Fiero es una banda de rock vieja escuela. El cuarteto ensaya en el fondo de una casa de Ramos Mejía, sigue organizando las canciones en discos, edita en formato físico, sale a tocar por los bares del under y todavía sueña con meter un hit en la radio. Pero más allá de todo, la motivación central de Fiero es hacer buenas canciones. Y eso se reafirma en su nuevo disco, Hachazo (2024), un trabajo orgánico, frenético, bailable, cancionero y rockero. “Un rock que tiene caracteres de cierto virtuosismo pero llevado a la canción y movido, con alegría y con salto”, define Mariano Abelenda, cantante, compositor y guitarrista de esta banda oriunda del oeste del conurbano. Lo presentarán este jueves 5 a las 23 en Niceto Bar (Niceto Vega 5501), con entrada libre. Y luego volverán a sus pagos, el jueves 12 tocarán en La Quadra Bar (Av. Gaona 2191, Ramos Mejía). “Este es el momento de escuchar el disco entero por última vez porque el año que viene vamos a tocar cosas nuevas”, alerta Abelenda.

Las ocho canciones del disco le hacen honor al título: son filosas, claras y directas. Van al hueso y al corazón. Fue grabado a fines de 2023 en Woman Studio en tres sesiones. “Es lindo plasmarlo todo en un lugar, que no se vaya disipando la energía con el paso del tiempo. Empezamos a laburar los temas en la sala para que suenen y luego llevamos eso al estudio”, detalla el vocalista. El disco tiene un solo invitado: Ariel Minimal suma su voz en la electrizante “Reloj de fuego”. “En el segundo día ya habíamos logrado meter todas las bases de los temas. Entonces, llegué a casa contento e hice un festejo íntimo. Y a la madrugada lo vi conectado a Ariel y lo invité a que viniera al otro día a grabar. Le pasé la letra y le encantó. Su tonalidad de voz le quedó como anillo al dedo a la canción. La grabamos sin clic y quedó buenísima”, cuenta desde su casa de Ituzaingó.

Y si bien no es un invitado formal, el baterista de Divididos, Catriel Ciavarella, los ayudó de onda con el armado de las baterías para la grabación y les prestó equipamiento. “Con la incorporación de Sebastián Villegas, el bajista nuevo, el disco se volcó a un sonido rock definidamente del oeste”, apunta Abelanda sobre la esencia del nuevo disco del grupo que se completa con Sebastián Corso en batería y Mateo Tassara en guitarra, sintes y percusión. “El nombre del disco surgió por un juego de palabras. Somos una banda que sale mucho de gira y nos gusta jugar al truco. Hachazo es una marca de cartas”, revela. “En los viajes nos reíamos cuando alguien le retrucaba no solo en el partido sino en la vida algo al otro. Y el conjunto gritaba '¡Hachazo!'. Quedó como una cosa divertida, pero también profunda. Me gusta como concepto la idea de terminar con ciertas cosas que uno ya no quiere ni para afuera ni para adentro. Las letras no son para nada enroscadas, son súper directas. Elegí que se entienda bien lo que la canción quiere decir”.

-¿Por qué sentías la necesidad de tener esa claridad a la hora de escribir las letras? La primera canción, "Metralleta", dice: "Te ametrallan con noticias, te ametrallan ideas/ te ametrallan con enojos que nunca necesitamos".

-Esa necesidad surge de escuchar la radio, de escuchar la música que está sonando. Las letras dicen un montón de cosas, sobre todo el trap. Hay cosas que me gustan, como WOS. Pero después en las letras se miden entre sí: quién tiene más, quién es más groso. Un poco lo que está pasando en la actualidad en las redes. Esas letras hablan de amor, collares, joyas. Y no quería ir por ese lado. Hay una sola canción medio metafórica, "Mirame más seguido", que nace de una historia con mi hijo. Por eso, las letras del disco son bastante concretas. "Máquina de fallar", por ejemplo, es una letra súper cruda que no tiene ningún tapujo en hablar sobre la problemática que a veces uno siente al estar vivo.

-¿Les interesaba que las canciones tuvieran un ritmo bailable? Incluso hay un rock and roll, "Es lo de menos".

-En este mundo donde está muy difícil para el rock under sonar en las radios, sí apunté a que hubiera canciones que puedan sonar allí. Me refiero a temas como "Máquina de fallar", que pasa por varios lugares rápido. No tengo dudas de que si tuviéramos la manija posible para que suene una vez por día este tema en alguna radio importante crecería de una manera mucho más fluida, porque en cada lugar donde lo tocamos o se escucha gana adeptos. Pero sí me encontré con una pared mucho más grande que la que existía antes para poder entrar a las radios con la música. No se acepta más la entrada para el rock under en los medios mainstream. Se acepta el trap, el rap, movimientos nuevos o el rock consagrado.

-¿Y a qué responde esa pared que ponen los medios para el rock under?

-La gente se ata a lo que vende, a lo que tiene escuchas en Spotify, a lo que tiene muchos seguidores en Instagram y ahora más que nunca. Es lo que rige el pulso, hasta el presidente que tenemos salió de las redes. Nos encontramos fuerte con esa pared que no sabíamos que iba a ser tan grosa. En este momento llegar al público lleva más tiempo del que nos imaginábamos. Ahora estamos armando un disco plenamente instrumental, con dos baterías y guitarra pelada, súper bailable, porque ya nos sacamos las ganas de hacer un disco bien rockero del oeste.

-La idiosincrasia del barrio se filtra en las canciones. ¿Cuál son las particularidades de la zona oeste que marcaron a la banda?

-Hay dos o tres cosas para mí determinantes. Yo me crié yendo al local de música Frankie Pig, que habían fundado el Piojo Ábalos y Ricardo Mollo en la estación de Ramos Mejía. Toda la monada de la época iba a probar guitarras ahí. Con Divididos bastante al taco y llenando Obras también aparecía Ricardo por ahí. A la vuelta ensayaba Almafuerte y venía el Tano (Marciello) a buscar guitarras para ir a grabar. Y en Hurlingham estaba Sumo; con Omar Mollo me crucé ochenta mil veces zapando a la noche tango, rock, lo que venga. O el Bocha Sokol dando vueltas siempre por los bares de Ramos. La identidad de la música del oeste nace de ese mundo. Nos criamos con ese sonido y esa idiosincrasia. Nuestro barrio ofrecía eso: ir a la vía a fumar y encontrarse con los personajes que deambulaban por las calles.