En “Ciertos chicos” (Tusquets, 2024) , la última novela de Alberto Fuguet, Tomás Mena y Clemente Fabres son dos jóvenes solitarios y ardientes, destinados a encontrarse, tener sexo y enamorarse. Pero hay dificultades y obstáculos. Porque, citando el nombre de la película de Rosa von Praunheim: no es perverso ser homosexual, lo perverso es el contexto. En efecto, el contexto es poco propicio para el amor y mucho menos para el despliegue del erotismo y la voluptuosidad: se trata de la dictadura de Augusto Pinochet. A los muchachos a los cuales los une el gusto por la música, los libros, los comics y las películas solo les quedan espacios de resistencia y solaz para el placer y los sueños esperanzadores: los fanzines, las fiestas under y los cines.


Evidentemente Fuguet narra un tiempo en el cual no existían los Comic-Con. En efecto, si bien pensados como un gran negocio y una máquina de hacer dinero manejada por grandes empresarios, desde su concepción (en Argentina se organiza desde el 2013) los Comic-Con tienen la virtud de reunir a gran parte de los freaks, los solitarios, los extraños, los raros, los fans de lo exótico y lo bizarro y los fanáticos incondicionales del pop. 

Deadpool y Wolverine, inseparables


Por ello, tradicionalmente supieron albergar no solamente a las diversidades sexuales alternativas a la heteronormatividad, sino también a los heteros que gustan de y que encuentran placer en disfrazarse y jugar (quizás el Comic-Con deviene espacio público casi monopólico del disfraz y tiene algo la marcha del orgullo para ciertos heteros) y en sentido amplio al universo queer.

Con algunas variantes, la versión local de la Comic-Con 2024 no distó de ese espíritu. Abundaron los cosplay (para demostrar que el cosplay no es solo de derecha y monopolio de las Lilias Lemoine de este mundo) y, por supuesto, los cosplay de superhéroes y las superheroínas.


“Estoy como cosplay de Superman. Fui invitado especialmente a la Comic-Con. Empecé por casualidad hace un par de años en pandemia. Simplemente subí un Tik Tok con la remera de Superman y eso desató una bola de nieve de entusiasmo. Se viralizó. De ahí una cosa llevó a la otra y ahora estoy en el mundo del cosplay”, nos relata Ezequiel Lidijover/ @superman_ezequiel

A su vez, Lidijover describe una de las consecuencias de ser cosplay que parecen particular signo de esta época neocapitalista: ganar dinero. “Yo soy consultor en desarrollo organizacional. Mi ingreso principal es como consultor. Pero estar acá hoy pasándola bien para mí también es una forma de ganar dinero. Esto para mí es las dos cosas: disfrutar y generar ingresos. Voy de invitado a eventos y cobro por estar ahí. También trabajo con marcas. Tengo cierta cantidad de seguidores en mis redes, lo cual me permite hacer colaboraciones pagas con marcas y demás”. 

El superman viral


Por supuesto que no hay nada malo en ganar dinero. Pero, eso hace que se pierda algo del corazón y del espíritu lúdico. Porque, en los verdaderos juegos no se gana ni se pierde nada. Tan solo se pierde despreocupadamente el tiempo para llevarnos, por algunos instantes, al idílico tiempo de la infancia donde el mundo entero era un juego infinito.

El triunfo de Deadpool y Wolverine ¿una historia de amor?

Como llevan una doble vida, apelan frecuentemente a la máscara y a toda una episteme del secreto, la sexualidad de los superhéroes siempre resultó al menos dudosa y ambigua. En sus ficticias existencias podían verse reflejada o ser vista como metáfora de escenas de la vida de gran parte la comunidad LGTBIQ+. 

Así, siempre surgieron preguntas respecto de la verdadera naturaleza de las relaciones entre Batman y Robin; los orígenes amazónicos de la Mujer Maravilla la volvieron icono lésbico, trans y feminista (además de gay luego del serial protagonizado por la inefable Lynda Carter en los años setenta); y, nunca se supo si Clark Kent no consumaba su amor por Lois Lane porque no quería revelar su identidad de Superman o porque prefería pasar la vida lidiando a muerte (que es otra de las formas del amor) con Lex Luthor, su archienemigo que otrora fuera su amigo íntimo… Ni hablar del enemigo clásico del Hombre Araña que suele encarnarse en un Duende Verde.

El doble de Potter


Si bien, los tres días de diciembre vieron circular varios Batman, Mujeres Maravilla, Superman y Hombres Araña (de las más diversas edades y los más variados diseños, desde lo puramente artesanal hasta la cumbre del glamour y con trajes más o menos pegados al cuerpo), sin dudas Deadpool (oh esas telas que marcan las redondeces de las nalgas y el culo que incita al deseo) y Wolverine (¡Oh hermoso y estúpido Hugh Jackman!) se hubieran llevado el trofeo en el concurso de los más elegidos para el disfraz.

