El 4 de septiembre de 2022, cerca de las once y media de la noche, Diego Hernán Fernández González llamó al 911 y dijo que en la casa de al lado de la suya "planearon todo el femicidio de Cristina Fernández de Kirchner". "¿Cómo señor? No le entiendo nada", le respondió el operador. Entonces repitió la misma frase. Quería informar --le explicó ayer al Tribunal Oral Federal 6 (TOF6)-- que en la vivienda vecina, en Avenida Montes de Oca al 1200 (Barracas), se juntaba el grupo de los vendedores de algodón de azúcar que había aparecido en televisión tratando de despegarse del intento de magnicidio, entre ellos Gabriel Carrizo (dueño del negocio de los copos) y Brenda Uliarte, dos de los acusados en el juicio. La persona que contestaba en la línea policial dijo después de un ida y vuelta que mandaría un patrullero. Fernández González sólo vio por unos pocos minutos un móvil de la policía porteña por la esquina. Mientras esperaba en la puerta de su domicilio, relató, aparecieron dos personas, que entendió que eran agentes de civil, y que le advirtieron: "Vos quedate tranquilo, no te metas en estas cosas".
"Zona liberada"
En el segundo piso de Montes de Oca 1209 vivía Sergio "Checho" Orozco con su mamá. Su hermano Marcelo, quien también declaró este miércoles, les pagaba ese alquiler. "Checho" integraba el grupo de vendedores de Carrizo, aunque también tenía trabajo administrativo en el Hospital Elizalde. Solían juntarse en ese lugar, hacían fiestas ahí, y tenían allí una máquina para hacer el algodón de azúcar. Ese domingo en que el vecino llamó al 911, tres días después del atentado a CFK, algunos estaban en la vivienda de Barracas. Entre ellos Uliarte, cuya detención había dispuesto la jueza María Eugenia Capuchetti. Pero salió del lugar lo más tranquila a la tarde, sin que ningún/a policía la interceptara y se fue a tomar el tren. La oficina de escuchas de la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado (DAJuDeCO) advirtió que su celular se movía y a raíz de eso un secretario de la magistrada, Federico Clerc, se lanzó en persona a detener la formación del tren San Martín en la estación Palermo. Así fue arrestada la chica, que estuvo a un tris de escaparse.
Uno de los abogados de la querella de la expresidenta, José Manuel Ubeira, dijo a Página/12 que cree que tanto en Barracas como en los alrededores de la casa de Cristina en Recoleta, donde transcurrieron las manifestaciones para respaldarla en medio de la causa de Vialidad, donde ocurrió el intento de magnicidio, había "zona liberada". Lo dice en referencia a la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. "En el caso puntual de este testigo (Fernández González) su declaración habla de que no había voluntad de investigar nada: se advierte en su relato el patrullero que no llega y los agentes que le dicen que no se meta en el tema", sostuvo. "En la zona del atentado la policía de la Ciudad de Buenos Aires no protegió a nadie de los que iban a darle apoyo a la vicepresidenta. Hasta atacó a su hijo, Máximo, y a otros. En su primer intento de disparar, Sabag Montiel le dice a su novia, Uliarte, que desiste porque hay cámaras de C5N, la policía no le representaba una preocupación", explicó.
Los extraños vecinos
Al comienzo de la declaración del vecino de Orozco y de acuerdo a su llamado al 911 todo hacía suponer que él mismo había escuchado al grupo bautizado como "los copitos" planificar el intento de asesinato de la expresidenta. Ante el tribunal aclaró que él había visto y oído en la televisión que había un grupo de vendedores de algodón de azúcar que "hacían inteligencia" con esos copos en los alrededores de la casa de CFK y "se juntaban dos o tres veces por semana" en la casa de Montes de Oca. Era al lado de la suya. "Todos los vecinos sabían que eran ellos pero nadie quería decir nada", comentó. Dijo que conocía solo a Orozco, y que le había preguntado por la situación, pero solo le respondió que tenían un emprendimiento de compra y venta de copos.
