“Entiendo por qué hace esa pregunta, pero no hay una buena respuesta”. Willem Dafoe es un actor diferente a sus colegas. Héroe, villano, figura histórica: ha interpretado toda clase de papeles a lo largo de una ilustre carrera que comenzó con La puerta del cielo (Michael Cimino, 1981), luego del entrenamiento que significó trabajar en la compañía teatral neoyorquina Wooster Group. En las últimas tres décadas, Dafoe ha protagonizado muchas películas notables: Pelotón, Mississippi en llamas, El paciente inglés, El Gran Hotel Budapest, por nombrar solo algunas. A esa lista debe agregarse ahora The Florida Project, un drama independiente realizado por Sean Baker (Tangerine) que sigue los pasos de una complicada niña que vive con su madre en un motel en Kissimmee, Florida. Dafoe interpreta al amable conserje Bobby, un personaje por el que parece destinado a su tercera nominación al Oscar de la Academia.
El actor ha confesado públicamente no ser un entrevistado fácil, al que le cuesta relacionarse con periodistas preguntones. “No quiero que la gente sepa lo que pienso”, dice. “No quiero que tengan eso para atravesarme cuando me ven. Una parte de mí no quiere que sepan quién soy”. Aún así debe reconocérsele su capacidad para dar una fascinante visión interna de la psiquis de uno de los más prolíficos actores actuales.
–En primer lugar, hay que decir que esta es una película especial.
–Sí, la respuesta ha sido buena, y hay buen material para hablar. Se siente especial porque muchas de las condiciones, desde cómo fue hecha, no son típicas.
–¿En qué sentido fue diferente para usted como actor?
–Es una combinación de cosas. En primer lugar, el hecho de estar filmando en un lugar real, un motel en operaciones que es básicamente el lugar real del que hablamos en la historia. Y la gente del management y la que se ve vive ahí, con lo que vivíamos con ellos. Eso ayuda mucho. Es en parte el modo de trabajo de Sean, porque le gusta mezclar cosas que existen con ficción. Después, por supuesto, la composición de los actores es poco convencional. Hay un montón de chicos, hay un montón de debutantes, hay actores no profesionales... es una gran mezcla de gente que vive en esta comunidad. Es una película de bajo presupuesto con un guión muy fuerte, y es muy raro tener a alguien como Sean, que es guionista, director y editor. Yo experimenté esta clase de cosas antes en diferentes aspectos de películas, pero nunca todas juntas.
–La estrella más brillante del film es una niña de siete años, Brooklynn Prince.
–Tuvimos mucha suerte con ella.
–Su historia es una en un millón. ¿Cómo fue trabajar con ella?
–La mayoría de los chicos eran solo chicos, y no tenían un sentido de la performance. Brooklynn sí. Quiere ser actriz, y su madre es su entrenadora actoral. Ella usaba términos como “el negocio” y todo eso, pero al cabo es una chica precoz, muy despierta, con lo que es imposible ignorarla. Al mismo tiempo se mezclaba con todos los demás chicos. Sean preparó la filmación para que pudieran hacer cosas y no preocuparse por la performance. Vi florecer su idea de ser actriz a medida que promovíamos el film, pero cuando estábamos allí ya era un talento natural que explotó después.
–Las escenas en las que los chicos juegan se ven muy auténticas. ¿Estaban jugando de verdad?
–Más o menos. Uno les dice cuál es la acción y ellos lo hacen. Esa es la belleza de trabajar con gente para la cual es todo nuevo, se meten con todo. No lo están comparando con nada, no muestran ese hastío del que ya lleva tiempo haciendo esto, y eso es bueno. Realmente, mi trabajo es encajar con ellos, más que ellos conmigo. Lo significativo es mi tipo de personaje; estoy con ellos pero también fuera, porque también vivo ahí y uso diferentes sombreros. Es similar a la realidad de hacerlo, de hacerlo con Sean.
–Otra de las grandes performances está a cargo de la debutante Bria Vinite, que asimiló perfectamente el estar en varias escenas con un actor de gran trayectoria como usted.
–Hasta donde sé, el trabajo de un actor es desaparecer en el material. Esas son las performances que me gustan. No tanto en el sentido de que uno se transforme, sino en que uno no piensa en ellos por fuera de la situación. Con lo que, cuando conocí a Bria, toda tatuada, con ese aspecto raro, iconoclasta, con mucha actitud... una de esas que la mayoría de los actores no tiene. La verdad es que pensé “¿dónde encontraron a esta mujer? No es una típica actriz”. Pero me guardé eso, y después de un par de segundos me olvidé del asunto. Sean habló de hacer ensayos con los chicos y Bria un mes antes, llegaron y practicamos cosas. Pero Bria y Brooklynn tenían cierta comprensión profunda de sus personajes, una comprensión de la actuación. Solo porque no hicieron películas antes no quiere decir que no sepan actuar. Ambas tienen grandes personalidades, con lo que tomaron esas personas y las ajustaron a la situación. Sean tiene muy buen olfato para el casting.
