“Buscar en la experiencia de los años setenta el paradigma inamovible de la acción política revolucionaria, ¿no obtura la posibilidad de imaginar otros rumbos que se nutran y aprendan de la historicidad de las luchas de las últimas décadas (incluyendo, claro, a las Madres, las Abuelas, lxs HIJOS, pero también a los transfeminismos, los movimientos indígenas, los antiextractivismos)?”. Es una de las preguntas que se hace Ana Longoni en la nota que escribe para la segunda edición del libro “Traiciones. La figura del traidor (y la traidora) en los relatos acerca de sobrevivientes de la represión”, publicado originalmente en 2007 para la colección Militancias, de la editorial Norma, e impulsada muy “enfática y amorosamente” por María Moreno y Pilar Calveiro. El libro se escribió mucho antes, allá por los 2000 y abriéndose camino entre hierbas altas para adentrarse en un paisaje incómodo y considerado por la autora de escasa audibilidad social: el estigma de traición sobre los y las sobrevivientes de los campos de concentración de la última dictadura argentina.
“Para mí escribir Traiciones fue como arrancarme un dolor del cuerpo” dice. Escribió 70 páginas de un tirón y luego el manuscrito quedó guardado en un cajón. Recuerda que en ese tiempo, cuando intentó poner esas ideas en discusión, fueron recibidas con un espeso silencio. Ella decodificaba una posición esquiva a la incomodidad que generaban las preguntas que formulaba. ¿Por qué este libro se cuela nuevamente en la conversación y los intersticios del proceso revolucionario de los ´70´? ¿Cuál es el diálogo que se establece con las militancias del presente y qué de su lectura sirve al pensamiento y a la discusión en una coyuntura tan espesa como el silencio que reconocía la autora?
La reedición comenzó hace dos años, cuando aún no había una reivindicación explícita del terrorismo de estado desde las altas esferas de gobierno. Longoni se monta otra vez en una discusión peliaguda y con ribetes, en contraposición a la planicie y banalización que opera en la arena de las redes sociales.
“Para mí la clave de este libro es partir de la pregunta y no de la certeza, no del saber cerrado y en conmover ciertos lugares comunes. En abrir una brecha de posibilidad medio abismal a indagar en temas dolorosos que no parten del consenso, no son estables sino más bien territorios sísmicos”, dice. La lectura lleva a correrse de los dilemas binarios, indagar en lo que hay entre la heroicidad y la vida sin gloria que es la táctica que ajusta Longoni en esta invitación a discutir. Pone en el centro los desafíos que produce la representación de las experiencias de los ´70´, tomando tres textos literarios que, en lo que ella llama una ambiguedad entre la ficción y el testimonio podrían -y en detrimento de una ética literaria- resultar paradigmáticas para pensar en la cristalización de estos relatos como formas de imaginar lo sucedido en los campos. A “Recuerdo de la muerte” de Miguel Bonasso; “Los compañeros” de Rolo Diez; y “El fin de la historia” de Liliana Heker, Longoni suma algunas notas sobre dos textos actuales. Uno es el Best Seller “La llamada” de Leila Guerriero y el otro artículo “Quién entregó a mi viejo” de Mario Santucho para la revista Crisis.
Un dolor en el cuerpo
"Escribir un libro como éste es una apuesta política y analítica compleja, es atravesar un campo minado. Interpela, señala paradojas, atraviesa los costados más dolorosos de las memorias sobre los setenta, susestructuras de sentimiento. Incomoda” dice Mariana Tello Weiss, antrópologa social que estuvo a cargo del prólogo de la reedición escrito en agosto de 2023.
--¿Por qué te referís a la escritura de este libro como “arrancarte un dolor del cuerpo”?
--Tenía pendiente la escritura de ese libro desde que era chica. Daniel Retamar y Mariana Kurlat son dos queridas personas de mi adolescencia que además son hijas de personas estigmatizadas como traidoras, en mayúscula. A sus propios secuestros y a los secuestros de sus viejos, tuvieron que sumarle ese estigma social de la traición. Fueron momentos muy dolorosos: uno cuando me topé con la prohibición de mi familia de ir a la casa de Mariana porque era casa de traidores. Otro cuando me reencontré con Dani Retamar al volver a la Argentina, después del exilio. Dani estaba buscando a su viejo desaparecido, él mismo había estado secuestrado en el Olimpo, tenía 16 años, cuando leyó el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdos de la muerte”, el padre que él estaba buscando como héroe era un traidor. Eso quedó ahí como latente, inexplicable y sin palabras hasta que muchísimos años después logré escribir este libro. Por eso digo que había logrado extirpar un dolor del cuerpo.
¿Crees que ahora existe otra audibilidad para el amplio espectro que ocupa la militancia de los ´70´?
Si lo creo, y también creo que muchísimas personas sobrevivientes empezaron a tomar la palabra, no solo como testigos judiciales, sino también en otros ámbitos, en otras escrituras o en otros registros. Me parece que antes no había tantos testimonios más allá de lo judicial
Otro de los temas que te ocupás de trabajar en el libro es la derrota. ¿Hay una revisión y una profundización de la dimensión de la derrota?
--En las últimas dos décadas hubo un proceso muy fuerte de revisión crítica. Incluso más atrás, ya en los 80´empezó a haber voces muy críticas respecto del proceso revolucionario. Y es algo que dice el libro, que una de las cosas que no se puede escuchar de los y las sobrevivientes es por un lado la dimensión de la derrota encarnada, en esos cuerpos, que pasaron por la situación extrema y la tortura el campo de concentración y del arrasamiento de su humanidad, pero que además esos sujetos son críticos y autocríticos respecto de la opción armada y la militarización de la política.