Es que después del atentado Carrizo, Uliarte, Orozco y otros integrantes del grupo fueron a Telefé y dieron una nota donde decían que estaban amenazados, que no tenían nada que ve con Sabag Montiel, ni sabían que tenía un arma y municiones, Uliarte --que era su novia-- dijo no imaginaba que era capaz de intentar matar. Pronto se supo que ella estaba con él en la escena del hecho y que Carrizo les contaba lo ocurrido a sus allegados jactándose de ser parte, de estar orgulloso de Sabag y de haberle dado a la pareja un arma que al final no se utilizó, pero que ocultaría con la chica. Decía que incluso no descartaba él "terminar el trabajo" y ante algunos, como una prima suya que declaró también y quebró en llanto, decía "es un golpe que le dimos al gobierno y se va a poner peor". Esta mujer, Andrea Cavalaro, a diferencia de otros testigos cercanos a Carrizo que decían que no le creían nada por su humor negro, dijo que era cierto que hacía ese tipo de bromas, pero se lo tomó en serio. Se describió simpatizante de CFK. A otra testigo, Morena Gallardo, Carrizo le dijo que quería "iniciar una guerra civil a través de la movilización" pero ella dijo que no le entendió lo que quería decir.
Cuando vio al grupo en la televisión, en una escena bastante llamativa --Uliarte, por ejemplo, tenía un gorro que le cubría todo el pelo y un tapado de piel--, el testigo Fernández González contó que le preguntó a su mamá, que vivía con él, si era gente que ella veía entrar y salir de la casa contigua, con palos con copos de azúcar de color rosa. Su madre, que falleció, se lo confirmó, según dijo, y que incluso alguna vez había visto a Sabag Montiel. Habían comentado el tema porque les llamaba la atención que varias personas que no vivían ahí tenían la llave del lugar. Dijo que había barullo y peleas. En función de juntar esos datos fue que llamó a la policía.
La llamada
La llamada al 911 figura a las 23.35 del 4 de septiembre. Cuando el operador pregunta qué ocurre, el vecino intenta explicar que allí "planearon todo el femicidio de cristina Fernández". Le preguntan si necesita un móvil policial y él dice que no comprende. "Tenés que mandar a sacar a los pibes", exclama en el teléfono. Pero la respuesta es que solo podían mandar un patrullero, entonces pide que lo manden. "¿Y qué está ocurriendo exactamente en el lugar para que necesite un patrullero?", le preguntan. Fernández González parece irritarse y dice: "para agarrar a los pibes que planearon todo ¿De dónde sos vos loco? ¿Quién te entrenó?". "No tengo que contestar esa pregunta" respondió el operador. Y luego preguntó si le estaba tomando el pelo. La conversación se empezó a complicar, le volvió a preguntar si quería el patrullero y el vecino dijo que sí y que lo iba a esperar.
La fiscala Gabriela Baigún le preguntó si era posible que hubiera estado en estado de ebriedad y el testigo dijo que podría ser que hubiera bebido. A Ubeira el relato no le pareció incoherente, incluso le preguntó cómo sabía que podían se policías de civil, y el hombre contó que vivió toda su vida ahí, que andaba con sus amigos en la calle, en las esquinas, se juntaban para ir a los partidos de fútbol y a hacer asado, y que conocía bien a las brigadas (son los agentes que suelen andar de civil) y a los "jefes de calle". Dijo que podía identificar un tipo de campera característica que utilizan, que era la que tenían, según describió, "un masculino y un femenino que me dijeron "pibe, vos quedate tranquilo, no te metas en estas cosas". Para él ese comentario era mayor indicio de que serían policías. Un patrullero estuvo un rato en la esquina de Montes de Oca y Rocha y se fue, nunca llegó a la dirección denunciada, donde él esperaba. "No vinieron nunca, agarré y me fui a dormir", dijo. En ese momento, relató, había movimiento en el departamento de Orozco.