"Soy consciente de que el físico ya no es el mismo y hay algunas limitaciones, pero mientras tenga ganas y el cuerpo aguante, sigo haciendo cosas”. Bernardo Baraj sonríe. Mira al futuro y a mediados de 2025 lo espera una gira por España. Mira el presente y está a punto de presentar su flamante disco 80 (como su edad) este domingo 15 a las 20 en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772). Lo acompañarán Daniel Godfrid en piano, Juan Martínez en guitarra y arreglos, Andrés Martine en guitarra y Felipe Traine en guitarrón, además de Inés Cometto en la danza y un invitado muy especial: León Gieco. “Este disco es una manera de comunicar mi presente como cantor de tango”, explica Baraj, que en sus muchas décadas de recorrido musical hizo de todo: rock, música rioplatense, jazz, y tango.
“Empecé a cantar tango hace poco más de diez años, motivado por un acopio de composiciones mías que tenían todas, digamos, una dirección tanguera”, reflexiona. “En algún momento me dije ‘si no me lo grabo yo, esto no me lo graba nadie’ y al mostrarle los temas a amigos sentía el placer de cantarlos, de la sintonía especial que tiene el canto sobre lo instrumental, que es la fuerza de la palabra”.
Baraj entiende que volcarse al tango significó un quiebre en su carrera. Cuando presentó su primera placa tanguera, la gente iba a verlo y salía desconcertada. “Venían a escuchar a mi yo saxofonista y se encontraban con un tipo que cantaba más o menos, que tocaba el piano más o menos, con todo repertorio original, temas absolutamente nuevos y letras desconocidas”, rememora. Para la siguiente experiencia metió “un mix entre tangos tradicionales y nuevos”, una solución que repite ahora con el nuevo disco. “Era un camino que tenía que transcurrir, porque tampoco es que se aprende a cantar tango sólo estudiando tango”, dice.
“El disco es una respuesta a mí deseo y mi identificación con un repertorio que tiene que ver con el tango, con la ciudad de Buenos Aires, y que como músico empezó cuando con el guitarrista Juan Barrueco tocábamos a dúo”, plantea. “Era una propuesta tanguera experimental con saxo y guitarra, ¡teníamos que explicar lo que hacíamos!”, ríe.
-El tango tiene una cosa de que si no tocás los clásicos tenés que ir explicando que efectivamente es tango lo que estás tocando, ¿no?
-El argentino en sí es bastante conservador. Y el porteño, en particular, es bastante conservador y poco propenso a los cambios. Bueno, de hecho pasó con Piazzolla: los tangueros ortodoxos no querían saber nada, decían que no hacía tango. Una falacia más grande que una casa, porque si hay alguien que hacía tango era Ástor. Y a mí me parece que hay algo de eso, como que a la gente le cuesta aceptar lo nuevo, en general. Me parece que pasa por ahí. Fijate que por ejemplo en las milongas, la orquesta de Piazzolla del '40 y pico no se pasa ni en pedo, y es un tango del recarajo y es recontra bailable. Son demasiado estructurados en ese sentido.
-De todo lo que traés del tango de chico, pero también del rock y del jazz, ¿qué creés que se escucha en este disco?
-Creo que se escucha básicamente tango. Difícilmente le guste a alguien a quien no le gusta el tango, porque esto es un tango, con estándares de tango y con composiciones nuevas que están dentro de esa estilística. Por ahí el que más se escapa de eso es "Linda", el primer tema, que tiene una cosa por ahí más cancionística. Pero si se le presta atención, la manera de cantar y la manera de acompañar es tanguera.
-Hiciste gran parte de tu carrera con el saxo, que no es un instrumento muy común para el tango. ¿Eso te cambia el modo de pensar las melodías y los arreglos?
-No creo. Siento que cuando toco el saxo hay una cosa como muy tanguera en mi manera de tocar, en el sentido de la expresión, una cierta cosa del fraseo, pero básicamente de la expresión más profunda. Me reconozco y debo reconocerme, mal que me pese en algunos momentos y aspectos, como un tipo bastante melancólico. Y eso aparece. Eso está.
-No pareces melancólico.
-Pero sí lo soy. Lo he ido superando bastante, con muchos años de terapia y viviendo cosas, pero sí, lo tengo, soy bastante melancólico. Una vez leía a un tipo que asociaba su aspecto melancólico a la pérdida de un tío muy querido. Bueno, yo perdí a mi viejo cuando tenía 8 años y creo que algo de eso hay. Después la perdí a mi vieja cuando tenía 24. Como muchas situaciones de vida vinculadas a pérdidas y cosas por el estilo que inevitablemente parece que algo de melancólico degenera. Tampoco lo digo como si fuera algo malo, sobre todo con la posibilidad y la capacidad de ponerlo en una música. En un tango.