¿Qué estrategia utilizaste para trabajar el vínculo entre traición y sobrevivencia?
--Intenté construir un pensamiento político con más capas, con contradicciones, ambiguedades, dilemas y matices. Pareciera que el sobreviviente está sospechado por su contacto con "el mal" de haber delatado y es algo que impide pensar que la supervivencia de algunas personas no pasó de ninguna manera por delatar. Muchos sobrevivientes no delataron absolutamente nada, allí aparece la arbitrariedad de los captores de decidir quién sobrevivió.
Que el Gobierno actual haga apología de la dictadura también coloca al libro en un contexto particular en donde transitar esas discusiones puede volverse oportunismo para quienes reivindican la dictadura. ¿Cómo lidiás con esta operación?
--En su momento la cuestión de no ventilar las discusiones internas fue lo que se le planteó al libro. Como que eso expone un flanco débil en las militancias revolucionarias.
¿Es así?
--Para mí es necesaria esa autocrítica y me parece que es duro, pero que es necesario hacer el ejercicio. Pienso que también hubo mucha dificultad para pensar la tortura, porque fue muy eficaz como modo de extracción de información que permitió seguir secuestrando gente. Es otro de los temas difíciles en los que se mete el libro.
En "Traiciones" insistís mucho en la contraposición entre vidas sin gloria y el relato del militante heroico...
--La figura de una vida sin gloria, de no pensar tanto en las retóricas más heroicas o gloriosas, y pensar en vidas mucho más simples y en la reivindicación de otras vitalidades. Por ejemplo, son muchas las mujeres sobrevivientes que dicen que uno de los motores para decidir sobrevivir fueron los hijos. Entonces allí también se conjuga ese proyecto político revolucionario respecto de vidas mucho menos lucidas.
Las traidoras como putas
Longoni reconoce en el libro de Pilar Calveiro, “Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina” (1998), la piedra fundacional de los estudios sobre el poder desaparecedor en el país. De allí extrae material para pensar el asunto de los abusos sexuales dentro de los centros de detención y destaca que si bien las violaciones eran frecuentes en hombres, no hay demasiados relatos al respecto. Dice en el capítulo 4: “La idea de la propiedad sobre el cuerpo de las mujeres es una zona de intersección entre militantes y represores, y es ahí, en esa intersección, donde el sometimiento sexual se vuelve una estrategia de dominación política.”
La incomodidad que produce esta afirmación resuena mucho a la de la feminista aguafiestas de la que escribe Sara Ahmed. ¿Te sentís un poco así?
--Sí, me gusta la feminista aguafiesta, pero además en ese sentido, el libro se sitúa en una perspectiva feminista sobre todo en ese capítulo. Aparece explícitamente el lugar de las mujeres en esa doble acusación: traidoras y putas. Haber traicionado a sus hombres por haber sido forzadas, obligadas o tentadas a mantener relaciones sexuales con sus captores para negociar otras condiciones de supervivencia.
¿Cómo pensás el consentimiento en ese sentido?
--Pienso que no hay consentimiento, hay más bien condiciones de cautiverio y de forzamiento que llevaron a volver inevitable esa salida, con todos sus ribetes, no solo sexuales, sino también afectivos que se pusieron en juego allí y que son muy complejos.
En la nota que escribís en esta edición traes a colación el lugar de la víctima como pura e incuestionable...
--Me parece muy importante algo que plantea Pilar Calveiro respecto del lugar de víctima que no nos exonera de la responsabilidad. Y que sin negar de ninguna manera la condición de víctima de cualquier persona que estuviera en cautiverio en un centro clandestino de detención, incluso quienes colaboraron son también víctimas, tuvieron ciertos márgenes para tomar decisiones, aunque fueran mínimos y eso me parece importante también de plantear.
Ética y moral
“Un tufillo religioso” detecta cuando piensa en el código moral en las organizaciones armadas: “Había una contradicción entre ese código moral que decía que la tortura se resiste por convicción política, pero después repartían pastillas de cianuro a sus militantes. Pilar Calveiro nombra a la pastilla de cianuro como la política derrotada, la idea del suicidio como única salida”.
En el último capítulo del libro aparece la idea de ética y responsabilidad de la literatura a propósito del análisis de los tres libros. ¿Por qué lo considerás un pacto ambiguo?
--En el sentido del no reconocimiento respecto de la condición testimonial de esa materia sobre la que se construye una ficción o incluso esa ficcionalización del testimonio. Esa suerte de pacto tan ambiguo que se da en estos tres libros. “Recuerdo de la muerte” fue entregado como parte de la declaratoria a la justicia como si fuera su testimonio puro y duro a pesar de todos los componentes de ficción que tiene. Entonces me parece que ahí hay otra dimensión de lo ético que tiene que ver con corroer un poco esta suerte de apelación a la autonomía literaria. Yo no estoy hablando de la literatura en general, estoy hablando de esa literatura específica que está como encabalgada entre un pacto de lectura testimonial y ficcional.
"Traiciones aborda los dilemas y desajustes entre la moral revolucionaria y las experiencias vividas en los campos de concentración" dice Mariana Tello Weiss. Para ella estos dilemas se han tratado de resolver con respuestas muy compactas: "No solo fueron respuestas adaptadas a las lecturas mas heroizisantes de los setenta sino a estructuras de entendimiento de las tragedias humanas atávicas".
*"Traiciones" se presenta el jueves 12 de diciembre a las 18 hs en Hasta Trilce, Maza 177, CABA. Presentan: Roberto Jacoby, Rafael Bielsa, María Moreno, Mariana Tello Weiss y Agustina Richter.