El sol lo abrasa todo y la transpiración corre por la piel en torrentes nítidos. Los únicos abrigos del calor son el diminuto cuarto de hotel con su ventilador y alguno de los bares visitados asiduamente por los falsos parroquianos, esos expatriados que llegaron del otro lado de la frontera por alguna razón sensata u obligados por las circunstancias. Hay algo de zoológico humano en la variopinta s