Presente. Se escucha detrás de cada nombre de un desaparecido que se pronuncia. La marcha no se detiene. Esas ausencias caminan con cada uno de los manifestantes que llegaron hasta la Plaza de Mayo. Están allí para acompañar a las Madres de la Línea Fundadora que convocaron a la Marcha de la Resistencia –que se viene haciendo cada diciembre desde 1981.

Taty Almeida marcha con su silla de ruedas. Lo mismo que Vera Jarach y Carmen Lareu. Avanzan cerca de la bandera de H.I.J.O.S. Cuando llegan, la Plaza está llena por la jornada federal contra el hambre que acaban de protagonizar las dos CTA.

Taty toma un micrófono mientras se guarece del sol impiadoso de la tarde. Le habla a la militancia que está en la Plaza.

–No hay que bajar los brazos –convoca–. Tienen que hacer como las Madres hacemos y decimos desde hace 47 años: que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y lo decimos nosotras, las locas, que, a pesar de los bastones y las sillas de ruedas, seguimos de pie.

En la Plaza se entremezclan las fotos de los detenidos-desaparecidos con las de algunas de las Madres que ya no están. Un cántico anima el paso: “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. El calor se vuelve, por momentos, infernal. Eduardo Tavani, presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), sonríe, abrazada y auxilia con una botella de agua a quienes están más acalorados.

Horacio Pietragalla Corti camina solo. “Venimos a acompañar a las Madres. Quedan pocas. Se extraña a las que ya no están: Hebe, Norita y tantas Abuelas”, dice él, que gracias a las Abuelas, restituyó su identidad hace ya 21 años.

Las compañeras de Hebe, integrantes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, están como todos los jueves. Marchan con su bandera alrededor de la Pirámide de Mayo. Las acompañan, entre otros, Cristina Caamaño –rectora de la Universidad de las Madres– y el periodista Demetrio Iramain. El miércoles, Hebe hubiese cumplido 96 años.

Por la Plaza camina Cecilia De Vincenti, hija de Azucena Villaflor, fundadora del movimiento de Madres de Plaza de Mayo y una de las víctimas de Alfredo Astiz –el genocida que recibe las visitas de los diputados de La Libertad Avanza (LLA) en el penal de Ezeiza. “Me gusta que esta marcha se haga. Es una forma de mantener la memoria. Frente a todo el avasallamiento que estamos sufriendo, lo importante es preservar la memoria, la verdad y la justicia”, dice Cecilia mientras marcha con sus compañeros de Familiares y Amigos de los Doce de la Santa Cruz.

Unos minutos antes, Cecilia se había saludado con Ana Bianco, hija de María Eugenia Ponce de Bianco. A Mary y a Esther Ballestrino de Careaga las secuestraron el 8 de diciembre de 1977 en la Iglesia de la Santa Cruz –dos días antes de que secuestraran a Azucena. Ana, que suele ir todos los jueves a la Plaza, está contenta porque hay una convocatoria nutrida.

Sergio Maldonado reparte abrazos. “Es la marcha número 43 –dice–. Este año se fueron varias Madres. Quedan poquitas. Cada minuto que tenemos con ellas hay que aprovecharlo porque son nuestro faro a seguir, ahora que todo está tan desvirtuado”, señala.

El movimiento de derechos humanos se vio muy golpeado durante 2024. Murieron varios referentes. De Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora fallecieron Nora Cortiñas y Mirta Baravalle. También falleció Lita Boitano, madre de dos desaparecidos y presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. En la Plaza, el organismo estaba representado, entre otros, por Cristina Muro y Claudio Morresi.

Adriana Taboada, de la Comisión Zona Norte por la Memoria, la Verdad y la Justicia, recorría la Plaza desde las once de la mañana. Y fue de las últimas en irse. “Este presente nos obliga a mirar para atrás, a reconocer la historia de lucha de nuestro pueblo, a recuperar las mejores estrategias de esa historia. Y tenemos que recordar que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Hoy luchar es resistir, y necesitamos hacerlo en unidad”.

El martes se cumplirá un año desde que Javier Milei y Victoria Villarruel llegaron al gobierno. Con su llegada, pretendieron hacer tambalear los acuerdos que la sociedad se ha dado en torno al repudio a los criminales que hicieron del secuestro, la tortura y la desaparición una práctica cotidiana.

–No quieren que la gente coma o que trabaje. Lo único que quieren es hacerte callar– dice Elia Espen, rodeada de toda la militancia que todos los jueves la acompaña. Antes, Elia había estado marchando junto al Premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel, referente del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj).

–Qué se abran los archivos, que se abran los archivos– corea Elia. La acompañan varios sobrevivientes. Están cerca Carlos Lordkipanidse y Carlos Loza, que estuvieron secuestrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). También están Margarita Cruz, Carlos Zaidman y Lidia Frank, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos.

En la Plaza la jornada se va terminando cuando Elia entona La cigarra, la canción que Norita Cortiñas pedía cantar. “Tantas veces me mataron/ tantas veces me morí/ Sin embargo, estoy aquí, resucitando”. Y en esas estrofas que suenan en un costado de la Plaza muchos encuentran la certeza de que la memoria seguirá venciendo.