Paloma se detuvo y me preguntó quién era. Pasábamos frente a una óptica en el microcentro tucumano, y el cartel de invitación al local captó su angelada atención. “Es John Lennon, un verdadero gran artista”, le contesté. “¡También vende anteojos!”, dijo Paloma, brincando feliz. Y yo, ocupando el papel de madre ejemplificadora, ilustrada, entre insoportable y tierna, le conté de John, casi como si le contara sobre un viejo amante. Su lucha por la paz, su trágica muerte, Yoko, el piano blanco. Y por supuesto, le canté “Imagine” durante varias cuadras, hasta que aprendió el estribillo y la cantamos juntas.

Le conté también, recurriendo a un hermoso recuerdo, cómo es que yo lo conocí.

Si bien en mi casa de la infancia se escuchaban vinilos de los Beatles, no lograba diferenciarlos, excepto por la película de Yellow Submarine, donde John era más un pibe chistoso que un artista sensible, como lo descubrí luego.

Cuando cumplí 14, mi mamá me regaló un huevito –es decir, un aparato para reproducir cds y cassettes, fácilmente trasladable del escritorio al piso o a la cama o incluso algunas veces al baño– que amé por todos mis años de adolescencia, porque sonaba hermoso. Además, cuando a los 15 me regalaron la guitarra, empecé a grabar mis primeras composiciones ahí. La tía Julieta me compró el CD Imagine con el dibujo de Lennon por Lennon en la portada. Ese ícono que aprendí a copiar para dibujarlo mil veces en cualquier columna, pared, zapatilla, bolsillo o rincón de cualquier hoja posible.

Comenzando por “Real Life”, las 21 canciones estuvieron sonando en repeat todas las tardes sobre mi cama, una y otra vez. No sé si “Imagine” era mi favorita, pero sí, me parecía que en su letra estaba todo dicho. En mis paredes pinté la frase “puedes decir que soy un soñador pero no soy el único” con enormes letras azules y viralicé la canción entre mis compañeras del secundario, haciendo tarjetitas decoradas con símbolos de la paz y el estribillo. Unos meses después, pedí para Navidad el Anthology, un box set precioso que editó Yoko, con grabaciones caseras, dibujos y manuscritos. Pasé horas leyendo y fantaseando con la vida de John y Yoko. El concepto me fascinaba: dos hippies desnudos combatiendo los males del mundo, desde su cálida y amorosa casa, era demasiado inspirador y revolucionario para una Luciana de 14 años.

Lennon durante la grabación de "Imagine". Imagen: Archivo.

A Paloma le afectó la anécdota del asesinato de John. Sufrió varios ataques de angustia y llanto desconsolado. Era impensable para ella que un ser tan bueno y especial haya recibido la muerte. Pensó que entonces los que escriben canciones pueden ser asesinados. Yo estaba preparando un viaje a Colombia, y me costaba convencerla de que nadie iba a dispararme.

Para calmarla le puse la canción “Imagine” y le conté un cuento sobre cómo su tía Ago (mi hermana) y yo, le rendimos homenaje al espíritu de John. Y que, de esa manera, habíamos blindado toda posibilidad de crímenes y delitos para todos los artistas buenos. Es cierto, esta es la desesperación de una madre por consolar a su pequeña; una llega a exagerarlo todo.

El cuentito dice que una noche de esas de 1998, en nuestra habitación, pusimos el huevito a sonar. Tiradas en el piso, nos rodeamos de todos los recortes, posters, dibujos, libritos, cancioneros y anotaciones que teníamos de John y Yoko. Frente a la ventana, con montañitas de CDs y un círculo de velas, armamos un altar. Pusimos el Anthology completo. Otras de las canciones que nos alucinaban eran “Isolation”, “Mother”, “Real Love”, “I know” y algunos fragmentos de grabaciones en los que cantaba el niño Sean. Creo, aunque no recuerdo con exactitud, que rezamos y lloramos y escuchamos los discos hasta que amaneció. Creo que pedimos por la paz del planeta. Sin saberlo con mi hermana, lo pienso ahora, quizás estábamos sellando nuestro pacto musical: un par de años después comenzamos a tocar juntas, y así seguimos veinte años después.

Terminé el relato y abracé a Paloma, que de tanto llanto estaba adormecida. “Cinco disparos le dieron. Nomás quería un mundo mejor, mamá”, me dijo, entre sollozos, mi angelita.

John Lennon y Yoko Ono. Imagen: Archivo.

Luciana Tagliapietra es cantante y compositora, nacida y criada en Tucumán. Acaba de editar su sexto disco Sean Felices. En sus canciones han colaborado artistas como Santiago Motorizado, Sol Pereyra, Cristóbal Briceño, Daniel Melero, Kurt Uenala y Litto Nebbia. Se presenta junto a Diosque el sábado 21 en Sr. Montero, Rivadavia 611, San Miguel de Tucumán. A las 23.