“Soy uno de los Deadpool que se contaban por decenas en la feria”, señala el cosplay Lucas Estrada. “Tanto Deadpool como Wolverine son personajes que generan mucha identificación. Deadpool es gracioso, descontracturado, creativo. Todo ese humor y flexibilidad que propone el personaje le da un margen a quienes se quieran caracterizar con él; de entrar, de empatizar, de adaptar las cualidades del personaje a la propia personalidad". 

Según Estrada, "también debe haber influido el éxito de la película de Marvel. Deadpool fue la película más exitosa de Marvel de los últimos años. Las pelis de Marvel fueron en picada en los últimos años y este personaje volvió a revivirlas. Deadpool es un personaje bisexual. Eso es una novedad también. En la peli hace mil chistes sexuales. Hay mucha tensión sexual con Wolverine. Eso viene de los comics. Lo simpático es que en la peli al final aparecen miles de Deadpools de todos los universos… es gracioso ver que acá en la Comic Con se produzca el mismo efecto…”

Sailor drag


Consultado sobre qué siente al disfrazarse de Deadpool, Lucas señala: “Me produce una adrenalina que no siento cuando no tengo el traje. Me deja ser otra persona y a la vez ser yo. No me disfrazo en la vida cotidiana, aunque me gustaría. El resto del tiempo soy estudiante”.

La Biblia y el calefón: de Cosplay drag, escenarios de series clase "b" y motosierras

Frankie se llama Fran. Tiene 25 años y se dedica tiempo completo al cosplay y al arte drag. Hace maquillaje, confección de trajes y peinados para sí y para otros. Caracterizada como la heroína de animé Saylor Moon, relata: “En el día a día soy un chico común y corriente. Y hoy por hoy logré vivir, con mucha dificultad, de trabajar de lo que me gusta que es ser Frankie. Trabajo en fiestas y boliches. Está muy difícil. Un poco tiene que ver con la capacidad de buscar contactos, hacerse amigos y activar una vida social muy movida en la que un trabajo te lleve al otro. De ahí el trabajo llega solo". 

"Todo lo que aprendí sobre el transformismo lo aprendí de manera informal. También en un punto de ese modo: del boca a boca, de las redes de amigas, de gente que te transmite lo que sabe. Lazos de amistad y solidaridad. Nuestro mundo tiene mucho de eso. Yo aprendí todo así y a base de videos de YouTube. De escuchar información de otros cosplayers. Ahora, si tenés ganas de formalizar, se puede estudiar Diseño de indumentaria, maquillaje profesional y las distintas ramas del diseño", explica Frankie.


Escenarios medievales con evocaciones a “Juego de tronos”. Escenografías que anticipan el próximo estreno de la película de animación “El Señor de los anillos. La Guerra de los Rohirrim”. 

Netflix promocionando la segunda temporada de “El juego del Calamar” con un juego inmersivo donde los fanáticos podían enfrentar a la icónica muñeca gigante. Y stands, muchos stands comerciales con poco de novedad. Una gastronomía pobrísima y sin nada que aportara al espectáculo …Pasillos donde circulan muchachos concupiscentes y despechados exhibiendo su musculatura caracterizados como Wolverine, algún Thunder Cats o luchadores fornidos de animes o ficciones de streaming con nombres que exceden el saber de los presentes redactores completan el cuadro. 

Lejos de invitados rutilantes de los viejos tiempos (se ve que para el Comic-Con también llegó la era del “No hay plata”), los escenarios que en otro momento supieron albergar a figuras de la talla de Emily Kinney, Gillian Anderson, Ernie Hudson, Finn Jones, Olga Fonda, Edward James Olmos, Sadie Sink, Noah Schnapp, Chandler Riggs, debieron conformarse con el actor estadounidense Brandon Routh (el protagonista de la fallida “Superman regresa” de 2006) y el actor Carlos Villagrán  (“Quico” de ”El Chavo del 8”) narrando las mismas anécdotas que hace al menos tres décadas en programas de televisión, pero que, nobleza obliga, generó emoción en los fans.


Cada Comic-Con es hija de su tiempo y de las condiciones socio-económicas del lugar en que se organizan. En ese sentido, suele captar los imaginarios sociales y el Zeitgeist incluso más allá de la conciencia y de toda intencionalidad política. En un futuro próximo tan poco esperanzador y con vísperas a unas navidades que, para la mayoría de la población argentina están en las antípodas de las maneras felices y educolcaradas en que las recreó Hollywood, no parece casual el auge de los cosplay encarnados en Papa Noel ensangrentados y los Grinch

El género de terror clase b y las armas de todo tipo coparon gran parte de la feria como correlato de una época oscura y cruel. Y abundó mucho, mucho cosplay de monstruo con motosierra que, en el ámbito local, lejos de tener reminiscencias a la masacre de Texas o alguna otra ficción terrorífica, tiene un referente real más destructivo y mortífero. Para decirlo en el lenguaje del pop y de la Comic-Con: el Voldemort argento.

El Argentina Comic-Con del año se llevó a cabo los días 6,7 y 8 de diciembre en Centro Costa Salguero.