Se la ve venir, así que, imitando a Luis Buñuel que, cuando no soportaba lo que le estaban hablando disminuía el volumen del audífono que usaba por la sordera que padecía, el Puma Flores se encomienda a los santos y, en lugar del café que pide el otro, él pide un whisky en las rocas. El otro, que agobia y cansa cuando suelta la lengua quejosa, en su tiempo supo ser el mejor conductor de patrulleros, por su intrepidez, y también por la formidable habilidad para hacer correr el auto por las veredas, superando semáforos y embotellamientos. Ahora, simple jubilado, arranca su porteño llanto:
--Te juro, Puma, en estos días me suicido. Ya no doy más. Primero la aparición de la próstata ¡¿Podés creer?!... ¡Yo con próstata!, la puta madre, es benigna y lo que vos quieras, pero a mi edad, cuando otro urólogo me había jurado que viendo lo que daban mis análisis de sangre, el PSA, claro, me daba re-bajo y el urólogo me dijo, por su edad, ya no es necesario que siga haciéndose el análisis del PSA porque nunca va a tener problemas de próstata. Imaginate lo contento que me puse. Papas, artistas de cine, comisarios, el mismo Perón, todos cayeron por la próstata… ¡Yo moriría invicto!, ¿te das cuenta?...
Cuando el otro dijo “comisarios”, la verdad es que el Puma, ex de la profesión, frunció nalgas como cuando el general grita ¡firmes!, y hay que golpear tacos. Así que, apenitas el mozo depositó el pedido en la mesa se despachó un largo sorbo de whisky. El otro espolvoreó el edulcorante en su café:
--Ya no uso azúcar ni loco, che. Casi manejo el volante con la panza; no puedo creer cómo crece la hija de puta, che. Tomo una pastilla en el desayuno para controlarla. Y ni te cuento. Leí el prospecto. Puta madre, para qué lo habré leído: ya no se te para, no se puede creer, también te afecta la libido y el pensamiento y la concha de la lora, te vuelve idiota, y por si fuera poco ¡te pueden venir ideas suicidas!... Pero te hace crecer el pelo… No te rías, bolas, está escrito en el prospecto, no te voy a boletear yo… Bueno, eso, por una parte, por la otra, mi banco, que fue comprado por otro banco. ¡Qué quilombo en las sucursales, llenas de gente!... De todo, viejos, jóvenes, más viejos como nosotros, y los pobres empleados sin saber cómo arreglar el bolonqui hecho por los ejecutivos. Estoy en un quilombo con este banco que ni te cuento, mirá me voy a tomar un whisky, me tentaste…
Llamaron al mozo y pidieron dos en las rocas. Cuando el mozo se está alejando, el otro le avisa: que sean doble, y sigue.
--Te resumo. El asunto fue que fui a la sucursal de la avenida Santa Fe, porque allí tengo un amigo, Ariel, pariente de un ministro de economía, fijate los amigos que tengo, eh, pero lo habían trasladado, así que me encontré perdido como todos los demás. Un infierno de gente ¡Hasta en la vereda los empleados atendiendo a los clientes! Por suerte, algunos de los empleados, ¡atentísimos!, te digo que hacen lo que pueden. El asunto es que no tengo banco ni en la compu ni en el celu. Nadie se hace responsable y nadie da pie con bola. Me fui a otra sucursal, ¿para qué?, la misma historia o peor, ¡sólo dos empleados para atender!... Por suerte una empleada venezolana me explicó que yo tenía que cambiar la clave en el cajero automático y de ahí sacar un código y ese código… ¡Vafangulo!, metérmelo en el culo para que se amigue con mi próstata ¡y salgan en manifestación a Plaza de Mayo cantando Cambalache!... Te juro que estoy harto. Y ni hablar cuando te suena el teléfono de los encuestadores, esa es otra… Tendría que suicidarme, che… Y te cuento otra: en el Subway de Pueyrredón, ¡ni te cuento!, voy siempre a desayunar, ayer le pedí al colombiano que me diera una servilleta de papel para limpiar la mesa y me dijo que los dueños no permitían que dieran más servilletas de las que correspondían en cada pedido… ¿Escuchás lo que te digo?... ¡Una servilleta de papel! Fue lo que pedí. Le dije si me estaba cargando, ¡soy cliente!, y el colombiano me desafió a pelear en la calle… ¿Estamos todos locos?... Imaginate, es enorme el colombiano… Ah, los encuestadores…
Se alegró el Puma porque ya el mozo estaba depositando los whiskys dobles y el interregno evitaría el discurso del siguiente capítulo… Brindaron por el 2025 y hablaron de las carreras de burros en Palermo y San Isidro… Pero el otro no se olvidó de los encuestadores y el discurso mereció otros dos whiskys dobles… Abrumado y ya sin aguante, porque el otro hasta escupía cuando hablaba, el Puma metió baza con la intención de lograr callarlo y pudo decir que había visto la reapertura de la Catedral de Notre Dame por televisión y que…
--Ajá, me hiciste acordar de nuestro querido papa Francisco…
Y volvió el otro con la interminable matraca de su perorata ahora metido en religiones, CGT, Putin, los chinos, la guerra, la decadencia y cuanti más, con el mismo entusiasmo que al principio. Pasaban los minutos al tiempo que pasaban los whiskys dobles con algunas medialunas con jamón y queso para disimular o justificar… Hasta que un vendedor ambulante les ofrece esos trapitos que denominan medias y que no alcanzan a ser ni siquiera soquetes para chicos, diciéndoles:
--Señores, hagan las paces con Dios, pues deben morir…
Razonando que el tipo era un loco que los atacaría, el otro se puso blanco y el Puma tanteó su revólver en la riñonera, pero el vendedor los calmó:
--Shakespeare, Ricardo tercero, cuarta escena… Soy un intelectual jubilado que no pide limosna, un cuentapropista en busca de su destino…
Y siguió verseando con altura su parlamento, casi componiendo filosóficamente los conceptos. El Puma y el otro no tuvieron más remedio que invitarlo a la mesa. Llamaron al mozo sin que hiciera falta porque ya venía trayendo tres whiskys dobles con sanguchitos. Terminaron brindando por el país y el 2025… Todo iba bien hasta que el otro habló de Messi y el intelectual jubilado retrucó con Maradona… A las dos horas fueron retirados amablemente, y los tres, tal como lo había anticipado el otro, salieron en manifestación cantando el Cambalache de Discepolín, sin destino cierto…