6 - REFLEJADO
(Argentina/2024)
Dirección: Juan Baldana
Guion: Juan Baldana, sobre la novela Limpiavidrios, de José Supera
Duración: 97 minutos
Intérpretes: Nazareno Casero, Juan Palomino, Nancy Dupláa, Luis Ziembrowski, Germán de Silva, Pablo Finamore y Shirley Briceño.
Estreno en salas

“Vos acostumbrate a estar solo y ver tu cara en la ventana todos los días, ¿ok?”, le pide, con tono de imposición, Giménez al flamante asistente con el que hace una semana pasa largas horas diarias colgado sobre una pequeña tabla de madera, a decenas de metros de altura, limpiando los vidrios de una torre de oficinas. El muchacho se llama Alejo y no tiene demasiado apego a las reglas ni a las formas: no le gusta usar el casco obligatorio (“si me caigo de acá me muero igual”, razona), osa pedir un adelanto de sueldo a su jefa (Nancy Dupláa) incluso cuando está atravesando el periodo de prueba y, lo peor de lo peor, rompió la primera regla del oficio al pegar la ñata contra el vidrio para intentar ver qué ocurre en el interior de esa mole reflectante. Los limpiavidrios, remarca Giménez, deben ser invisibles, un mandato que lo largo de Reflejado no hace más que tensionarse hasta mucho más allá de lo recomendable. Y de lo imaginable.

Estrenado en la sección Panorama del último Festival de Cine de Mar del Plata, el nuevo trabajo en la silla plegable del realizador y guionista Juan Baldana (Los Ángeles, Arrieros, Los del suelo, el documental de Netflix Romper la pared) presenta un universo dominado por oficios relacionados con tareas de servicio, con sus hombres y mujeres vestidos con diversos uniformes (seguridad, limpieza, mantenimiento y sigue la lista) y funcionando como engranajes silenciosos del motor corporativo. Un motor que tiene sus fisuras, como la que se abre con un gerente (Luis Ziembrowski) maltratado por su jefe y del que han circulado varias fotos sobre su vida íntima, puntapié para que Alejo comience a enredarse con los oficinistas. Y también con una empleada de limpieza a la que acecha cuando la cruza en las alturas, siempre con un grueso vidrio de por medio.

Porque él (Nazareno Casero) no tiene familia, ni amigos ni nada, al punto que le pide los datos a Giménez para ponerlo como contacto de su seguro laboral. Dado que tampoco tiene casa ni un lugar para dormir, la terraza donde está el deposito con los materiales de trabajo asoma como un buen lugar para ranchear. Más aún después de que uno de los guardias de seguridad (Germán de Silva) le pase el dato de que esa cámara de vigilancia no funciona. Esa actitud generosa es opuesta a los modos pendencieros y amenazantes, dignos de quien se siente por encima de la línea de flotación del laburante promedio, del jefe de los guardias interpretado por Juan Palomino, quien tiene la extraña virtud de aparecer en los momentos más inoportunos.

Con una acción circunscripta al edificio y sus múltiples recovecos y pasillos, la adaptación de la novela Limpiavidrios, de José Supera, se presenta con la forma de un viaje hacia las entrañas de un hombre emocionalmente quebrado, a la vez que como una exploración a la alienación generada por el frenetismo urbano y un esquema laboral poco adepto a prestar atención a la persona que hay debajo de cada empleado. Reflejado, es cierto, tiene varios deus ex machina en su guion, con situaciones regidas por un azar demasiado importante. Pero gana espesura cuando se empapa del misterio y la oscuridad que envuelven a Alejo y a una serie de comportamientos que pendulan entre la rebeldía y la desesperación, entre los intentos de torcer el destino de invisibilidad deparado por su trabajo y otros que señalan la dirección exactamente opuesta.