Desde París
Por segunda vez en la historia de la Quinta República fundada en 1958 y después de 62 años, cayó un gobierno francés al ser censurado por la Asamblea Nacional. Una consecuencia previsible para un primer ministro que viene de una fuerza política de derecha minoritaria, Los Republicanos (LR), y que en su efímero gobierno aplicó políticas que profundizaban las medidas neoliberales de los últimos siete años macronistas, y que habían sido rechazadas en las últimas elecciones legislativas de julio pasado.
La Francia Insumisa (LFI), integrante de la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP), fue la que presentó la moción de censura que finalmente fue votada por 331 diputados (se requería como mínimo el voto de 288 legisladores) que hizo caer al gobierno de Michel Barnier. A las 20 horas 20 minutos fue anunciado el resultado por la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, quien en un escueto mensaje y con un rostro de aflicción, dio a conocer el veredicto de los diputados.
Provocación
Mathilde Panot, la presidenta del bloque de diputados de LFI, al salir del hemiciclo se congratuló de la caída del gobierno de Barnier: “este gobierno era una provocación al voto de los franceses, hoy es un día histórico, el único soberano es el pueblo”. Panot agregó que ahora es el presidente Emmanuel Macron quien se tiene que ir, tal como lo demandan un 63% de los franceses según las encuestas. Panot reforzó su idea añadiendo que la única solución al impasse actual son las elecciones presidenciales anticipadas para que el pueblo decida en las urnas el camino a seguir.
Durante las últimas 48 horas Barnier había multiplicado sus esfuerzos para persuadir a los diputados de votar contra la moción de censura, buscando evitar lo que se presentaba como inevitable. Hizo llamados reiterados a asumir la responsabilidad del momento histórico y destacó, en cada ocasión que pudo, la importancia de la estabilidad del gobierno. Anunció que en caso de ser destituido las consecuencias serían muy negativas para la economía francesa y para el prestigio de Francia, y advirtió que los mercados reaccionarían afectando las finanzas del país.
Apoyo mediático
Medios de comunicación como BFMTV, salieron en masa a anunciar las siete plagas de Egipto si el gobierno del conservador Barnier caía. Y se multiplicaron las presiones de esos medios sobre los diputados de izquierda y extrema derecha que habían anunciado que votarían a favor de la moción.
En las calles se escuchaban opiniones que iban en el mismo sentido del bombardeo mediático. La caída anunciada del gobierno era motivo de comentarios en los lugares de trabajo y los espacios públicos. La dicotomía propalada era que los diputados debían elegir entre el orden o el caos. Y el orden estaba representado por el gobierno de Barnier, según el discurso oficial.
Las propuestas para hacer caer al gobierno se habían exteriorizado desde el momento en que Barnier anunció la semana pasada que impondría un presupuesto por decreto, impidiendo a los diputados votarlo al no presentarlo en la Asamblea. El proyecto había cosechado múltiples repudios en sectores diversos de la sociedad.
Los recortes anunciados a las universidades pusieron a éstas en estado de alerta y provocaron huelgas que este 5 de diciembre se ponen en marcha en los establecimientos educativos; la reducción de beneficios sociales como el intento de aumentar de uno a tres días sin goce de sueldo la licencia de un trabajador que dejara de trabajar por enfermedad o por haber padecido un accidente, y las reducciones en los haberes jubilatorios previstas en el presupuestos y la creación de impuestos excepcionales a sectores empresariales, terminaron unificando el repudio de parte de la izquierda, que reclamó por la defensa de los asalariados y de los servicios públicos, junto a los diputados de la extrema derecha que cuestionaban los nuevos impuestos a los empresarios.
La crisis
La crisis política actual se produce en una economía francesa que ha padecido una importante inflación en los últimos años. Los síntomas de esta crisis los podemos observar en los cierres anunciados para deslocalizar la producción de dos fábricas de neumáticos Michelin en las ciudades francesas de Vannes y Cholet, dejando a más de 1200 empleados en la calle; o en el anuncio del hipermercado Auchan de que suprimirá 2400 empleos.
La desestabilización creciente en las leyes de trabajo, la multiplicación de la precariedad laboral, la desindustrialización y la caída del poder adquisitivo generan las condiciones para que tanto la izquierda como paradójicamente la extrema derecha aumenten su caudal de votos en cada elección y están en la base del rechazo al gobierno de Barnier, que representa justamente una profundización de esas políticas neoliberales.
Ahora la pelota está en el campo de Macron, que debería nombrar el nuevo primer ministro. Está anunciado que este jueves a las 20 horas dará un discurso dirigido a la nación. Se habla de que Macron podría nombrar un primer ministro en las próximas 24 horas, lo que contrastaría radicalmente con los tres meses que le llevó nombrar a Barnier.
Divisiones en la oposición
La izquierda del NFP no aparece esta vez unificada detrás de una candidatura como lo hizo hace tres meses cuando presentó a Lucie Castets para ocupar el puesto de jefatura de gobierno. El Partido Socialista expresa estar dispuesto a gobernar, buscando acuerdos con fuerzas políticas del centro macronista, pero no está acompañado por La Francia Insumisa o los ecologistas que continúan sosteniendo como su candidata a Castets.
El presidente Macron podría efectivamente esta vez elegir alguien que provenga de la izquierda dado que es la coalición que tiene el mayor número de diputados, y respetar así una tradición republicana, pero es algo que se negó a hacer antes y parece poco probable que se preste a hacerlo ahora. Nombrar a un primer ministro del NFP implicaría que el legado político neoliberal del presidente se vería más que cuestionado. La reforma estrella de Macron de aumentar la edad de la jubilación de 62 a 64 años sería inmediatamente anulada por un gobierno de izquierda, los impuestos que Macron suprimió a los más ricos como el Impuesto de la Solidaridad a la Fortuna (ISF) podrían ver la luz nuevamente y los servicios públicos se beneficarían de mayor presupuesto o los salarios mínimos aumentarían, entre otras propuestas presentes en el programa de la coalición de izquierda del NFP.
Continuidad
Estas fueron en realidad las razones por las que Macron antes eligió a Barnier, un conservador neoliberal que le garantizaba una continuidad, pero al hacerlo ignoró al voto popular, que en su mayoría eligió propuestas antimacronistas. Entonces el riesgo ahora sería que para no dar el brazo a torcer, Macron termine proponiendo como primer ministro a Jordán Bardella, presidente del partido de extrema derecha Agrupamiento Nacional (RN). La lideresa de RN es Marine Le Pen, pero ella ha manifestado en el pasado reciente que no sería candidata a ocupar el cargo de primer ministro porque ella es candidata a presidenta. Un acuerdo entre Macron y Le Pen no parece inverosímil; y el joven Bardella de 29 años sería el reemplazante de Barnier. Este potencial acuerdo le garantizaría a Macron la continuidad de las políticas neoliberales, pero en materia de derechos civiles y no sólo sociales sería un retroceso importante.
Este miércoles Marine Le Pen insistió en cuáles considera los ejes políticos más importantes: “inmigración, poder adquisitivo y seguridad”. Las personas extranjeras que no están regularizadas, los musulmanes, y todas las minorías pasarían a ser blanco de políticas discriminatorias promovidas por los lepenistas, acostumbrados a buscar chivos expiatorios.
Está por verse si para Macron es más importante garantizar las políticas neoliberales que los Derechos Humanos de los franceses. El enigma se podría disipar en las próximas horas.