñas Lilian Mariana y María Carmen, crimen donde no hay investigación, cuando la única persona presa es Laura, mamá de María Carmen, mientras Myriam, mamá de Lilian Mariana, está siendo perseguida, fue presa unas horas en Argentina y ahora estuvo presa de Interpol por unas horas en Venezuela.
Me contaron que están estudiando como pueden, a los gritos, para no perder la capacidad de pensar, de saber, de comunicarse. Contaron que repasan mentalmente los momentos de encuentro con cada una, cada uno de quienes las han visitado durante estos años, y que esto les da fuerza para sobrevivir a la tortura.
Carmen me pidió que les diga a las compañeros y compañeros que integran la Campaña Internacional de Solidaridad con la familia Villalba, que las y los quiere, y que se siente acompañada recordando los momentos compartidos. Que con su memoria presente, logra estar acompañada, y tomar fuerza para seguir luchando por la libertad y por encontrar a Lichita. Laura me pidió que transmita que van a resistir, y que van a salir con vida de la cárcel. No son frases vacías. Este sistema penitenciario busca matarlas en vida, despojarlas de su identidad, de su memoria, de sus deseos, de sus afectos. Su modo de resistir es estar vivas, no caer en la depresión, en la desesperanza, en la deshumanización a las que las empujan.
Cuatro años después de la desaparición forzada de Lichita, repetimos: Eran niñas. A las niñas no se las toca, no se las viola, no se las desaparece, no se las mata.
Les transmití finalmente el mensaje de sus compañeras y compañeros de la Campaña y de las organizaciones de derechos humanos: “Seguimos buscando a Lichita. Seguimos exigiendo Justicia para las Niñas. Seguimos demandando la libertad de Laura, Carmen, Francisca, presas del estado misógino e infanticida. No están solas. Si tocan a una respondemos todas”.
Es nuestra dignidad y nuestra humanidad la que está en juego en este compromiso colectivo.