La apreciación de los dólares financieros de las últimas semanas fue impactante. El dólar MEP terminó el viernes pasado a menos de 20 pesos respecto de la cotización del tipo de cambio oficial. La diferencia con el dólar blue fue todavía menor. El ilegal se ubicó en 1050 pesos y el oficial en 1035. La brecha cambiaria es prácticamente inexistente.

A medida que se acerca el final de 2024, el precio de los distintos dólares del mercado parece alinearse en torno de los 1040 pesos, una situación que era difícil de pensar en julio pasado, con un contado con liquidación llegando a los 1400 pesos y muchas dudas para el segundo semestre.

El gobierno festeja estos resultados asegurando que se cumplieron sus palabras de mediados de año. El equipo económico prometió en ese momento que aplicaría una política de emisión cero, seguiría con la lógica de recorte de gastos y superávit fiscal y que el precio del dólar convergería al oficial.

Sin embargo, la apreciación cambiaria que se generó en los últimos meses hace complejo de entender cuál es la estrategia hacia adelante. Los riesgos y las debilidades del esquema económico pueden encontrarse en distintos frentes. Se pueden repasar algunos puntos para mostrar las inconsistencias.

Riesgos

Los precios en dólar de la Argentina son mucho más caros que en otros países de la región. Los turistas que llegan al país despotrican porque ir a comer a las parrillas de cierto renombre de la Ciudad de Buenos Aires termina costando 150 dólares o más por persona.

Brasil es otro de los focos preocupantes. Durante el verano los argentinos inundarán masivamente las playas de Brasil (e incluso de destinos más lejanos). Una situación que se potencia con la devaluación del real, que ya está por arriba de 6 reales por dólar, con una suba de 20 por ciento en el año.

Al mismo tiempo, la industria local visualiza un futuro dramático por la avalancha de productos que llegarán del mercado brasileño, en sectores que van desde la rama textil hasta la metalmecánica.

Los inversores, por el momento, no parecen preocuparse por inconsistencias ni ruidos para lo que viene. Los que apostaron a la tasa de interés en pesos tuvieron ganancias exorbitantes en los últimos meses, en una tendencia que fue a contramano de la actividad de la economía real.

Los elementos que hasta ahora sostienen la confianza del mercado son puntualmente dos. El primero es que creen que la Argentina en los próximos meses puede recibir nueva deuda del Fondo Monetario. El próximo año los inversores más optimistas aseguran que podrían llegar hasta 15 mil millones de dólares del organismo de crédito internacional.

El segundo es que en el mercado reina cierto convencimiento acerca que el país está ante un cambio de tipo estructural. Pero no necesariamente por la política macroeconómica, el foco en el superávit fiscal, el corsé de la emisión monetaria o los paquetes de políticas de desregulación.

El principal argumento es que el polo energético de la Argentina basado en la explotación de petróleo y gas no convencional de Vaca Muerta equivaldrá para el país no sólo a uno sino a varios complejos agropecuarios.

Como se espera una tasa de incremento exponencial de las exportaciones, las cuentas que hacen en el mercado es que la economía local tendrá capacidad de sostener un dólar apreciado no sólo a corto sino a mediano plazo.

Sin embargo, la Argentina es el mejor de los lugares para saber que los inversores son muy malos para proyectar el futuro, que los supuestos no significan una realidad y que, más allá de las exportaciones, la economía tiene que conseguir un equilibrio en la distribución.

De lo contrario, la paciencia social se termina, las preocupaciones de los mercados financieros tienden a aparecer, los ruidos se hacen cada vez más importantes y la lógica de no irse último de la fiesta de activos se impone sin dar espacio ni tiempo para tener una cobertura.