El debate sobre si el psicoanálisis pertenece por esencia a la ideología liberal nunca fue asumido hasta sus últimas consecuencias. Hace muchos años le escuché decir a un reputado psicoanalista francés en referencia a la tragedia argentina de la dictadura: "Hubo una llamada al Amo y este respondió con crueldad". De este modo, el psicoanalista en cuestión parafraseaba al Lacan del "quieren un Amo, lo van a tener". Esta vez frente a una audiencia argentina.

Por esta vía, ese lacanismo se sumaba a la idea liberal de captar en la lucha la resistencia, la confrontación, tan solo un acting sacrificial que demandaba el castigo por parte de quien lo asumía. 

Años después vi a la misma idea diseminarse con fortuna y permear a la figura del analista lacaniano, un tipo de psicoanalista que siempre ve en el heroísmo, en la "víctima terriblemente voluntaria" un estrago más de la pulsión de muerte. Y en toda oposición a la dominación un caso más de "alma bellísmo".

Sin embargo, Lacan no autorizó nunca esta posición, ya sea cuando afirmó en un reportaje hecho por Caruso su decisión de no interpretar "la práctica revolucionaria" o cuando examinó la posición del enfrentamiento de Antígona con Creonte sin apelar a ningún indicador patológico.

Por el contrario, Antígona fue el operador de su análisis sobre los alcances de lo que el propio Lacan designó con la categoría de "deseo puro". Años después escuché al mismo famoso psicoanalista burlarse del "narcisismo de las causas perdedoras". De todos modos, cabe aclarar que los auténticos responsables de esta situación un tanto grotesca no son los que profieren las afirmaciones cínicas y liberales sino una gran audiencia, que incluso sin participar de las mismas, permite pasivamente que circulen.

¿De qué sirve una teoría lacaniana del acto responsable si no se atreve a distinguir el auténtico coraje de las dimisiones propias del refugio liberal, el que siempre sueña a lo largo de la historia con que va a detener el fascismo?