A 47 años de la desaparición de Azucena Villaflor, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo secuestrada por la dictadura militar el 10 de diciembre de 1977, su hija, Cecilia de Vincenti, relató cómo fue su vida y la de su familia luego del trágico suceso.

Azucena era una mamá. Una trabajadora de SIAM en su juventud que se enamoró de mi papá. Se casaron y tuvieron cuatro hijos. Tuvieron un almacén unos años y cuando tuvo su segundo hijo definitivamente dejó de trabajar. Tuvimos una vida tranquila, acomodada, de una clase media normal. Tranquilamente podríamos haber ido a una escuela privada, pero creían que teníamos que ir a escuelas del Estado”, recordó de Vincenti en la 750.

“Era una mamá, una ama de casa, hasta que el 30 de noviembre de 1976 se llevan a mi hermano Néstor, que era el segundo, tenía 24 años. Se lo llevan de su casa, convivía con su novia. Una vecina del barrio de Villa Domínico le comenta a mi mamá cómo se lo habían llevado, vivo, pero muy golpeado. A partir de ese momento la historia de mi casa cambia, porque esa mujer que limpiaba, planchaba y se ocupaba de toda la casa comenzó a ocuparse de conseguir un hábeas corpus, ir a las cárceles, cuarteles y hospitales, para ver si en algún lugar encontraba a mi hermano o a su novia, algo que no pasó”, continuó.

“Por iniciativa de ella, 13 mujeres se juntaron un 30 de abril de 1977 para pedir a Videla que les dijeran dónde estaban sus familiares. Como había estado de sitio y había más de dos mujeres charlando, los militares les dicen ‘circulen’, y ahí comienza la ronda de Madres de Plaza de Mayo que sigue hasta ahora. Ahí se infiltra Astiz en el movimiento, para que diga quiénes eran para él las líderes, lo que le cuesta la vida a mi mamá”, explicó.

“Muchos años después que vi por última vez a mi mamá pudimos reconstruir que fue llevada a la exEsma, que había sido fuertemente torturada y después tirada viva desde un avión. Recién en 2005 pudimos saber efectivamente que había sido víctima de los vuelos de la muerte y que su cuerpo había aparecido entre Santa Teresita y San Bernardo, y que fue enterrada como NN, gracias a la investigación de un grupo de alumnos de la carrera de Periodismo de la Universidad de La Plata”, relató.

Mi papá tenía mucho miedo que yo saliera de mi casa. Repetí dos veces tercer año y me dijo que no vaya más a la escuela. Finalmente lo convencí y en marzo volví a estudiar. Todo cambió. Todo era difícil porque cada día mi papá esperaba que mi mamá volviera, porque pensaba que le iban a dar un susto y la iban a soltar. Cada Pascua, cada fin de año, él pensaba que la iban a soltar, que iba a volver. Murió en 1981. Iba a las rondas de Madres de Plaza de Mayo, donde le hacían un lugar”, lamentó.

“Si las Madres nos dejaron un legado es que podemos pedir un país pacífica y amorosamente”, cerró.