“Rafael había agarrado una changa de jardinería y estaba contento porque iba a conseguir plata para las fiestas. Fue a Mascardi por el fin de semana, a visitar a la tía. Le dijo a los amigos que se iba para despejarse, porque andaba con algún conflicto con alguna novia, como andan los chicos a esa edad. Quedó en esa situación en la que un ejército de 400 efectivos ingresó al lugar, con una violencia que nadie imaginaba, a los tiros. Ellos tiraron piedras, no estaban armados”, asegura Fernando Fernández Herrero. El referente de Alto Construcciones, la organización de base a la que pertenecía Rafael Nahuel, lo define como “un pibe de barrio”. “Me indigna cuando cuando quieren construir una especie de terrorista del Isis”.
–¿Cómo lo conoció?
– En 2011, dentro de una escuela de Don Bosco, intentamos con algunos compañeros armar un dispositivo que contuviera chicos que estaban desescolarizados, los pibes que veíamos que se quedaban detrás del alambrado y no entraban a la escuela, pibes de la calle de acá, del alto de Bariloche. Armamos una experiencia a la que ellos mismos le pusieron ‘Alto Construcciones’, que consistió en invitarlos a que pasaran a la escuela y, a contraturno, usaran el taller para capacitarse en herrería, carpintería, construcciones. Esa experiencia dentro del colegio duró dos años, después la escuela decidió no sostenerla y ahí nosotros formamos el taller San José Obrero, que continúa hasta hoy.
–O sea que cuando se acercó, Rafael tendría unos 15 años.
–Era uno de los más chicos... aunque un pibe de 15 de los barrios más golpeados de acá parecen de 18 o de 20; hemos tenido chicos de 15 con un hijo y dos causas, no pensemos en el esquema del pibito de clase media.
–¿Se acuerda de cómo llegó, concretamente?
–Lo trajo otro docente, un compañero con el que armamos ese taller. El había empezado en una capilla del barrio Nauel Hue, donde vivía Rafa; había juntado a los más chicos, de once o doce años, que andaban en la calle, y hacía actividades con ellos. Un día, viendo que se le aburrían, sacó una soldadora para mostrarles cómo se soldaba. Después trajo a ese grupito, dentro del que estaba Rafa, a la experiencia esta de Alto Construcciones. Rafa le ponía muchas ganas, era uno de esos pibes que dan muchas satisfacciones. Los que emprendemos este trabajo social, lo que podemos soñar cuando tratamos de recuperar a un chico que está en la calle, que está atravesado por problemas de violencia, de adicciones, de falta de escolaridad y oportunidades, es que sea una persona de bien, que tenga ganas, que se haga un proyecto de vida, que tenga trabajo, una novia, que se quiera hacer su casita... Rafa fue todo eso, y era también el que traccionaba a sus amigos que por ahí no tenían tantas ganas. Aprendió un oficio, se había transformado en un muy buen soldador. Andaba siempre recolectando los hierros que se deshechaban de las obras, los transformaba en parrillas y los vendía, con eso se hacía un mango. Su familia es muy humilde. Él con 16 o 17 años ya colaboraba con la casa. Era el tercero de cuatro hermanos.
–Usted conoce bien el barrio,entonces...
–Nahuel Hue es uno de los barrios más humildes de Bariloche, está en el alto, en lo que llama la Pampa de Huenuleo, porque era de un mapuche de ese nombre. Después se establecieron ahí todos los barrios más humildes, se fueron ocupando los terrenos. Y el más precario de esos barrios es el Nahuel Hue. La familia de Rafael Nahuel es de ahí. Hue quiere decir lugar, es decir ‘el lugar de los Nahuel’... lo digo ante toda esta histeria que se está armando sobre la legitimidad en el reclamo de los territorios. El circuito turístico de Bariloche muchas veces ignora que detrás del Cerro Otto, que es la postal tradicional, vive un montón de gente en barriadas muy humildes. En el Alto, el 80 por ciento de población es mapuche.
–¿Qué acercamiento tenía Rafael a los reclamos mapuches?
–Casi ninguno. Rafa era un pibe de barrio, por eso esta indignación cuando quieren construir una especie de terrorista del Isis. Era un pibe de barrio. Tiene una tía, la hermana del papá, que forma parte de la comunidad que está haciendo el reclamo territorial en el Mascardi. Esa comunidad, viendo que desde el gobierno nacional, después de lo de Santiago Maldonado, había una predisposición a avanzar, venía pidiendo a todos los conocidos que fueran para generar número, sentir apoyo y que no los invadieran. Así que le venía pidiendo a Rafa que fuera, y el decía ‘esperá tía porque estoy trabajando’, no quería perder el trabajo, había agarrado una changa de jardinería durante diciembre y estaba contento porque iba a conseguir plata para las fiestas. Fue el fin de semana a visitar a la tía. Le dijo a los amigos que se iba para despejarse, porque andaba con algún conflicto con alguna novia, como andan los chicos a esa edad. Quedó en esa situación, en la que un ejército de 400 personas ingresó al lugar, con una violencia que nadie esperaba, a los tiros. Ellos le contestan con piedras, no estaban armados. Me lo ha confirmado gente que está muy conectada con lo que pasó, y yo les creo. No tenían armas, tiraron piedras y la prefectura les contestó con ráfagas de ametralladoras. Un tiro de esos es el que lo mata por la espalda.
–¿Cómo vio la reacción en el barrio?
– Estuvimos en el barrio y en el cementerio. Estamos tratando, los referentes de los chicos, de calmarnos, porque sabemos que hay situaciones que pueden traducirse en más violencia y siempre van a ser ellos los muertos, de nuevo. A la vez, la sensación es que los van matando igual. Todos los meses enterramos alguno, sea por gatillo fácil de la policía de Río Negro, sea por la Prefectura que entró a los tiros en una comunidad mapuche. Los muertos son de los pobres, mapuches o no mapuches, pero siempre de los pobres. Todos los meses enterramos alguno.