–¿Qué cree que Sean aporta al cine que éste no tenga hoy?
–Es un tipo que piensa muy bien las cosas, y tiene una gran cultura cinéfila. No sigue particularmente las carreras, no creo que le interese demasiado obtener la atención que implica hacer una gran película de estudio. Se conoce a sí mismo y sabe lo que necesita. Es amable y reflexivo, y conoce el cine. Tiene técnica, que ni siquiera es una técnica. Ama meterse en mundos que no conoce y los explora de modo casi periodístico, para reunir material y entonces hacer una ficción, colocarla en un lugar que realmente existe y hacerla funcionar. Este era un guión muy fuerte, pero lo que lo hizo funcionar fueron las piezas que conectó, el casting, el lugar...
–El motel realmente se convierte en un personaje en sí.
–Mucho. Y te das cuenta que a veces te ponés limitaciones con tu imaginación. Cuando llegué vi el color y pensé que era un poco exagerado, pero Sean dijo “no lo hicimos nosotros, así es el lugar”. Ellos quisieron pintarlo, hacerlo presentable para la película. Fueron muy amables. Hay aspectos poco halagüeños en dirigir un motel como ese, pero ellos fueron muy generosos. El tipo de acceso que nos dieron, la confianza, es algo difícil de encontrar, y realmente ayudó, porque confiaron en nosotros y nos dejaron entrar. El mantra fue que su gente se convirtió en nuestra gente. Llegás a conocerlos de una manera diferente, y entonces podés contar una historia sobre gente que conocés, porque durante un tiempo es tu gente. Compartís el pan con ellos. Mi camarín es una habitación de hotel al lado del lugar donde viven. Empecé a pasar tiempo con ellos a la mañana, hablando boludeces; ellos preguntaban por la película, te contaban su historia, vos le contabas la tuya. No siempre tenés esa posibilidad cuando hacés una película.
–En su carrera trabajó con varios directores notables, e interpretó un rango ecléctico de personajes. ¿Qué busca hoy?
–Algo que me enganche. Algo que presente un desafío o un placer o una aventura, o un irresistible interrogante que te pone en un estado mental en el que pensás “No sé qué es esto pero voy a descubrirlo”. Algo que realmente te estimule el sentido de curiosidad o de maravilla. Diría que la condición básica es decir que vas a hacer algo que nunca hiciste antes y, no importa cómo salga, va a ser interesante si te mantenés abierto a eso: algo va a pasar. Nunca tenés la garantía de qué va a ser pero será algo, no estás simplemente haciendo otra película, vas a hacer una película en la que apostaste algo. Podés encontrar una apuesta en diferentes formas. Es diferente tu compromiso en hacer una película como Aquaman, comparado a lo que estoy haciendo con Julian Schnabel (un biopic de Vincent Van Gogh), pero no decís que una es más grande que la otra. Pueden estar condicionadas por diferentes cosas. Hablo por mí –siempre tengo que recordar hablar solo por mí—, pero no creo que uno pueda seguir haciendo lo mismo como actor y ser libre. Al menos yo no puedo. Me siento mejor cuando estoy un poco... no quiero decir fuera de control, pero sí, creo que el control es todo un tema. Y actuar tiene que ver con el control y la disciplina, contra el abandono y el dejarlo estar.
–¿Entonces se trata de una continua adaptación?
–Sí, y tenés que engañarte a vos mismo porque esa no es la naturaleza humana. A la gente le gusta saber lo que va a obtener, pero uno tiene que engañarse y salirse de eso. Ahora estoy empezando una película y estoy mortalmente asustado, pero reconozco la sensación y conozco los elementos y sé que me atrae. No tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo pero lo estoy haciendo, y de algún modo con la energía de alguien que está luchando o intentando encontrar su camino. Eso es mejor que tener el preconcepto de que ya lo tengo resuelto. Personalmente, no puedo hacer eso.
–Es refrescante escuchar eso.
–Bueno, igual no sé si no estoy diciendo cualquier mierda. Lo primero que hago es identificar el problema y hacer un desafío a mí mismo, y si me quedo corto es algo que dirán los demás, no yo. Pero me gustan las ideas que estoy escupiendo en este momento y creo que The Florida Project las saca un poco a la luz, porque no se supone que yo esté en esta película. ¿Se entiende lo que quiero decir?
–En realidad no. ¿Qué quiere decir?
