Los neuróticos imaginan castillos en el aire,
los psicóticos viven en esos castillos,
y los psicópatas les cobran el alquiler.
Viejo chiste freudiano.

Quizás sepa usted, querido lector, y hasta es posible que haya estado presente, que el sábado pasado Alejandro Sanz y quien esto escribe coordinamos una charla, claramente presencial, con debate, música y humor, sobre el tema “Cómo llegamos a esto”. Seguramente no sabe (porque aún no lo hemos anunciado) que en pocas semanas más (antes de fin de año) se llevará cabo un evento similar, con el mismo interrogante.

Tal vez sea prudente comentar que el resultado de ese encuentro reflexivo a la vez que entretenido (y en algunos casos gastronómico) fue más que satisfactorio, pero –es necesario decirlo–, por más que se pregunte, se cuestione y se interpele, por más que se evite (explícitamente) culpar a otra persona o institución puntual de la peripecia que nos agobia, por más que nos neguemos a ingresar en el ajedrez político partidario que a esta altura ni siquiera nos entretiene (Game of Thrones ya la vimos y está mucho mejor hecha), nos fuimos de allí, y está bien que así sea, con más preguntas que con las que habíamos llegado. Y sin ninguna respuesta certera, que no dé en el blanco pero al menos le pegue cerca. Eso no ocurrió.

Y es probable que no ocurra. Posiblemente, lo que nos pueda acaecer no es que un profeta nos ilumine con su predicción, ni que un dios o una diosa del Olimpo lance un rayo popularizador que cambie el triste sentido actual de las cosas, sino que logremos algo que, a falta de mejor nombre, se me ocurre llamar “cooperación”.

Más allá de eso, después de aquel entrañable evento, cada uno está solo/a, o, diría Unamuno, con su circunstancia (mi abuelo solía hacer una divertida paráfrasis judaica y decía: “Uno es uno y su circuncisión”; cada uno habla por donde le duele).

En esa soledad circunstancial en la que me encontraba sin saber cómo había llegado hasta allí, ni tampoco dónde era “allí”, decidí recurrir a los siempre bienvenidos servicios del Licenciado A., que para mí es ya un agente secreto del inconsciente, algo así como “00Freud, con licencia para interpretar”.

Aproveché que mi celular no estaba siendo ocupado por un llamado para venderme algo que no necesito, ni para escuchar mi voz y después desarrollarla en Inteligencia Artificial y estafar a mis contactos, ni para reclamarme deudas que no por inexistentes debo dejar de pagarlas, y lo llamé.

Y antes de escuchar su voz, le hice saber de mi demanda:

–Licenciado A., por favor, por lo que más quiera, por Dios y por la Patria, por la hierba de los caminos que pisan los caminantes, por Tutatis o por Belenos, explíqueme ¿¡cómo llegamos a esto?!

–¿Adónde, Rudy?

–Ay, licenciado, ¿qué acaba usted de hacer? Yo lo llamaba con una pregunta para que usted me diera una respuesta, y en lugar de eso, me da otra pregunta: ¡ahora tengo dos preguntas y ninguna respuesta! Sigo sin saber “cómo”, pero tampoco sé “dónde”, y si me apura un poco es probable que también ignore “cuándo”, e incluso tampoco pueda responder si me pregunta “¿por qué?”. ¿¡Qué he hecho yo para merecer esto!?

–Mire, Rudy, me tienta responderle con un refrán: “Mal de muchos, consuelo de ultras”.

–¿No era “consuelo de tontos”?

–Los ultras suelen ser un poco tontos, o al menos ingenuos, todo el día soñando con la ultropía.

–¿No es “utopía”?

–Es una “mentiráfora”, Rudy, quise decir una cosa pero me salió otra, sin querer…

–No entiendo; ¿“quiso sin querer”?

–Se ve que usted no está participando mucho de la política, Rudy; si no, entendería lo que estoy tratando de inducirle.

–¿De inducirme? ¿No será “decirme"?

–Rudy, usted tiene que entender que nada es lo que era. Que hasta el malevaje extrañao lo mira sin comprender. Que al mundo le falta un tornillo.

–Licenciado, acá mucho tango y muy poca respuesta.

–Es que las sombras implacables preguntan y preguntan.

–Licenciado, pare un poco y digamé: ¿cómo llegamos a esto?

–¿En serio, Rudy, que usted está esperando que alguien venga y le dé la respuesta?

–Y…, un poco sí.

–Bueno, es así como llegamos a esto.

Cortó. No sé qué me habrá querido decir. ¿Podría ayudarme usted, querido/a lector/a?

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de Rudy “Los panquequitos”, que parodian algunos temas de los '70: