Eric Erickson camina apesadumbrado por las calles de Suecia. Por razones que desconoce, su nombre figura como colaborador nazi en una lista negra de Estados Unidos. Corre 1942 y la Segunda Guerra Mundial está en pleno auge. Eric imagina qué pensará su familia en su país natal, Estados Unidos. Se indigna en pensar en los sinsabores que estarán padeciendo. Mientras piensa en ello, el pesar se transforma en indignación, impotencia, camino predecible a la bronca. ¿Colaborador nazi? Eric nació en Estados Unidos, se mudó a Suecia años atrás. Trabajó como directivo de una empresa petrolera más luego, independizándose, había formado su propia petrolera. Ciertamente comerciaba con Alemania, pero su país de adopción, Suecia, era neutral en la guerra, por lo tanto, nada tenía de qué avergonzarse.
Nacionalizado sueco, de forma alguna violaba con su actividad las leyes del país de adopción. ¿Acaso los funcionarios de Estados Unidos no sabían eso? Le resultaba difícil pensar que no lo supieran, pero entonces ¿por qué lo incluían en esa lista vergonzosa? Mientras buscaba explicaciones, fue avisado que un amigo de un hermano suyo quería hablar con él. La cita era en un hotel. La sola posibilidad de explicar su situación, le dibujo una sonrisa. Si le permitieran explicar todo se aclararía.
El “amigo” de su hermano lo recibió con suma amabilidad y luego de algunos intercambios meramente formales Eric preguntó por su hermano. "Ni idea", le contestaron .El “amigo”, que dijo llamarse Collins, era en realidad un agente de inteligencia que trabajaba para los Aliados. Le ofrecía que, si colaboraba con ellos, al finalizar la guerra se comprometía a sacar su nombre de la lista. Allí Eric descubrió que su nombre había sido incluido para obligarlo a trabajar para los Aliados. Maldijo a Collins por dentro, pero se vio acorralado. A regañadientes aceptó trabajar para ellos. ¿Cuál era su objetivo? Aprovechar sus múltiples contactos con el negocio del petróleo en Alemania, para identificar objetivos militares y particularmente las destilerías petroleras alemanas: “La clave de la guerra estará en la capacidad de sostener y acceder a fuentes permanentes de energía…” El fluido del petróleo era una clave insoslayable para el destino de la guerra.
Eric recibió el nombre clave de Red y a partir de allí, en innumerables viajes a Alemania, fue trayendo información valiosa. Previamente, para congraciarse con la embajada alemana en Suecia, fue paulatinamente mostrándose como simpatizante nazi. Ello le permitió facilidades para ganarse la confianza de altos funcionarios alemanes. Uno solo, Bruno Ulrich, siempre sospechó de Eric. Pese a ello, Eric seguía ganando la confianza de los funcionarios del Führer. Para garantizar la información, y su trasmisión, siguiendo órdenes de Collins, tomó contacto con una bella alemana de nombre Mariana, esposa de un oficial alemán. Insospechada, accedía a información clasificada que enviaba a los Aliados. Eric pronto comenzó a sentir admiración, encantamiento, por Mariana. Lo sorprendía que ella arriesgara su vida por sus firmes convicciones religiosas, cuando él en realidad lo hacía para salvar su nombre. La atracción se transformó en mutua, Eric reconoció en Mariana, el amor en su sentido más puro, más sincero.
Sin embargo, su vida de espías los sometía al peligro constante. Mariana fue eventualmente descubierta, apresada y fusilada. Esa fue una de las razones por las que Eric ya no hiciera su trabajo por obligación sino por convicción. La esencia de Mariana lo había conmovido, ahora él también estaba dispuesto a tomar riesgos por un ideal.
A él también lo descubrieron los nazis y comenzó un tortuoso camino de fuga, que previo a su destino a Suecia, lo llevó a Dinamarca. Ulrich, el oficial alemán que siempre desconfió de él, en esos momentos asignado en Dinamarca, hizo lo imposible por detenerlo. Aun así, Eric, con valiosa información, pudo escaparse y regresar a Suecia.
Lo relatado es una reseña de la película Espía por Mandato, de 1962, protagonizada por William Holdem como Eric, Lilli Palmer como Mariana, Hugh Griffith como Collins y Werner Peters como Ulrich. Probablemente una de las más vertiginosas películas de espías jamás filmada. Hoy la traemos al recuerdo porque el núcleo del objetivo de Erik es lograr atacar el abastecimiento de energía, agregándose que sin ella un país no puede desarrollarse en una situación bélica, pero tampoco de paz. Garantizar un suministro asequible es una condición imprescindible para el desarrollo económico de cualquier país que se considere soberano.
Sin embargo, esta afirmación no resulta pacifica en todo el espectro político. Consideremos antes de avanzar, la naturaleza intrínseca de por ejemplo el petróleo. Es considerado un “insumo difundido”, definido como un recurso o materia prima que se utiliza de forma extendida y generalizada en una economía. Pensemos por lo tanto que el precio del petróleo impacta en la estructura de costos de un amplísimo conjunto de la vida económica y social. Por ende aparte de un normal abastecimiento, resulta central su precio. Es un bien que tiene una cotización internacional, el cual está altamente influenciado y determinado por los principales productores mundiales. Existe el llamado “precio de importación” es decir el que debería pagarse, si el país no lo produjera.
En el caso argentino las empresas pretenden de piso cobrar ese precio, sin considerar si el precio de comercialización está en línea con los costos de exploración y explotación. El Presidente Javier Milei considera al petróleo un commodity que debe tener un precio libre, sin importar la afectación sobre los costos de producción. La reglamentación redactada a tal efecto dice ”se reafirma la necesidad de establecer precios energéticos transparentes alineados con los valores internacionales”, no importando si los costos locales permiten precios más bajos, sólo interesa el negocio de las petroleras. La próxima reglamentación del artículo 6 de la Ley de Hidrocarburos, modificada en la Ley Bases, establecerá la libre exportación de petróleo y gas natural. El consumo local… bien gracias.
En virtud de estas circunstancias hacemos propia la opinión del Foro de Economía y Trabajo cuando con firmeza afirma que “es crucial la intervención del Estado en la regulación del precio de la energía ya que constituye un factor estratégico determinante para la producción de bienes y servicios. Es Imprescindible institucionalizar el análisis público y publicitado de los costos de producción y distribución de todos los servicios públicos que se brindan a partir de recursos que son del Pueblo Argentino”.
Desacoplar el precio local del internacional no debe entenderse con una política anti-empresa. Simplemente es trazarse como objetivo lograr, bajando costos, mejorar la competitividad de la producción nacional sin la vieja receta de hacerlo bajando salarios.
Contrariamente, Milei nos lleva a un país enclave, sumiso actor en la división internacional del trabajo. Su mandato es ser una colonia, nuestro mandato promocionar la industria nacional.