–La sabiduría tradicional para una carrera y todo eso haría que yo no estuviera en esta película. Pero yo no seguí nunca eso. La gente dice “Wow, qué loco que hagas esto, trabajar con chicos y actores debutantes en una película de bajo presupuesto”, esa clase de cosas. Bueno, eso a mí no se me ocurrió; leí el guión y me pareció fantástico. “Hey, Will, ¿qué andás haciendo?”. “Me estoy yendo a Florida a hacer esta película sobre un mundo que no conozco. Dirijo un hotel, algo que nunca hice”. Y en algún momento –no lo supe entonces—, en algún momento mientras lo estaba haciendo, ciertos temas importantes se me revelaron. Cuando leí el guión solo los intuí, pero no supe que iban a estar en la película. Es hermoso que te pase eso, te alienta a meterte un poco ciego en las cosas. No totalmente ciego, porque Sean es claramente un buen cineasta. Solo tenés que reasegurarte un poco. Es solo un gesto de confianza.
–No es una ciencia exacta.
–No para todos. Incluso los estudios cinematográficos son complicados. Particularmente en Estados Unidos, no hay uniformidad, no hay una manera uniforme de hacer una película o de entrenar a los actores. En Gran Bretaña es mayor, es más cercano a algo consistente.
–¿Cómo salta de un film de bajo presupuesto como The Florida Project a un proyecto enorme como Aquaman?
–Uno no piensa en lo que está haciendo. Es caso por caso. Y Aquaman es algo con lo que te comprometés, el guión aún está en proceso. Cuando estás filmando no sabés lo que viene, y entonces aparece otra película. Yo leo el guión, me encuentro con el director, puedo manejar mi agenda. Aquaman en realidad precede a The Florida Project, no en la filmación pero sí en la formación y en la firma de contrato.
–Parecería que es bastante impulsivo cuando elige los roles, y eso resultó gratificante con The Florida Project. ¿Ha sucedido lo contrario?
–Por supuesto. A veces hay una buena película que simplemente no encontró resonancia en la gente. Quizá el momento era equivocado por lo que estaba sucediendo, o por cómo se la distribuyó o por el poster. Hay muchas cosas que pueden disparar el modo en que la gente ingresa a la experiencia de una película.
–¿Hay alguna película de su pasado que crea que se la pasó particularmente por alto?
–Muchas (se ríe). He hecho suficientes.
–¿Hay películas que cree que le irían mejor si se estrenaran hoy?
–No muchas, pero sí algunas. Soy muy autoconsciente para decirlo. Si tuviéramos la lista de mi fimografía aquí y no estuviéramos al final del tiempo pactado y yo no fuera tan consciente de que no quiero que la gente conozca mis pensamientos profundos... se lo diría. Pero uno tiene que protegerse. Además, a veces uso las entrevistas para tratar de pensar formas de promover una película. Pero en cierto modo, No quiero que la gente sepa lo que pienso. “o quiero que tengan eso para atravesarme cuando me ven. Una parte de mí no quiere que sepan quién soy.
–¿Es importante para un actor tener eso?
–No sé, es importante para mí. Por ejemplo, si sé lo que una persona piensa en términos políticos y me resulta repugnante, me cuesta verla en una película. Una vez vi a Robin Williams como disculpándose por una película en la que yo pensaba que había estado muy bien, y luego hablando muy bien de una película que a mí me parecía terrible. Con lo que me parece mejor hacerlas, ayudarlas de la mejor manera pero en términos de tus pensamientos privados es mejor... me encanta ver películas de otras culturas en las que no sé quiénes son los que intervienen. No sé si son actores, si son ricos, si tienen esposas célebres. Me puedo meter más profundamente. Vengo haciendo películas desde hace mucho tiempo, con lo que lo más probable es que cuando alguien me ve en una seguramente me vio en una anterior que condiciona aquello que piensa que soy. Pero si podés minimizar eso...
–¿Hay alguna de sus experiencias con directores que le resulte especialmente destacada?
–Hay algunas que perduran. Las más recientes persisten. Buena parte de mi acercamiento a la performances y mis sentimientos sobre el hecho de hacer películas vienen del teatro, de los años con el Wooster Group y las cosas que hice después. Parece extraño pero eso me definió.
–¿Qué rol diría que le presentó el desafío más grande?
–Suena estúpido pero creo que La última tentación de Cristo fue importante porque fue una película en la que terminé exhausto, no en el sentido del método del actor sino en el sentido físico. Me demandó mucho, y cuando terminé el hecho de haber terminado fue una gran sensación. Hubo otras cosas después. Y antes... Odio tener que contestar porque en el segundo que lo hago me parece falso. Si suena a que no me quiero comprometer con nada no es porque no entienda por qué hace esa pregunta. Es interesante pensar en eso, pero no hay una buena respuesta: siempre está cambiando.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.