La masacre de Cromañón se convirtió en una herida social profunda, con consecuencias terribles para sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, al tiempo que modificó para siempre la escena del rock y los modos de consumo cultural. Cuando se cumplen veinte años de esa noche trágica, Caras y Caretas dedica su edición de diciembre, que estará desde el domingo 8 en los kioscos opcional con Página/12, a la memoria de las 194 personas que perdieron la vida en el boliche de Once.

En su editorial, Felipe Pigna rememora que el 30 de diciembre de 2004 “nada hacía suponer que la Argentina sumaría un nuevo récord Guinness”, con "la mayor tragedia a nivel mundial en un concierto de rock: 194 muertos y 1.432 heridos, muchos de ellos graves”.

Víctor Santa María, en su columna editorial, sostiene: “Las víctimas de Cromañón son más que números; son hijos, hijas, hermanos, amigos. Sus ausencias pesan en cientos de familias y comunidades. La corrupción nos robó parte de nuestro futuro y cerró un capítulo en la historia del rock argentino. Mantener viva su memoria y exigir justicia es nuestra responsabilidad”.

Desde la nota de tapa, Josefina Cingolani traza un perfil de época para explicar el horror: “Para gran parte de la juventud, en los años 2000, el rock era el género con el que musicalizaban sus días. Y también, y sobre todo, sus vidas. Era 30 de diciembre de 2004 y alrededor de cuatro mil quinientas personas comenzaban a llegar lentamente por los caminos que conectan las periferias con el barrio de Once, donde se emplazaba Cromañón. Algunos colectivos cargados estacionaban cerca de la plaza, haciéndose lugar entre la gente que venía caminando desde lejos, que bajaba del tren, o que venía de algún lugar cercano. Despacito se iba armando la previa de la gran fiesta en la calle, en los cordones de la vereda, a los pies de las persianas de los negocios, en la plaza. Pero ese día se apagó la luz”.

Demián Verduga escribe sobre la trama de corrupción y negligencia que posibilitó la masacre, y que tuvo como consecuencia política el ascenso del macrismo al gobierno de la ciudad. Carlos Rodríguez traza un perfil de Omar Chabán, el empresario de la noche y personaje emblemático del under porteño, que regenteaba Cromañón. Bruno Larocca cuenta la historia de Callejeros, la banda durante cuya presentación ocurrió el incendio. Y Hernani Natale aborda el fenómeno de la futbolización del rock, a través de los rituales compartidos.

En tanto, Diego Zenobi da cuenta de las otras víctimas de Cromañón –sobrevivientes, familiares y amigos–, que hicieron de la organización y la fuerza colectiva su modo de estar en el mundo, con reclamos y movilizaciones que fueron variando en el tiempo, desde el pedido de justicia hasta el pedido de reparación. Oscar Muñoz presenta una entrevista coral que suma voces de estos otros protagonistas de la tragedia, y reconstruye los derroteros de las organizaciones de sobrevivientes y familiares.

Con su expertise en el tema, Ricardo Ragendorfer escribe sobre los procesos judiciales que llevaron a Chabán, a los integrantes de Callejeros y al manager de la banda tras las rejas. Daniel Cholakian remarca las transformaciones en las medidas de seguridad que se adoptaron tras la masacre de Cromañón, en locales bailables, teatros y espacios destinados a eventos.

Marina Amabile cuenta la historia del santuario ubicado en la calle Bartolomé Mitre a la altura de donde se encontraba el boliche. Gustavo Sarmiento presenta los homenajes que ya se están realizando y se realizarán con motivo del vigésimo aniversario de la masacre. Y Guillermo Courau trae a colación los emergentes de la memoria: películas, documentales, series, libros y otras producciones culturales que abordan el tema.

El número se completa con entrevistas con Pablo Alabarces (por Boyanovsky Bazán), Josefina Licitra (por Daniel Cholakian) y Zabo (por Adrián Melo).

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.